Torrejón, un modelo mortal Pilar Velasco
Se celebró el Orgullo en Budapest y fue un éxito de convocatoria. Como decía una mujer respecto a su asistencia al mismo: “no se trata del Orgullo, se trata del bien y el mal”. Así es, en un lado los derechos humanos y la democracia y en el otro lado el autoritarismo. En el lado de los derechos están todos los que se están recortando en todo el mundo: los derechos de las mujeres, de las minorías, de las personas trans, de las minorías sexuales, de las personas con discapacidad, de las racializadas, de los hablantes de lenguas minorizadas, de los enfermos, de las personas viejas, derechos climáticos… en fin, derechos que se han ido conquistando a base de lucha y, en muchas ocasiones, de vidas, y que han ido construyendo la base de lo que consideramos una democracia. En el otro lado está el fascismo. Cualquier derecho que se pierde es un paso adelante del fascismo y nos incumbe a todas. Los derechos no son compartimentos estancos, hay una sociedad de derechos y otra sin derechos. Defender la primera es una tarea urgente e imprescindible en este momento. En la situación en la que estamos tenemos que entender que no hay demandas aisladas, y que toda reclamación sobre las diferencias es ahora, en realidad, sobre lo común. Tenemos que entenderlo así. Cualquier demanda que pueda parecer particular es, en este momento, una demanda sobre cómo se entiende el mundo y cómo queremos vivir en él.
La manifestación de Budapest ha sido enorme y no ha habido incidentes gracias a las decenas de cargos públicos de todo el mundo que se dieron cita en la capital húngara. Probablemente haya sido el Orgullo más multitudinario de los que se han celebrado en Hungría. Han asistido decenas de europarlamentarios y de cargos públicos de toda Europa, además de activistas de todo el mundo. Aparentemente ha sido un éxito, pero es un éxito que puede ser fugaz. Mañana mismo, cuando ya no mire nadie, la realidad puede pasar por encima como un tanque. Orbán ya ha advertido que usará métodos de reconocimiento facial para poner multas; la policía puede poner miles de multas a las personas que han asistido; puede también comenzar una persecución judicial al alcalde de Budapest, un progresista que se opone a Orbán, hasta conseguir echarle de la política. Ambas cosas: las multas por protestar y manifestarse y el lawfare lo conocemos de sobra también por aquí y se expanden como la peste. Ya sabemos que ahora mismo no hacen falta tanques para dar golpes de Estado o para acabar con las protestas. En el Reino Unido y en Alemania ya hay personas en la cárcel por manifestarse pacíficamente a favor de Palestina. Y Palestina es también hoy otra causa inexcusable para el mundo.
Hoy parece ya claro que la Unión Europea no va a salvarnos de nada, que todo es posible en su seno excepto la defensa de una economía puesta al servicio de la ciudadanía
Día a día vemos cómo las instituciones de los países democráticos se muestran casi indiferentes ante esta avalancha autoritaria, cómplices. Von der Leyen ha declarado a las personas LGTBI+ que se manifestaban en Hungría que la UE es su aliada, pero, mientras decía eso, impedía que sus comisarios acudieran a la manifestación para evitar, según ella misma declaró, el choque institucional con Orbán. ¿Para cuándo entonces el choque? ¿Y qué hay que hacer para que la UE considere que el choque es inevitable? Sabemos de sobra que el choque se produce cuando el incumplimiento tiene que ver con intentar poner límites a los mercados, véase Syriza. Pero… ¿no hay límites a las medidas contrarias a los derechos humanos que un país de la UE puede imponer a su ciudadanía? Tal como están las cosas es muy legítimo preguntarse ¿para qué nos sirve a la ciudadanía la Unión Europea? Más allá de constituirse como un mercado único, de facilitar el flujo de capitales y de imponer políticas de austeridad y recortes, ¿no son siquiera capaces de mantenerse firmes en la defensa de derechos básicos? Es evidente que las instituciones supranacionales se ven a sí mismas con la única misión de imponer mercados sin restricciones, en los que deciden nuestras vidas, pero que no les incumbe garantizar unos mínimos democráticos. Hungría y otros países de la UE, como Polonia, han iniciado una senda de ataque a los derechos de las mujeres, a los derechos LGTBI, a la libertad de prensa, el derecho de manifestación y reunión, de control absoluto de la judicatura… Y las reacciones han sido débiles, fácilmente sorteables. Hoy parece ya claro que la Unión Europea no va a salvarnos de nada, que todo es posible en su seno excepto la defensa de una economía puesta al servicio de la ciudadanía. Todas las preguntas que nos hemos venido haciendo en estos años, los debates políticos sobre el papel de Europa, la defensa de la Unión Europea sobre la base de la democracia… está saltando por los aires al ritmo que marca un demente en Washington. Sorprende, por otra parte, comprobar la cobardía y el servilismo de esos políticos, el grado al que están dispuestos a humillarse quienes, por otra parte, no tienen gran cosa que perder, salvo, quizá, un puesto de poder, pero no la vida, ni su dinero. Cuando les veo arrastrándose ante el tirano americano, me pregunto hasta dónde están dispuestos a llegar.
