La paja en el ojo ajeno Baltasar Garzón
No era una trama contra el PP, sino del PP. Estaban metidos en ella muchos de sus líderes nacionales y autonómicos y el dinero negro era la sustancia con la que la formación acudía dopada a las elecciones, al financiarse de forma irregular. Como imagen simbólica de ese monstruo de varias cabezas privadas y públicas que fue la Gürtel, queda la foto de los empresarios con quienes los políticos de esa misma derecha que hoy se escandaliza con la corrupción ajena compartían sus fechorías, llegando a la boda de la hija de Aznar. El cambio de adjudicaciones de obra pública por maletines de billetes, esos que sus adversarios llamarían luego chistorras y lechugas, sirvió para financiar al partido, hacer obras en su sede central y repartirse el pastel en sobres ilegales. Pero en el submundo de las mordidas también se muerde más de lo que puede masticar, y al final les pillaron y el juez no les colgó al cuello el cartel de “no hay billetes” que proclama el éxito de un espectáculos en las taquillas de los conciertos o los teatros, sino el de “organización criminal”, aunque sea a título lucrativo, que es un término atenuante y suena igual que si se lo pusieran al atracador que no ha entrado pistola en mano a la sucursal bancaria pero espera a sus puertas con el coche en marcha.
Con las sentencias de la Gürtel se cerrará en su ángulo legal una de las etapas más sinvergüenzas de nuestra democracia
Los juicios que ahora llegan a su recta final son de los que no quiere que se hable el PP, que hace ruido para que los árboles no dejen ver el bosque y, eso sí, cuenta con la colaboración inestimable de los Cerdán, Ábalos y Koldo del PSOE, que todos los goles que se meten en propia meta sirven par reforzar la hipótesis del empate: son todos iguales. No lo son, sobre todo en número de delitos y casos, pero aquí un clavo no saca otro clavo ni un ladrón sirve de disculpa para otro. Para lo único que vale es para que se pasen la pelota del y tú más y siembran la desesperanza de los votantes que sienten que les dan a elegir entre el hambre y las ganas de comer.
Con las sentencias de la Gürtel se cerrará en su ángulo legal una de las etapas más sinvergüenzas de nuestra democracia, esa que deberíamos de reforzar ahora que se dice que casi un veinte por ciento de los jóvenes españoles tienen buena opinión de Franco y le ven algunas ventajas a la dictadura. Como la máquina del tiempo sólo existe en la novela de H. H. Welles, no les podemos meter en ella y mandarlos un año al franquismo, a ver qué nos cuentan que les ha parecido al regresar, pues habrá que tratar de educarlos mejor y conseguir que entiendan que hasta con sus Gürtel, sus novios de la presidenta, su Hacienda de Montoro y las chistorras de quinientos y lechugas de doscientos de los secretarios de organización con mentalidad de bandoleros, este sistema es mejor y hay que mejorarlo, pero sobre todo defenderlo con uñas y dientes. Nos va en ello la libertad.
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