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Crisis del coronavirus

La crisis emergente tras el covid-19, el escenario propicio para apuntalar aún más la baja fecundidad española

Una familia llega a la Playa de Levante, de Salou.

El número de nacimientos sigue descendiendo. Y el número de hijos por mujer, también. Según los últimos datos publicados el 3 de junio por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2019 hubo 359.770 nacimientos en toda España, un 3,5% menos que un año antes y un 27,3% menos que hace una década. Las mujeres en edad fértil tuvieron, de media, 1,23 hijos, la cifra más baja desde el año 2001.

Esta es la cifra realmente preocupante, según explica Albert Esteve, demógrafo y director del Centre D’Estudis Demográfics (CED) de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). El descenso ha sido una constante en los últimos años, pero sobre todo desde 2008, cuando el índice de fecundidad se situó en 1,44 hijos por mujer. Ese año es, precisamente, el que se toma como inicio de la crisis económica. ¿Es casualidad? Diego Ramiro, director del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), afirma que no. "En tiempos de incertidumbre, las parejas deciden posponer la toma de decisión de tener un hijo", dice. El covid-19, ya se ha vaticinado, provocará otra crisis, aunque todavía no se sabe su alcance. Por eso los expertos consultados por infoLibre son claros: la pandemia "tendrá un efecto negativo en la fecundidad", pronostica Ramiro. "Agravará los problemas estructurales" de natalidad que ya tenemos, añade Esteve.

El covid-19 llegó a España, y al planeta entero, en forma de crisis sanitaria. Sin embargo, pronto comenzó a hablarse de que las medidas para frenar y doblegar la famosa curva de contagios desembocarían en una crisis económica y social. El Gobierno ya ha puesto cifras a ese pronóstico. El pasado 1 de mayo, la vicepresidenta tercera y ministra de Asuntos Económicos y para la Transformación Digital, Nadia Calviño, y la ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, detallaron que el destrozo que la pandemia iba a provocar en la economía española se iba a traducir en un desplome del 9,2% del Producto Interior Bruto (PIB) para este año. En paralelo, se espera que las inversiones caigan un 25% y que las exportaciones lo hagan un 27%. La situación, pronosticaron, no se recuperará hasta 2022.

Pero más allá de estas cifras, hay otras que afectarán de manera más directa —y sobre todo más rápida— a los ciudadanos. Tal y como vaticina el Ejecutivo, en 2019 el paro se disparará hasta el 19% de la población activa, por lo que se quedarán sin trabajo unos 4,37 millones de personas. Según la última Encuesta de Población Activa (EPA), España tenía a 31 de mayo, tras dos meses y medio de estado de alarma, 3,8 millones de desempleados, la cifra más alta del registro desde mayo de 2016. La destrucción de empleo, por su parte, provoca niveles más altos de pobreza, por lo que María Sánchez-Domínguez, demógrafa, socióloga y profesora de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), sostiene que la crisis que llegará con la pandemia dejará "heridas de muerte" a las familias que ya se vieron afectadas por la crisis de 2008 que, según varios informes, todavía seguía dando algunos coletazos. Y además, herirá a otras nuevas. Sobre todo, dice la experta, a los jóvenes, la generación más precaria.

Ahí está la relación entre la economía y la natalidad. Suele coincidir, explica Marta Seiz, investigadora de Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), la edad reproductiva con la etapa "clave" para la "consolidación laboral". "Pero estas generaciones se enfrentan, desde hace décadas, a elevados niveles de desempleo, a temporalidad, a precariedad en las condiciones laborales y a bajos salarios", lamenta.

"Esto es lo que explica la baja fecundidad estructural que tenemos", sostiene Esteve. Desde 2003, la tasa de fecundidad, que mide el número medio de hijos por mujer en edad fértil, se ha movido entre 1,44 hijos por mujer registrados en 2008 y 1,23 registrados este año. Desde 2014, el descenso ha sido progresivo, pero no ha tenido pausa.

Con esa situación llegó el coronavirus. Al comenzar el confinamiento, surgió la pregunta: ¿La obligación de quedarse en casa provocará un baby boom? Sánchez-Domínguez es clara en su negativa. Además, junto al resto de expertos consultados por infoLibre, sostiene que la pandemia no hará más que consolidar la situación endémica de baja natalidad y fecundidad. Además, no ocurrirá solo en España.

