Europa ante el dilema

¿En qué hay más ingenuidad, en pensar que el desarrollo del capitalismo actual camine hacia regímenes democráticos o en esperar que en unas relaciones recíprocas con el gigante asiático se llegue a tan deseables regímenes? La dependencia europea de EEUU parece haber tocado techo. EEUU está siendo parasitado a velocidad de vértigo por magnates que imponen sus reglas y destrozan las instituciones democráticas y rompen las reglas de juego internacionalmente aceptadas. Está siendo meridianamente claro que los Estados europeos, por su fragmentación y falta de liderazgo, son incapaces por sí solos de frenar o moderar la tendencia del neoliberalismo económico. Así las cosas, la segunda opción es difícil, pues EEUU no consiente que los Estados europeos estrechen lazos con su rival chino, pero no imposible. 

En Europa, pese a la extrema derecha y el brazo largo de los ultras de USA, existe aún una derecha clásica que no se niega a la relación con Pekín, incluso ve ahí una salida para su mercado. Quizá le merezca la pena emplearse más a fondo en las relaciones ya establecidas con China. Naturalmente, las relaciones deberían tomar otra envergadura y no limitarse al flanco empresarial. Pero no creo que lo haga. ¿Es posible desde la izquierda presionar para que esto suceda? En China hay procesos en marcha que si se los compara, asombra su semejanza; en educación, en sanidad, en servicios sociales, etc. Además, hay suficientes organismos internacionales, foros y mecanismos supranacionales para establecer relaciones y llegar a acuerdos, aunque EEUU haya dejado los asientos retirando su aporte de financiación. 

Por otro lado, en el caso de que aumenten las exigencias (no sólo de Trump, sino de los venideros) y se hagan insostenibles, Europa quedaría descolgada y perdería el peso que aún le queda. Quedaría atrapada en la bisagra y sería demasiado tarde. El gigante asiático se desarrollará sin catalizadores externos que lo moderen políticamente. 

China tiene su camino trazado, pero ha dejado la puerta abierta a otras relaciones. Lo ha dicho por el revés y el derecho. Pero si se la aísla, su camino está trazado y volverá la espalda a cualquier influencia de nuestros valores y nuestra cultura (que ya existe en una parte de su población). Y, si sólo recibe acoso por parte de la potencia rival, la represión se recrudecerá y se volverá aún más agresiva. Sólo que su poder, en tecnología e influencia global, seguirá creciendo mientras que la fortaleza de los Estados europeos seguirá menguando. 

China quiere abrirse a Occidente y ha dado muestras de ello en distintos foros. Ahora bien, tiene problemas que obstaculizan esa relación. Problemas cuya solución depende de cambios en su régimen, pero también de cambios en el modo en que las otras potencias se han relacionado con este país. Pues en no pocas ocasiones se han usado dichos problemas en su contra para limitar y amortiguar su expansión. 

China quiere abrirse a Occidente. Ahora bien, tiene problemas que obstaculizan esa relación. Problemas cuya solución depende de cambios en su régimen, pero también de cambios en el modo en que las otras potencias se han relacionado con este país

Temas como la soberanía de Taiwán, tan enarbolada por EEUU, merecen atención aparte. Aquí nos limitaremos a otros, como el del trato que reciben las minorías en la provincia de Xinjiang al noroeste de China o en el Tíbet. Aquí hay que tener en cuenta que Xinjiang limita con Mongolia, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Afganistán (una frontera muy pequeña en el corredor de Wakhan), Pakistán y la India (zona de Aksai Chin, disputada con India pero administrada por China). En definitiva, con zonas poco desarrolladas y algunas bajo teocracias. Si nos atenemos a los hechos, vemos que la afirmación de Colin Mackeras –“China está ganando la lucha por mantener a Xinjiang dentro de sus fronteras”– es cierta si atendemos a la creencia de que elevando el nivel de vida disminuirá el independentismo y se estabilizará. Efectivamente, China está invirtiendo y elevando ese nivel de vida. Por ejemplo, ha dotado la región de un “Plan del Cable Digital de la Ruta de la Seda” para el Corredor de Wakhan y está invirtiendo ingentes cantidades en comercio y logística en la Zona Franca Piloto (FTZ) en Ürümqi, Kashgar y Horgos. Ha desplegado redes “Ten Networks”, está construyendo el aeropuerto Tashkurgan, creando infraestructuras como el Túnel Tianshan Shengli o redes ferroviarias y carreteras. De modo que las inversiones públicas se elevan a 280-380 mil millones de yuanes entre logística, energía, manufactura, salud, energía limpia, red eléctrica extra-alta tensión (Tarim), bases renovables, ciencia y tecnología, el gran Telescopio Qitai, IA y centros de datos y fabricación avanzada. Aparte invierte también en educación, empleo, vivienda, turismo, etc. Es cierto que lo hace para integrar a la población en el régimen chino y disminuir los separatismos ligados a modos sociales anclados en el pasado, pero esto ha sucedido también en Occidente. Lo cual no justifica la represión, pero aclara el problema tal cual es y en qué medida Europa puede criticar, rechazar o agudizar, o bien, comprender y ayudar a solucionar.

Otro de los obstáculos es su relación con el país más hermético del globo: Corea del Norte y su divinizado líder. Aquí hay que tener en cuenta varios aspectos. China tiene 1360 km de frontera con este país. Esto crea una dependencia mutua, y engorrosa para China en su relación con Occidente pues hay población china de origen coreano, los chaoxianzu (más de 2.2 mll) que se concentra en las tres provincias limítrofes (Heilongjiang, Jilin y Liaoning), es decir, en la región del Dongbei, la antigua Manchuria. China sería a Corea del Norte lo que la RFA fue para la RDA, con relaciones familiares incluidas. Ambas Coreas desean buscar puntos de unión y llegar a la unificación como sucedía en Alemania. Pero si Corea del Norte se desestabiliza o colapsa, China tendría que asumir un proceso migratorio masivo a sus tres provincias difícil de encajar. Esto también explica la incómoda presencia del líder norcoreano, máxime tras las tensiones a raíz de sus experimentos nucleares. 

