¡La banca siempre gana! Helena Resano
En las últimas semanas se han viralizado varios vídeos del periodista José Miguel Villaroya hablando de lo woke, asegurando, en palabras textuales, que “el wokismo se ha creado para destruir la ideología real de izquierdas. El wokismo lo que quiere es dividir a la clase trabajadora”. El tertuliano hace referencia a la teoría de que categorizarnos entre personas LGTBIQ+, racializadas, o mujeres, incluso, es una estrategia de división que viene de los sectores reaccionarios.
Esto ha reabierto un debate bastante cíclico que precisamente lo que busca es enfrentar a varios sectores dentro de los propios movimientos de izquierda, como pasó este mes de junio cuando algunas cuentas de difusión intentaron crear una división entre la huelga del metal en Cádiz y los que iban a las manifestaciones del Orgullo.
¿Pero, es lo woke, lo queer, lo feminista o lo antirracista un caballo de Troya para dividir a los movimientos obreros?
La respuesta es simple y se refleja muy sencillamente en una escena de una película maravillosa llamada Te estoy amando locamente.
Durante la película, ambientada en Sevilla en 1977, uno de los personajes es detenido, apalizado por la policía y encerrado en prisión al ser pillado maquillado, con pendientes y vestido de forma “poco masculina” a las afueras de una discoteca de ambiente. Detención amparada en la Ley de Peligrosidad Social, que en aquel momento penaba la homosexualidad y la disidencia de género.
La clave está en una escena en la que sus amigas recogen firmas para derogar dicha ley y sacar a su amigo de prisión. En ella, apelan a un señor y le piden “una firma antifascista”. Él les responde que por supuesto, que él es de izquierdas. Pero, al aclararle para qué es concretamente la firma, el señor deja el bolígrafo y se va, mientras Mili, interpretada por Álex de la Croix, le grita: “Oye, que nosotras también somos de izquierdas, ¿eh?”.
En literalmente unos 15 segundos, la película responde al debate.
Las personas queer, disidentes de género, LGTBIQ+, pertenecían y pertenecemos también, en nuestra mayoría, a esa mayoritaria clase obrera. Sin embargo, no siempre hemos tenido el apoyo de esta mayoría cuando se nos persigue o violenta por serlo. Porque, os vamos a contar un secreto: en la izquierda y en los movimientos obreros también hay sesgos y también hay quienes, por muy obreros que sean, oprimen a otros. Si esa clase obrera crea estratos dentro de sí misma para que unos puedan seguir estando por encima de otros, ¿a quién defiende realmente?
Lo que realmente divide a la clase obrera no es la visibilidad del movimiento LGTBIQ+, sino la lgtbiqfobia. No es el movimiento feminista, sino el machismo. No es el movimiento antirracista, sino el racismo. No es la visibilidad de las personas con discapacidad, sino el capacitismo.
Lo que realmente divide a la clase obrera no es la visibilidad del movimiento LGTBIQ+, sino la lgtbiqfobia. No es el movimiento feminista, sino el machismo
De nada le sirve una lucha obrera sin perspectiva feminista a la mujer que sufre violencia a manos de su marido, por muy obrero que este sea. De nada le sirve la lucha obrera a la mariquita que es muy obrera y muy precaria, pero a la que muchos de quienes deberían ser sus compañeros agreden y expulsan de los espacios de socialización.
De nada sirve un discurso que romantiza la nostalgia por una lucha obrera liderada única y exclusivamente por hombres blancos vestidos de mono azul, como si la mujer trans sin recursos ni hogar que se dedica por obligación al trabajo sexual o la marica no normativa a la que no contratan por su forma de expresarse no fueran obreras, con los mismos problemas que el resto de obreros, pero amplificados, precisamente, por la percepción de su identidad.
Y si lo woke es “creado por el liberalismo y lo conservador para dividir a la clase obrera”, ¿por qué lo woke es lo primero en ser atacado por ellos en cuanto se necesita un chivo expiatorio?
Comprar el marco de los Trump, los Milei y los Abascal de que lo woke es malo y peligroso y debe ser invisibilizado, es asumir que ellos ya han ganado; es rendirse a desterrar a quienes ellos dictan que deben ser desterrados.
Supongo que lo que divide a la clase obrera no es que siga habiendo intolerancia, o quienes compran discursos de odio, o tener 47 partidos distintos que dicen representarla atacándose entre ellos. No. Seguro que es lo feminista o lo LGTBIQ+.
Y sí, todas las reivindicaciones obreras beneficiarían a los colectivos minorizados, sí. Pero también todas las reivindicaciones feministas o LGTBIQ+ o antirracistas son reivindicaciones para la clase obrera. Porque todas las personas que forman parte de ella se beneficiarían de un mundo sin imposiciones de género, sin odio entre nosotros y sin presiones absurdas marcadas por una educación sesgada y unas expectativas inalcanzables.
Recordad: que la izquierda compre el discurso de que hay que dejar atrás a quienes marcan los contrarios es la mayor seña que existe de que esa parte de la izquierda ya ha asumido que ha perdido la batalla y que renuncia a continuar en la lucha. Pero, si lo habéis hecho, no os preocupéis, que las woke sí seguimos en ella.
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