Lo que ya estaba mal con ‘Emilia Pérez’ antes de los tuits de Karla Sofía Gascón
Durante un tiempo largo, en Estados Unidos y Europa se celebró la película Emilia Pérez mientras desde el país protagonista, México, se clamaba que era una burla a un dolor muy profundo: el de la violencia y los desaparecidos. El rechazo que suscitó en México, extendido por América Latina, discurría en paralelo a la meteórica carrera de la cinta, como si nadie más pudiera oírlo. El grito y el boicot de un país enorme no movieron nada, pero unos tuits (más recientes de lo que la palabra “antiguos” evoca) han dinamitado la campaña del filme a las puertas de los Oscar. Ahí ya tenemos un primer elemento para pararnos a pensar.
Ya estaba mal la idea de hacer un musical sobre un profundo dolor de país sin participación de profesionales de ese país, sin rodar tampoco en ese país, sin conocer ni cuidar la lengua mayoritaria de ese país
Netflix y el director, Jacques Audiard, se han esforzado en desmarcarse de Gascón, sin paños calientes, pero por mucho que la quiten de los carteles y hagan como que nunca existió, lo cierto es que ella era la cara de su éxito y su ausencia sólo hace más grande el elefante en la habitación. Los tuits de Gascón no eran sólo racistas, como se está resumiendo. Eran mensajes de burda crueldad y odio hacia una infinidad de colectivos y personas. Es lo correcto que se desmarquen de esas ideas, pero la manera en la que la han apartado, haciendo leña del árbol caído, no les deja precisamente en un gran lugar.
Audiard ha corrido a renegar de su actriz principal pero no ha podido explicar sus propios comentarios, recuperados de una entrevista en vídeo de hace unos meses, en los que dice que el español es “una lengua de países emergentes, una lengua de países modestos, de pobres, de migrantes”. La hemeroteca tiene para todos. En su caso no hacía falta: ya los mexicanos advirtieron al mundo de que el director francés había usado los problemas más duros de su país para una película que ni siquiera intentó hacerlo bien, con respeto: hay errores que delatan la ausencia de una mínima documentación, hay una catástrofe lingüística, hay un despropósito cultural. Hay adanismo: Audiard argumenta por un lado que no se le puede juzgar desde el realismo porque él estaba haciendo algo rompedor con un musical y, por otro, que gracias a él en México se habla más que nunca de los desaparecidos. Hay que tener valor –o ignorancia o desdén– para decir eso.
Mucho estaba mal con Emilia Pérez antes de los tuits de Gascón: la sola idea de hacer un musical sobre un profundo dolor de país sin participación de profesionales de ese país, sin rodar tampoco en ese país, sin conocer ni cuidar la lengua mayoritaria de ese país y sin tomar el tema social sensible del que te nutres suficientemente en serio como para estudiarlo bien. Es probable que Emilia Pérez se quede sin muchos de sus hace nada previsibles premios como reacción a la debacle de los tuits de Gascón, pero habrá muchas personas para las que siga siendo incomprensible que en Europa y en Estados Unidos no estemos hablando también de lo problemático de la cinta que nos llevan señalando hace tiempo.
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