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El Gobierno sacará adelante el plan de reparación para víctimas de abusos con o sin la Iglesia

Si Ayuso está en Israel, en Israel no hay nadie

Que vivimos en una nube es algo que se nota cuando hablamos de ministerios. ¿Cuáles son los importantes? ¿Cuáles los más prestigiosos, aquellos por los que más se pelea y dan una mayor relevancia a su titular? Nos hacen esas preguntas y hablamos de Economía, Trabajo, Defensa, Justicia… Poca gente señalaba la Sanidad hasta hace poco e incluso hubo quien dijo en su día que era “una María”, una suerte de premio de consolación. Igual la pandemia de coronavirus que nos ha arrasado ha servido para cambiar esa visión de las cosas, porque al final por el ambulatorio o el hospital pasa todo el mundo, tarde o temprano, y porque hemos visto a dónde conduce el ataque sistemático a la Seguridad Social: al dolor, al sufrimiento y al caos. Quienes se presentan ante las cámaras y los micrófonos como defensores y garantes del sistema, en realidad son sus peores enemigos y no están aquí para hacer que funcione, sino para sustituirlo por un negocio privado. No quieren pacientes, sino clientes; no quieren derechos, sino privilegios. Lo repito a menudo, pero lo haré una vez más: el único principio del neoliberalismo es que cada persona tenga aquello que se pueda pagar. Ni más, ni menos. Y mientras a unos les roban, otros se vuelven de oro, y para demostrarlo, no hay más que leer las noticias que llegan de las cuentas de la ultraderecha, lanzadas por sus disidentes y que dicen que lo que se hace en la dirección de Vox es desviar a sus bolsillos y sus cuentas millones de euros destinados, en principio, a su financiación y que, ya de por sí, tenían un origen muy dudoso. Eso sí, todo ello mientras agitan patrióticamente la bandera, a ver si hipnotizan a unos cuantos con el bamboleo. No les interesa lo más mínimo España, sólo hacerse con ella y tener la llave de la caja fuerte en la mano.

No quieren pacientes, sino clientes; no quieren derechos, sino privilegios. Lo repito a menudo, pero lo haré una vez más: el único principio del neoliberalismo es que cada persona tenga aquello que se pueda pagar

La Sanidad está en el ojo del huracán, las Urgencias no funcionan, las listas de espera son eternas, los pasillos están llenos de enfermos en camillas o sillas de ruedas… El jefe de la oposición, Núñez Feijóo, lo resuelve diciendo que todo es una maniobra del Gobierno para poner a su partido a los pies de los caballos, y la jefa del jefe, Díaz Ayuso, lo repite y añade que lo que están haciendo profesionales y ciudadanos con sus manifestaciones y huelgas es “una campaña política.” Los números, como suele ocurrir, les llevan la contraria: en 2022, las tres comunidades autónomas que menos invirtieron en Sanidad fueron Madrid, Andalucía y Murcia, todas ellas gobernadas por el PP, en solitario o con sus socios de la extrema derecha. Madrid, la última de la lista, puso 1.300,55 millones de euros; la primera, Euskadi, 1.991, 21. Pueden decir misa y lograr que haya quien ve visiones y repite eslóganes, pero las cifras no mienten.

El consejero de Sanidad de Ayuso, sin embargo, tiene una solución y no es invertir más, sino hacer que no nos atiendan médicos sino enfermeros. Y si ese disparate no cuela o genera, como es lógico que haga, más protestas, inoportunas a las puertas de unas elecciones como las de mayo, Díaz Ayuso pretende hacer un truco de magia, que es derivar enfermos a centros privados. Es decir, que los financiemos todos, puesto que esas empresas, que es lo que son, cobran por cada servicio que prestan, cada prueba que hacen y cada consulta, y les pagarían con nuestros impuestos. Es todo delirante y, sobre todo, de un cinismo que da miedo.

El otro recurso de Díaz es contratar compañías de limpieza, pagadas también con dinero público, que arranquen carteles reivindicativos y limpien pintadas contra la gestión de su Gobierno; o también mandar inspecciones que controlen si se pide el apoyo a los sanitarios a quienes vayan a Urgencias. Todo, menos invertir más, atender a las reivindicaciones de las y los profesionales y mejorar un servicio que ellos han degradado intencionadamente, en beneficio de las clínicas y seguros privados. Eso sí, los fondos que dice que no tiene la Comunidad, sí que los tuvo para pagarle comisiones descomunales a su hermano y los tiene para irse a Israel a no decir una palabra de Palestina y a decir que Ada Colau no representa a nuestro país y ella sí, en una rueda de prensa a la que no fue ningún medio local, sólo los dos que ella se llevó desde Madrid. O sea, lo mismo que ocurrió en otros desplazamientos a Miami y Nueva York, donde hizo exactamente el mismo ridículo con cargo al presupuesto. Casi podría resumirse la aventura con el famoso poema de Ernesto Cardenal: “Si tú estás en Nueva York / en Nueva York / no hay nadie más. / Y si no estás / en Nueva York / en Nueva York / no hay nadie.”

A la presidenta siempre le quedará hablar del Falcon, la ETA, Cataluña y tal y tal, o lanzar uno de sus dislates históricos, el último de ellos que "las universidades son obra de la Iglesia, uno de sus muchos regalos al mundo, como también lo fueron las misiones, especialmente en el nuevo mundo, gracias a las cuales se preservaron las lenguas de los nativos y se los respetó desde el primer día." No es necesario añadir una sola palabra.

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