Torrejón, un modelo mortal Pilar Velasco
Soy consciente de que este título va a provocar sarpullidos entre incels de todo pelaje e incluso políticos conservadores que están a punto de convertir el fútbol femenino en una práctica woke, pero no voy a contribuir a invisibilizar una realidad que es gozosa y no vergonzosa. Es una realidad que el fútbol femenino está lleno de lesbianas. Ayer mismo leí que hay más lesbianas visibles en la selección de Gales que gays visibles en todo el fútbol profesional masculino internacional. Sólo en la selección española hay seis o siete mujeres abiertamente lesbianas y, por lo visto, en los equipos de fútbol femeninos hay una media de entre un 20% y un 30% de lesbianas visibles y orgullosas, como reza el brazalete que portan algunas de ellas. Ser una lesbiana visible es una postura ideológica. Asumiendo que estoy generalizando es bastante evidente que las mujeres futbolistas no se parecen a sus colegas masculinos. Ellas expresan opiniones políticas con más facilidad que ellos, han sido capaces de organizarse para defender sus intereses laborales y se han rebelado conscientemente contra la discriminación sexual. Están en posiciones contrahegemónicas, rebeldes, al contrario que los futbolistas. Así que es lógico que los incels rabien y que a las instituciones deportivas, machistas y conservadoras, estos datos no les gusten especialmente. Acercarse a las redes en estos días, en los que se ha celebrado la Eurocopa, suponía comprobar cómo a la derecha y a los machistas los éxitos de la Roja femenina no les hacen tan felices como los éxitos de la otra Roja.
No, claro, el fútbol no encierra nada intrínsecamente lésbico ni revolucionario de por sí pero es un hecho que la construcción médica del lesbianismo y la reivindicación del acceso al deporte por parte de las mujeres, a cualquier actividad física en realidad, son cosas que ocurren en el mismo momento histórico y ambas tienen que ver con el feminismo. Cuando surge el deporte femenino, en el siglo XIX, las mujeres visten corsés y miriñaques, que impiden cualquier actividad física, y el ideal físico de mujer es el de un ser pálido y etéreo, casi transparente, el ángel del hogar cuya vida pasa entre las paredes de su casa. Así, el deporte surge como la reivindicación de un modo de vestir que permita libertad de movimientos y la actividad en sí como la posibilidad de habitar un cuerpo ágil, sano y fuerte, que se mueva libremente. El deporte femenino, cuando nace, supone una disrupción absoluta de la norma impuesta para las mujeres decentes. Todo lo que el deporte ofrece a las mujeres, y lo que exige, es visto por los biempensantes como una amenaza para la “verdadera” feminidad y, por tanto, para una adecuada relación entre los sexos. Para muchos de los científicos de la época, el deporte femenino fomenta el lesbianismo, como también aseguran que hace el trabajo (siempre que sea elegido) o los estudios superiores.
Parte de esta mentalidad ha pervivido en el tiempo y el deporte femenino siempre ha sido visto con suspicacia. Cuando yo era joven aun recuerdo que los comentaristas deportivos de principios de los 90 narraban los eventos haciendo continuas referencias a la feminidad de las atletas, de manera que esta quedara bien establecida. Recuerdo escuchar decir de algunas de ellas que “era muy bella y femenina” o bien se nos informaba de que estaban casadas, por si las dudas. Recuerdo también a la madre de Arantxa Sánchez Vicario asegurando que acompañaba a su hija porque “los vestuarios estaban llenos de lesbianas”. Seguramente era así.
En todo caso, en la mayoría de los deportes femeninos las presiones para adaptarse a las normas tradicionales de género son menores y esto puede facilitar que muchas mujeres lesbianas o bisexuales se atrevan a manifestar su orientación sin miedo, al menos dentro de su comunidad deportiva. Al mismo tiempo, esto puede hacer también que muchas niñas lesbianas o bisexuales se acerquen el ambiente deportivo buscando precisamente eso: un espacio de normas sexuales e ideales heteronormativos menos rígidos. Sigue siendo verdad que los ideales estéticos y sociales heteronormativos continúan siendo muy pesados para muchas chicas que pueden encontrar en el deporte ese espacio que todavía tiene algo de disruptivo y, por tanto, más libre respecto a dichas normas, sean ellas lesbianas o no.
Sigue siendo verdad que los ideales estéticos y sociales heteronormativos continúan siendo muy pesados para muchas chicas que pueden encontrar en el deporte ese espacio que todavía tiene algo de disruptivo y, por tanto, más libre respecto a dichas normas, sean ellas lesbianas o no
Si hablamos de deporte masculino ocurre lo contrario. El deporte se ha configurado como un espacio de hipermasculinidad tradicional que es una cárcel para cualquier hombre que se resista a encarnar esa posición, sea gay o no. La toxicidad masculinista se encuentra entre los propios deportistas, pero sobre todo, entre los seguidores, que exigen que sus ídolos representen una hipermasculinidad normativa y sin fisuras. Cualquier grieta en esa posición conllevará desprecio y acoso para el deportista. Un acoso o bullying que sufrirán más los deportistas aficionados o más jóvenes, lo que hace que sea para ellos mucho más difícil salir del armario. Lo que hace más libres a las mujeres porque les proporciona más opciones a la hora de expresar su propia posición vital, encarcela a los hombres, obligados a encarnar posiciones de masculinidad normativa que, a lo mejor, no serían las elegidas por muchos de ellos. El deporte necesita ser un reflejo de la sociedad y no un ámbito extraño a ella; los deportistas masculinos necesitan abrir ese espacio para poder mostrarse tan femeninos o tan poco normativos como quieran. Las mujeres ya lo han hecho, van muy por delante.
Por ahora, ayer, mientras la selección jugaba la final de la Eurocopa muchas de mis amigas lesbianas se habían reunido para vivir el acontecimiento y, por lo que vi, estamos a punto de convertir las competiciones de futbol femenino en nuestro Festival de Eurovisión. Pues ya era hora.
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Beatriz Gimeno es exdirectora del Instituto de las Mujeres.
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