Ayuso y la familia

La presidenta de la Comunidad de Madrid incluye a menudo en sus discursos una encendida defensa de la familia. En particular, le gusta combinar familia y bajada de impuestos. Hace unos días, Isabel Díaz Ayuso anunció con alborozo la tramitación de una nueva rebaja fiscal en el Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones, que incrementará hasta el 50% la bonificación para las herencias y transmisiones entre hermanos y entre tíos y sobrinos por consanguinidad. La rebaja se suma a la bonificación vigente de un 99% para las transmisiones entre cónyuges, hijos y ascendientes directos. De acuerdo con las estimaciones ofrecidas por la presidenta, la nueva medida generará un ahorro de alrededor de 140 millones anuales y beneficiará a unos 14.000 madrileños.

Llama la atención la referencia explícita a la consanguinidad. Si quien amasó la fortuna fue el cónyuge de tu tío o el sobrino de tu mujer, olvídate de la bonificación. La Comunidad de Madrid defiende a la familia, no a los advenedizos. Y no se puede negar que, en lo de defender a su familia, Ayuso siempre predica con el ejemplo. 

Después, las cifras. ¡14.000! ¡Guau! Aunque si tenemos en cuenta que la población de la comunidad madrileña se elevaba según el INE a 7.001.715 habitantes en 2024, la cantidad ya no impresiona tanto. No llega ni a un magro 0,2% del total. A todos, a todos, no parece que vaya a beneficiarnos. ¿Quiénes se van a ahorrar, entonces, los 140 millones? Si se detraen de los impuestos, acabará habiendo más perjudicados que favorecidos. ¡Cuántas cosas útiles para mucha gente podrían hacerse con 140 millones de dinero público!

Cuando se establecen bonificaciones o ayudas sin fijar escalas de aplicación ni topes, no suelen salir más beneficiados quienes más lo necesitan sino, por pura matemática, quienes más tienen. Por poner un ejemplo fácil: una cosa es que rebajen a tus hijos el 99% en el impuesto sobre la herencia del pisito que es tu vivienda habitual, y otra bastante distinta es que se lo descuenten a los hijos de Amancio Ortega o de Juan Roig. Lo primero puede ser justo; lo segundo contribuye a afianzar la desigualdad. Quizás se legisla para favorecer a las familias, pero a las de siempre.

Quizás se legisla para favorecer a las familias, pero a las de siempre

De acuerdo con un informe de Oxfam de 2024, el 10% más rico de la población española acumula más de la mitad de la riqueza del país y el 1% de los más ricos entre los ricos monopoliza algo más del 20%. En cambio, el 50% de los hogares más pobres no alcanza ni el 8% de la riqueza total. La riqueza está en manos de unos pocos, de unas pocas familias. Según una información de la revista Forbes de hace algunos años, 30 familias acaparan gran parte de la riqueza en España. En general, y aunque haya excepciones, los ricos no se hacen, nacen.

Muchas de esas familias que concentran la riqueza patria llevan haciéndolo por lo menos los últimos 40 años. La distribución de la riqueza en España sigue siendo deudora en muchos sentidos de los casi 40 años de la dictadura franquista y de lo poco que se cambió después. Numerosos ricos actuales son los herederos de quienes hicieron o multiplicaron su fortuna gracias a su cercanía al franquismo. Algunos comenzaron ya por financiar el golpe de Estado y la posterior guerra. Otros se beneficiaron de expropiaciones, monopolios, concesiones exclusivas, grandes obras públicas y, en general, de las ventajas que les ofreció su afinidad con el poder en un régimen clientelar. La aclamada transición no cuestionó la estructura socioeconómica del país y las grandes familias dueñas del capital fueron aprovechando las oportunidades. Por ejemplo, hacerse con cuantiosos paquetes accionariales de las grandes empresas públicas que se iban privatizando, siguiendo el ejemplo histórico de sus antecesores en la élite, que ampliaron su condición de terratenientes con las amortizaciones.

Para redondear, un informe de 2022 de la OCDE constata que, en España, el 20% más rico recibió más del 30% de las ayudas públicas, mientras que el 20% más empobrecido apenas recibió un 12% del total. Lo de las paguitas que convierten a los más desfavorecidos en vagos aprovechados es una leyenda urbana.  Los ricos españoles y los partidos que más los defienden, que constantemente andan sacando pecho por su milenaria herencia cristiana, parece que quieran cumplir la críptica afirmación del Evangelio de San Mateo según la cual a quien más tiene se le dará y a quien no tiene se le quitará aún más.

Últimamente todos, creyentes y ateos, nos hemos convertido en especialistas en cónclaves, papas e intrigas vaticanas. Ha sido divertido. No sé si los conocimientos recientemente adquiridos han dado para saber que 2025 es un año jubilar para la iglesia católica. En un año jubilar, los fieles pueden alcanzar la remisión de todos sus pecados si cumplen ciertos requisitos. En 2025 nos ha tocado el Jubileo de la Esperanza. Bonito nombre.

El jubileo es una institución que, como tantas cosas, el cristianismo heredó del judaísmo, a menudo cambiando enormemente su significado. Tal como figura en el Levítico ⎯incluido en el Tanaj judío y el Pentateuco cristiano⎯, el jubileo era mucho más radical. Cada 49 años todo había de restituirse a su estado original para recomenzar de cero, y no en un sentido puramente simbólico o espiritual. Se condonaban las deudas, se eliminaban las servidumbres, se redistribuían las tierras… El jubileo renovaba las estructuras sociales y económicas: corregía tanto la pobreza y dependencia extremas como la acumulación excesiva en manos de unos pocos y, con ello, reafirmaba la igualdad esencial entre todos. El jubileo se sustentaba sobre una premisa básica y generaba una esperanza fundamental. La premisa: la tierra no pertenece a los seres humanos, quienes, por así decirlo, estamos aquí de prestado. La esperanza: la injusticia no tiene por qué ser eterna.

Los políticos como la señora Díaz Ayuso identifican la justicia con promulgar leyes que garanticen que la riqueza continúe acaparada por muy pocos. Más allá de las ensoñaciones de llegar a contar entre ellos, la esperanza de la mayoría pasa por desbancar a los que piensan como ella del poder.

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Ana Isabel Rábade Obradó es filósofa y profesora titular de la Universidad Complutense de Madrid.

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