El catolicismo cultural, ¡ay, madre! Cristina García Casado

Toda realidad efectiva sobre las personas, sobre las organizaciones, instituciones, corporaciones, empresas, industrias, centros de investigación, de enseñanza, etc., todo lo que posee relevancia para los ciudadanos, todo lo relativo al futuro también, se halla en la RED. Y la RED, en su dimensión de infraestructura y de código, ha incorporado a los agentes más significativos de estas realidades. Los Estados, en el nivel ejecutivo, gubernamental se han incorporado como una parte interesada más, “stakeholder” en la gobernanza de Internet.
La terminología aquí es tan importante como en la estrategia política; quien acuña los términos, gana el dominio. Así, dicha gobernanza, en lo que toca a los Estados, se plasmó y se formalizó durante la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI), organizada por las Naciones Unidas en dos fases: Ginebra (2003) y Túnez (2005).
En la CMSI se reconoció la importancia de la industria, de las finanzas, de los expertos (Academia) y de la representación social. La gubernamental era reconocida, pero no como elemento arbitral situado por encima de las partes, sino como simple “stakeholder". De modo que los Estados perdieron su dimensión simbólico-legal por encima de conflictos en esa realidad virtual y global que es internet. En ella, todas las partes, en “su terreno”, son “partes interesadas”.
Cuando sucedía esto, a comienzos de siglo, los gobiernos aún podían gobernar bajo el paraguas de su soberanía. Y el meollo de la cuestión ―la infraestructura de la RED―, aún era modesta. Se basaba en el cableado de la red telefónica. En 2010 comenzó a implementarse el cable óptico, y dos años después, vendría la implementación de banda ancha, con subvenciones, obras públicas de infraestructura, etc.
Hoy la infraestructura pasa por cables submarinos intercontinentales, cables terrestres, grandes centros de datos, torres de comunicaciones, redes profundas, o los diversos sistemas satelitales (de órbitas LEO, MEO, GEO, Haps, etc.). Toda esta infraestructura terrestre, submarina y aérea soporta el flujo y la circulación de internet, con una peculiaridad: actualmente es, en gran parte, propiedad privada de las grandes empresas tecnológicas y de la comunicación. Y la que aún es pública, está en proceso de externalización.
Dicha infraestructura posee una capa física (la infraestructura propiamente dicha) y otra, también física, de enlace, para transferir datos entre dispositivos conectados directamente y gestionar el control de acceso al medio y la detección de errores mediante protocolos (ejemplo: protocolo Ethernet para LAN, redes locales; Wifi para conectividad inalámbrica de redes locales, etc., HDLC, Frame Relay etc.). En este nivel material y básico, los Estados han cooperado en la creación y desarrollo de infraestructuras del cable terrestre y submarino (90% de flujo de internet) y han implementado políticas de apoyo a su instalación y construcción.
Otro nivel no físico, pero importante, es el del código: Se trata de la capa de protocolo y código que impone los estándares y protocolos que permiten la comunicación efectiva entre dispositivos y aplicaciones en la red. A este nivel es de vital importancia qué tipo de protocolos y qué prioridad alcanzan en ellos los Estados y gobiernos. Es decir, en qué medida estamos representados funcionalmente como países soberanos en la RED. Y aquí habría varios niveles a garantizar. Niveles técnicos, es decir, básicamente tres: la capa de red ―lo que solemos llamar internet― que direcciona y enruta los paquetes de datos a través de la red, cuyo protocolo central es la (IP) ―la cifra que identifica nuestro dispositivo― que asegura que los datos lleguen al destino adecuado; la capa de transporte que garantiza una comunicación fiable de datos entre dispositivos, con protocolos de transmisión (TCP), de datagrama de usuario (UDP) para control de flujo y de corrección de errores, y la capa de aplicación que incluye protocolos que permiten a las aplicaciones interactuar con la red, como los HTTP para las webs, el SMTP para el correo o la FTP para la transferencia de archivos.
Pero si lo técnico es importante, aún lo es más aquellos códigos que recogen la extensión asociada a los Estados. Y es importante en la medida en que las raíces que identifican a los países seccionan los campos de emisión y recepción, gracias al sistema de nombres de dominio (DNS). Su raíz aporta a una dirección territorios genéricos como .com, .org, .net, .info o .biz enfocado a negocios, o dominios superiores con código de país como .es para España, .fr Francia o us. para EEUU, etc.
Todos estos dominios fundamentales se controlaban a finales del siglo pasado por organismos ligados al Departamento de Comercio Exterior de EEUU, y a lo largo de este siglo, se han ido transfiriendo a la gestión privada como “comunidad de múltiples partes interesadas" (stakeholders) representada por la ICANN (Corporación de Internet para la Asignación de Nombres y Números). La ICANN gestiona los dominios mediante la coordinación de DNS (Sistema de Nombres de Dominio) y delega los TLD (dominio de nivel superior) a otros operadores de registros, la acreditación de registradores, implementación de políticas y resolución de conflictos entre partes, y la promoción de transparencia y participación global en la toma de decisiones. Al menos esta su declaración oficial.
En cuanto a los contenidos y servicios, el nivel más visible para los usuarios, se observa una tendencia a la creación de grandes plataformas que aglutinan todo tipo de servicios y dejan a la sombra iniciativas menores. Una privatización que entiende contenidos y servicios como negocio, sean contenidos Webs, servicios en nube (aplicaciones y plataformas que ofrecen servicios como almacenamiento, procesamiento de software, etc.), redes sociales y plataformas de comunicación, etc..
Así, vemos que tanto la infraestructura, el código y los contenidos se dirigen hacia un proceso de privatización generalizado. Esto incumbe al tratamiento que se da a los Estados y gobiernos en la red como una parte interesada más en los distintos niveles de decisión. Quizá se haya llegado a esta situación de privatización por una razón de peso económico: la dinámica de innovación es acelerada en todos los campos estratégicos de internet y la escala de inversiones supera las capacidades de los estados para hacer frente al control y desarrollo de la RED.
Quizá se haya llegado a esta situación de privatización por una razón de peso económico: la dinámica de innovación es acelerada en todos los campos estratégicos de internet y la escala de inversiones supera las capacidades de los Estados para hacer frente al control y desarrollo de la RED
Europa está construyendo su soberanía a nivel de redes y nube propias, y alguna nacionalización de cable submarino como en Francia con Alcatel Submarine Networks (ASN), pero casi toda la infraestructura es coparticipada con empresas privadas, externalizada o simplemente privada. Es cierto que el modelo de participación de los gobiernos se centra en aspectos de políticas públicas, mientras que otros actores, como la comunidad técnica y académica, se enfocan en aspectos operativos y técnicos. Pero el proceso de privatización parece imparable e imprime carácter. Y esto genera cierta dependencia de quienes poseen dicha infraestructura que hoy pasa por controlar el espacio (haps, satélites, etc.) para evitar posibles sabotajes y llegar a zonas donde no hay cable. Pero en este terreno, Europa queda claramente en desventaja, sobre todo en zonas donde el cable no puede llegar por conflictos locales, devastación, pobreza, aislamiento, etc. Zonas que en la actualidad parecen atractivas para los grandes capitales por su riqueza. Por ejemplo, en Ucrania, en Donetsk y Lugansk, con monacita y bastnasita para extraer el neodimio, el praseodimio y el lantano; en República del Congo con cobalto, cobre, diamantes y coltán, minerales útiles para la tecnología, Afganistán con litio, cobre, cobalto y “tierras raras”; en Myanmar con jade y piedras preciosas, y en la codiciada Groenlandia― que sí dispone de cable―, aunque no sabemos si está conectada a Kvanefjeld y Kringlerne, donde se hallan los yacimiento de de neodimio, europio, disprosio e itrio, además del codiciado uranio.
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Sergio Hinojosa es licenciado en Filosofía por la Universidad de Granada y profesor de instituto.
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