Otro reproche que se le hace a China para no mantener relaciones es su falta de sensibilidad en el tema del Dalai Lama y su relación con el Tibet. Al igual que en Xinjiang, el Tíbet ha sido receptor de numerosas inversiones. Por ejemplo, se ha puesto en marcha la construcción la mayor planta hidroeléctrica del mundo, ubicada en el río Yarlung Tsangpo, en la región de Nyingchi con una inversión cercana a 1,2 billones de yuanes, una estación hidroeléctrica en Medog, también en construcción desde julio de 2025. Se ha iniciado la construcción de una línea ferroviaria entre Xinjiang y el Tíbet, es decir una vía de unión norte-sur que los pondrá en contacto comercial con Pakistán y la India. Las empresas públicas invertirán en industrias adaptadas a las condiciones geográficas locales y enfocadas al empleo de graduados universitarios. Por otro lado, una de las ideas centrales de Xi Jinping, la de promover la reunificación del país, que naturalmente está dirigida integrar a Taiwán, también se refiere a la integración de las distintas culturas y mentalidades (budismo, confucianismo, etc.) en lo que sea compatible con el socialismo chino, es decir, con una una suerte de nacionalismo combinado con el Estado social. El resurgimiento del confucianismo va por ese camino. Este tipo de adaptación se ve en muchos aspectos, por ejemplo en la proyección urbanística de Lhasa, capital del Tíbet, que si bien los edificios emblemáticos se han convertido en parque temático, se nota el aire tibetano en los nuevos edificios y en las construcciones más modestas, o en el respeto a sus fiestas, etc. No así a la administración económica y del patrimonio, que pasa por el Estado y no por los monasterios tibetanos, tampoco la educación que se pretende laica y despegada del pasado budista. No nos extrañemos, aquí se obliga a los padres, y con razón, a escolarizar a sus hijos en lugar de meterlos en un seminario religioso o enviarlos a cuidar cabras. Es una lucha también contra el trabajo infantil. Otra cosa es qué medios se han empleado para ello. En esto, Europa puede aportar modelos de integración más sutiles y mejor adaptados a la evolución de las sociedades.

China tiene problemas internos y en su relación con EEUU y con Europa, y es cierto que, con la llegada al poder de Xi Jinping, se ha endurecido el régimen. Pero Occidente debe reconocer la parte que le toca. La respuesta agresiva de EEUU cuando China cambió el modelo económico de exportación de manufacturas a otro basado en I+D+i alejó a China de la posición de socio comercial y la lanzó a una política exterior más audaz y agresiva. 

En nuestros países asistimos al desmontaje de las instituciones creadas al amparo de la socialdemocracia, es decir, aquellas que redistribuyen socialmente el beneficio. Esto ha sembrado un horizonte de dudas y pesimismo. EEUU, la potencia protectora del orden internacional, parece ahora alentar a los fanáticos apostando por salidas decisionistas y menos democráticas, siendo éstas las únicas capaces de reconstruir la convivencia, promover la igualdad y nivelar las diferencias económicas. 

Europa tiene aún mucho que aportar y está a tiempo de profundizar sus relaciones con otros países. Sería una necedad no hacerlo y, peor aún, instalarse como “enemigo comercial” de China, como hace EEUU y quiere que hagamos todos los demás

Pero Europa tiene aún mucho que aportar y está a tiempo de profundizar sus relaciones con otros países. Sería una necedad no hacerlo y, peor aún, instalarse como “enemigo comercial” de China, como hace EEUU y quiere que hagamos todos los demás. 

La derecha norteamericana se ha subido al carro del populismo, es más barato y fácil de manejar que la democracia. Pero este giro está emponzoñando las relaciones nacionales e internacionales. Ahora bien, pese a esta tendencia viralizada, no cabe ni la sumisión sin condiciones como pretende Trump ni la autocomplacencia confundiendo a nuestra sociedad con el fin de la historia. Tampoco debemos caer en las provocaciones que ridiculizan y menosprecian nuestros valores y nuestros logros. 

El giro del America first no espera dignificar los Estados de Estados Unidos, espera hacer caja y ganar mercado para los grandes grupos económicos que sostienen esa deriva política en vías de globalizarse. Europa debe definir más nítida y contundentemente su posición, ser más proactiva y firme ante este dilema forzado que presenta al “pastor/a libre de toda atadura”, para legitimar saltarse a la torera leyes e instituciones y usarla a su antojo imponiendo su silbido a las ovejas. Los pastores Trump, Orban y sus copias; Bolsonaro, Miley, Ayuso, etc. pasarán y vendrán otros/as. Pero la tendencia me temo que seguirá viralizándose.

Hago mía la cuestión planteada por Rafael Poche Feliu: “... una nación tan antigua y única en su demostrada capacidad de sobrevivir, que hoy resume y contiene, como ninguna, los dilemas existenciales de toda la humanidad, ¿puede ser observada con vehemencia y sin respeto?; ¿debe ser objeto de arrogante aleccionamiento, o sujeto de intercambio y atenta observación?; ¿no tendrá esa anciana alguna receta que aportar, con miras a resolver la crisis global, resultado de una manifiesta quiebra occidental?”   

_____________________________

Sergio Hinojosa es licenciado en Filosofía por la Universidad de Granada y profesor de instituto.

Más sobre este tema
stats