Estamos en un momento en el que parecemos estar volviendo a niveles de desigualdad económica casi feudales. Todos los controles que se le pudieron poner al capitalismo han saltado por los aires y el mundo está dominado por unos milmillonarios obscenos desvinculados absolutamente de la suerte de la humanidad en su conjunto; milmillonarios que se ven a sí mismos como seres supraterrenales, de otra especie, y supongo que piensan que podrán escapar a tiempo de la catástrofe que se avecina. Spoiler: no podrán.
En todo caso, para poder acabar con la arquitectura, la frágil arquitectura, del mundo que siguió a la Segunda Guerra Mundial, los milmillonarios y sus siervos gubernamentales han tenido que apoyarse en ideologías antiderechos, en ideologías basadas en el miedo y el odio. Esto ha funcionado siempre y parece que, a pesar de todo el progreso técnico y científico acumulado, sigue funcionando. Y es aquí donde también me pregunto si las personas podemos olvidar lo que hemos aprendido, lo que sabemos, lo que hemos vivido, lo que hemos sido, lo que todavía somos. ¿Podemos olvidar las luchas que hemos mantenido, las que hemos ganado, los derechos conquistados, las experiencias que hemos vivido? ¿Podemos las mujeres olvidar que, a pesar de lo que queda por hacer, hemos llegado muy lejos y hemos sido más libres que nunca? ¿Podemos olvidar que hemos sabido que las vacunas salvan, que todas nosotras hemos vacunado a nuestros hijos e hijas? ¿Podemos las personas LGTBI olvidar que las ciudades llenaban las calles con las banderas del orgullo, que en la escuela los niños y niñas LGTBI podían acceder a libros que les hablaran de su experiencia, que conseguimos arrinconar la vergüenza, que podíamos salir a la calle sin miedo? ¿Podemos olvidar que el racismo, aunque seguía vivo, era considerado algo execrable? ¿Podemos olvidar que hemos experimentado la solidaridad y el respeto hacia otros/as diferentes? ¿Podemos olvidar las victorias? ¿Puede el miedo hacer que olvidemos lo avanzado? ¿Cuánta violencia es necesaria para que los derechos y la dignidad se olviden?
En estos días de retrocesos en derechos, cuando las instituciones que se supone que iban a defender un mínimo democrático han desaparecido, con los bárbaros otra vez a las puertas de nuestras ciudades, pienso que no sé cuánta resistencia podremos oponer pero tengo cierta confianza en que el olvido no sea del todo posible.
____________________________
Beatriz Gimeno es exdirectora del Instituto de las Mujeres.
Lo más...
Lo más...
LeídoTu cita diaria con el periodismo que importa. Un avance exclusivo de las informaciones y opiniones que marcarán la agenda del día, seleccionado por la dirección de infoLibre.
Quiero recibirlaAna María Shua y su 'Cuerpo roto'
Cartas de Maruja Mallo
Doña María Moliner: 'Hasta que empieza a brillar'
¡Hola, !
Gracias por sumarte. Ahora formas parte de la comunidad de infoLibre que hace posible un periodismo de investigación riguroso y honesto.
En tu perfil puedes elegir qué boletines recibir, modificar tus datos personales y tu cuota.