Según un estudio publicado por expertos italianos sobre el impacto del covid-19 en los planes de fertilidad de familias en Italia, Alemania, Francia, España y Reino Unido, las parejas que tenían planeado ser padres y madres en 2020 han o bien pospuesto o bien cancelado sus planes. "Históricamente, las crisis económicas nunca han sido el periodo preferido para que una pareja decida tener un bebé. Los millones de empleos perdidos en esas circunstancias, incluso cuando una pareja no se ve directamente afectada, crean un clima de gran incertidumbre, lo que deprime los proyectos familiares", sostiene el estudio. "Por lo tanto, podemos esperar que la crisis económica debido a la emergencia sanitaria produzca resultados demográficos similares", añade. Más, recuerdan los investigadores, en los países del sur de Europa como Italia y España, que todavía sufren las consecuencias de la crisis de 2008.

"Ante las crisis económicas, el número de hijos desciende. Nosotros vamos a encadenar esta crisis con la anterior y si las familias no tienen una buena situación económica, no van a afrontar el proyecto de natalidad", coincide Sánchez-Domínguez. Seiz opina igual. "Sabiendo que se prevé un empeoramiento de la situación económica, sí que se prevé una caída de la fecundidad a corto y medio plazo y que, por ello, se apuntalen las tendencias que veníamos observando", dice.

"La baja fecundidad va a quedar más afianzada con el coronavirus. Esta pandemia, aparte de ser una crisis sanitaria mayúscula, será una crisis social doblemente mayúscula, así que sufrirán los nacimientos a largo plazo a partir del coronavirus", añade Esteve, que cree que es algo que podremos observar a partir del mes de diciembre de 2020. Habrá, dice, más dificultad para emanciparse, más complicaciones para encontrar un trabajo estable y más miedos a no consolidarse en el terreno laboral. Eso retrasa todo.

Ya ha ocurrido antes. Ramiro publicó un artículo —junto a Francisco J. Viciana-Fernández y Víctor Montañés Cobo— en el que observó que tras la crisis de 2008 la fecundidad se desplomó en las parejas en paro y se vio resentida, aunque no tanto, en aquellas que no tenían un trabajo estable. Sin embargo, entre las que disfrutaban de un empleo más o menos seguro, la fecundidad apenas varió.

La ventana que podría abrir un teletrabajo que mejore la conciliación

La situación económica es un aspecto que se relaciona directamente con la natalidad. Pero no es el único. A la precariedad laboral y a la inestabilidad económica se suman, además, los problemas de conciliación. El informe La perspectiva de género, esencial en la respuesta a la covid-19, elaborado por el Instituto de la Mujer, recuerda que son ellas las que siguen realizando "la mayor parte del trabajo doméstico y cuidado de personas dependientes, remunerado y no remunerado". El Instituto Nacional de Estadística (INE) indica que, de promedio, las mujeres dedican casi el doble de horas que los hombres al trabajo relacionado con el hogar y la familia. Ellas destinan 38 horas semanales al cuidado o educación de los hijos y 20 a cocinar o hacer labores domésticas, frente a las 23 horas por semana de ellos en cuanto a la educación de los hijos y las 11 horas respecto a labores domésticas. Es complicado conjugar la falta de corresponsabilidad con el trabajo.

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Sin embargo, el coronavirus, que ha trastocado la realidad de millones de personas, obligó, en muchos casos, a trasladar el trabajo remunerado al hogar. Y eso que surgió como una solución rápida a la crisis sanitaria que acababa de aterrizar, dice Sánchez-Domínguez, puede llegar para quedarse. En ese sentido, sostiene la experta, el teletrabajo podría encumbrarse como una solución a la conciliación. "El hecho de que una pareja, o un padre o una madre con hijos, vea facilitada la conciliación gracias al teletrabajo, va a estimular en cierto modo o a incentivar que la persona pueda tomar una decisión", dice. "Este cambio que al principio fue forzado, si se sabe orientar bien, puede tener consecuencias muy positivas de cara a la conciliación", añade. Y eso, a los índices de natalidad.

Pero hace falta justo eso: que se sepa orientar bien. Los sindicatos ya han solicitado una regulación específica del teletrabajo en los convenios laborales, puesto que el pasado año sólo un 4,16% lo mencionaba expresamente. Y parece que la intención del Ministerio de Trabajo es abordar el problema. Tal y como aseguró la propia ministra Yolanda Díaz en una entrevista el pasado 14 de mayo, el Gobierno legislará "cuanto antes" esta cuestión. "Debe de proveerse respetando los descansos de jornada, respetando los derechos de conciliación y, por supuesto, con medidas de prevención bastante estrictas", dijo en La Cafetera de radiocable.com.

En cualquier caso, mantiene Sánchez-Domínguez, esta no será la solución para frenar el previsible descenso en la natalidad. "Será solo una pequeña parte de la historia", dice. La otra la marcará la economía. Y las previsiones no son buenas.

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