Más allá de los cálculos de Tezanos: nueve preguntas y algunas respuestas sobre qué pasará el 9J

Cabezas de lista  que concurren el 9J: Teresa Ribera (PSOE), Dolors Montserrat (PP), Jordi Cañas (Ciudadanos), Irene Montero (Podemos), Jorge Buxadé (Vox), Diana Riba (ERC), Toni Comín (Junts), Oihane Agirregoitia (PNV) y Estrella Galán (Sumar).

Más allá de los números de Tezanos, la lectura independiente de los datos internos de las últimas encuestas publicadas con datos en abierto y en especial del barómetro especial del CIS, nos permite ofrecer una estimación alternativa que responde a varios de los interrogantes que sobrevuelan los próximos comicios. 

¿Puede el PSOE discutir la victoria al PP?

O dicho de otro modo, ¿puede el PP dilapidar una ventaja que a principios de marzo parecía insalvable? Hace menos de tres meses Sociométrica pronosticaba que los populares adelantarían a los socialistas por más de 15 puntos y 10 escaños y otras encuestadoras se movían en el entorno de los 10 puntos y 7-8 diputados de ventaja. Por lo pronto ese escenario ya no existe y la distancia en votos se ha reducido a 2 o 3 puntos y 2 escaños, con 15 días aún por delante hasta acudir a las urnas. 

Como sucediera en las pasadas elecciones generales, la ansiedad del PP por colocarse en la meta antes de disputar la carrera está generando el efecto contrario. Si el año pasado el marco comunicativo en vez de ganar fue lograr “una mayoría amplia”, dando por sentada la victoria y ninguneando a Vox, con la agonía innecesaria de la formación de gobierno en Extremadura de mar de fondo, ahora no basta con crecer más que nadie y ganar, la cosa tampoco va del modelo Europeo sino de hacer un “plebiscito a Sánchez”. “Ahora o nunca”. “No habrá otra oportunidad hasta las próximas generales”… Y en esas estamos. Todo a las emociones primarias. Ayer sin ir más lejos el PP afirmaba que si Feijóo gana a Sánchez en las elecciones europeas, la legislatura quedará “en suspenso”. Chimpún. En este caso con el ruido de fondo del tira y afloja con Milei, en el que el PP está practicando un ejercicio de vouyerismo que le ha dejado en fuera de juego mientras el PSOE desplaza el eje del debate hacia la ultraderecha. 

¿A quién favorece el marco de plebiscito?

El paisaje es conocido. La mayoría de encuestas dando durante meses por sentada una victoria contundente del PP, los populares hablando del día después, de sus efectos en la gobernabilidad del país, y compitiendo la posición a Vox no desde la hegemonía de un discurso alternativo sino intentando rivalizar en contundencia. Este “déjà vu” tiene que ver con la ficción que parece haberse apoderado de una parte de la opinión informada frente a la expectativa electoral de unas hipotéticas elecciones generales anticipadas en las que la derecha sumaría. