Torrejón, un modelo mortal Pilar Velasco
En España se ha consolidado una maquinaria de demolición política que opera a plena luz del día. Se llama Manos Limpias, Hazte Oír y Abogados Cristianos, pero son solo la punta visible del iceberg. Su fin está contrastado: lanzar denuncias sin pruebas, organizar campañas de odio y enredar a la justicia en guerras ideológicas. Pero esta maquinaria no funcionaría sin los padrinos políticos y mediáticos que les dan cobijo, legitimidad y altavoz.
Feijóo, ese falso político moderado que se aprovecha del fango y que juega con dos barajas, en Europa se viste de estadista moderado, pero en Madrid guarda un silencio cómplice ante las denuncias falsas contra la mujer y el hermano de Sánchez. Sabe que son querellas sin recorrido, pero mientras tanto ocupan titulares, desgastan al presidente y alimentan la sospecha. El barro le está resultando útil, su disfraz de demócrata es una farsa, se lava las manos mientras otros hacen el trabajo sucio.
Abascal, el jefe de la jauría, no tiene complejos. Vox vive de la misma gasolina que alimenta a Hazte Oír y Abogados Cristianos: odio al feminismo, a los derechos LGTBI, a la memoria democrática. Sus discursos parlamentarios son el eco de los autobuses del odio y de las querellas por “ofensas religiosas”. Este al menos no se esconde: alienta, protege y celebra cada una de las campañas de estos grupos, porque forman parte de su estrategia electoral. El fango y la mentira no lo incomodan, lo necesita.
La derechona, a falta de argumentos, decidió abandonar el terreno del debate político para instalarse en la guerra sucia permanente
Luego están los altavoces mediáticos, la artillería del barro, el tercer vértice del triángulo: los medios que amplifican el ruido. OkDiario, Libertad Digital, EsRadio o determinados programas de tertulia televisiva se encargan de convertir denuncias ridículas en escándalos nacionales.
Manos Limpias presenta una querella sin pruebas, los medios afines la inflan como si fuera una bomba, el PP calla y Vox aplaude y el Gobierno queda bajo sospecha. Es el ciclo del fango, repetido una y otra vez. No es periodismo: es propaganda coordinada al servicio de una estrategia de acoso político.
La derechona, a falta de argumentos, decidió abandonar el terreno del debate político para instalarse en la guerra sucia permanente. Feijóo calla, Abascal jalea y los medios afines amplifican. Y mientras tanto, organizaciones minoritarias y ultras se convierten en actores políticos de primer nivel, no por su fuerza real, sino por el respaldo que reciben de quienes deberían defender la democracia y no dinamitarla.
Ya sabemos quién está detrás de Manos Limpias, Hazte Oír o Abogados Cristianos. La pregunta es ¿cuánto tiempo más vamos a tolerar que la derecha institucional se esconda tras estas marionetas para derrocar al Gobierno progresista de coalición?
Porque cuando la política se sustituye por el fango, lo que se erosiona no es solo un presidente o un partido: es la propia democracia.
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Juan Antonio Gallego Capel es funcionario de carrera de la Administración de la Región de Murcia, socialista, defensor del Estado federal, laico y republicano.
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