Los riesgos de la escalada verbal guerracivilista
Cuando en 2016 dispararon y apuñalaron a la diputada laborista Jo Cox, llevaba tres meses recibiendo amenazas y mensajes de odio. Antes de matarla, el asesino, un británico vinculado a un grupo neonazi, gritó “¡Gran Bretaña, primero!” y “¡Gran Bretaña, independiente!”. Jo Cox era una destacada política proeuropea. La mataron pocos días antes del referéndum del Brexit, tras una campaña plagada de exageraciones y mentiras.
El asesinato de Cox en Reino Unido demuestra lo perjudicial que puede llegar a ser normalizar una escalada dialéctica como la que estamos viendo estos días en nuestro país. La tensión en el clima político español ha subido en intensidad con las protestas en la calle Ferraz. Como también ha influido que destacados líderes comparen el acuerdo del PSOE y Junts con el 23F y los asesinatos de ETA, que aseguren que Sánchez ha dado un golpe de Estado o que repitan insistentemente que estamos en una dictadura.
“Dibujar una situación política como si fuese de extrema gravedad es peligroso. Cuando las manifestaciones en las sedes de los partidos se condenan a medias corremos el riesgo de que alguna gente se crea esas exageraciones y se tome la justicia por su mano. No podemos permitir ese grado de irresponsabilidad política”, explica el sociólogo y profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid, Joan Navarro.
La escalada dialéctica genera odio y el odio genera violencia
Aunque en Ferraz los más radicales son señalados por los manifestantes pacíficos, en las protestas son habituales lemas de odio como “Pedro Sánchez, hijo de puta”, “Marlaska, maricón”, “los Borbones a los tiburones” o “Viva Franco”. En otros puntos de España, se ha producido la agresión al líder del PSOE en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) o han aparecido pintadas con amenazas de muerte, como en la sede socialista del municipio de Barberá del Vallés, en Barcelona.
“Echo de menos mayor perspectiva histórica”, comenta el consultor político Nacho Corredor, autor de El activismo tranquilo (Ariel, 2022). “España no está en riesgo porque los nacionalistas se impliquen en su gobernabilidad o pidan un referéndum a través de mecanismos constitucionales, sino cuando crece el número de personas que se sienten ajenas a la nación”, opina. Este grado extremo de crispación puede afectar, según los expertos, a la cohesión social. “Hay gente que se está creyendo que el próximo gobierno —que va a tener mayoría absoluta en el Parlamento— no es legítimo. Y su comportamiento puede ser no solo no reconocerlo sino tener un comportamiento de obstrucción frente a él”, explica Navarro.
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En los próximos días, justo antes del debate de investidura, tendrá lugar un momento álgido de esta escalada dialéctica, enmarcada en una competición por liderar la calle entre el PP y Vox y sacar rédito a la crítica a la ley de amnistía. Posiblemente, volveremos a escuchar discursos plagados de referencias guerracivilistas. “Desde 2018 hemos oído que se ha dado un golpe de Estado”, ironiza Corredor. En opinión de Joan Navarro, “esto ya lo hemos visto anteriormente, por ejemplo, después del atentado del 11M, en el que el PP movilizó a todos los poderes económicos y sociales en contra de un gobierno que declararon ilegítimo”.
No condenar con rotundidad la violencia o instigar, como ha hecho esta semana Santiago Abascal, a la desobediencia de las fuerzas de seguridad es peligroso. Hace falta mayor responsabilidad política para no dividir aún más la calle y evitar que nos acerquemos aescenarios extremos como el asalto al Capitolio, la irrupción en el Congreso de Brasil de los partidarios de Jair Bolsonaro o el desgraciado asesinato de Jo Cox.