Torrejón, un modelo mortal Pilar Velasco
No podemos permanecer impasibles ante el discurso de odio que la extrema derecha intenta instalar en la opinión pública contra los inmigrantes. "Una invasión islámica", es el mensaje fuerza que resume un ideario racista, cuyo objetivo es deshumanizar a los inmigrantes, convertirlos en una amenaza y provocar el rechazo social.
Aunque la falsedad del mensaje es evidente, debemos responder. Contrarrestar los prejuicios no es tarea fácil, pero es absolutamente necesaria. Como decía Einstein, es más difícil desintegrar un prejuicio que un átomo.
La ultraderecha usa el concepto de invasión con infinita maldad. Todos entendemos por invasión una acción hostil de ocupación de un territorio. Al añadir el adjetivo "islámica", activan prejuicios y estereotipos negativos para elevar al máximo la alerta ciudadana. Es la estrategia de la manipulación del miedo. El mensaje es muy peligroso. Y falso.
Los fenómenos migratorios no son nuevos. Nuestra propia historia lo demuestra. Entre 1999 y 2009, más de cinco millones de inmigrantes llegaron a España, atraídos por el empleo que generó la burbuja económica. Aunque la memoria sea frágil, también entonces se hablaba de "invasión" y hubo un intenso debate. Pero pasado el flujo masivo, la integración ha sido total. Viven y conviven entre nosotros con normalidad, las políticas de integración funcionan cuando se hacen bien. España era y es un país seguro.
La inmigración en España es, ante todo, un fenómeno ligado a la economía y al empleo. Me parece absurdo preguntarse si uno está a favor o en contra. La inmigración no se elige; se gestiona porque sucede por necesidad. Hay una necesidad de personas que no encuentran oportunidades en sus países, y una necesidad de un país que las acoge porque las necesita.
Aunque parezca inconcebible tener que recordarlo, parece necesario hacerlo: los trabajadores inmigrantes son personas con la misma dignidad que los nacionales. Dejan atrás a sus familias y países con un gran desgarro personal. Un poco de empatía sería más recomendable que la mirada de rechazo. Además de empatía, debemos gestionar esta realidad con rigor y alejados de prejuicios.
La idea de que ser inmigrante te convierte en un potencial delincuente es tan falsa como ruin. En España, residen hoy casi nueve millones de personas nacidas fuera de nuestras fronteras. Cerca del 25% lleva tanto tiempo que ya tiene la nacionalidad española. El mensaje que la ultraderecha intenta difundir es que la mayoría son africanos. La intención es señalar el origen para remarcar la diferencia cultural, lo cual, creen, facilita el rechazo. Hasta en eso se les nota su racismo. Pero la percepción dista mucho de la realidad.
La idea de que ser inmigrante te convierte en un potencial delincuente es tan falsa como ruin
El 75% de la inmigración en España es de origen latino o europeo. Las personas de origen africano no llegan al 4% de los residentes. Si hablamos de personas en situación irregular, la cifra es aún mayor: la inmensa mayoría proviene del continente americano. La imagen del telediario de las pateras llegando a Canarias distorsiona los datos reales. Además, este año la llegada se ha rebajado un 36%. Aun así, la ultraderecha juega con esa percepción errónea para promover el miedo.
España es uno de los países más seguros del mundo, con tasas de criminalidad muy bajas. En 2025 se han cometido 40 delitos por cada mil habitantes, la más baja de la seria histórica a pesar del considerable incremento de la población. En el año 2023, según los datos del INE, se condenó a 270,000 personas por algún delito: 70,000 eran extranjeros y unos 200,000 eran españoles.
Estas cifras nos dicen que, de cada 100 inmigrantes, uno fue condenado por cometer un delito. ¿Pensaría alguien que, si un español comete un delito, los otros 99 son peligrosos? La misma idea valdría si fueran dos o tres por cada cien. ¿Por qué pensarlo de un inmigrante y no de un europeo? Solo se explica por un prejuicio intencionalmente envenenado por la ultraderecha. Criminalizar a todo el colectivo inmigrante cada vez que uno de ellos comete un delito es pura y llanamente xenofobia. No veremos esa colectivización cuando el autor del delito sea un ciudadano europeo.
La mala noticia de este debate público es que el Partido Popular, que conoce estos datos y esta realidad, se ha mimetizado con Vox en su discurso migratorio. En lugar de combatir el odio por el bien de la convivencia y la economía, ha optado por sumarse a la estrategia racista de Vox.
No podemos contar con ellos para defender la sensatez, la convivencia y la economía. Lo pagarán caro. La inmigración requiere, para una buena gestión, cercanía con la realidad y alejamiento de prejuicios y discursos de odio.
Promover la exclusión y el rechazo es la peor de las soluciones. Por injusto y por contraproducente. El germen más poderoso de la inseguridad es, precisamente, la exclusión y la marginalidad. Empujar a los inmigrantes hacia ellas, además de ser contrario a la dignidad humana, solo puede provocar el efecto opuesto al que sus promotores buscan. Además de xenofobia, rezuman ignorancia. Un mínimo sentido de sensatez y humanidad invita más hacia políticas que favorecieran la integración y la convivencia; no por buenismo, ese palabro que tanto gusta usar a quienes carecen de razones, sino por justicia y eficacia.
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Ignacio López Cano es Diputado del PSOE por Málaga.
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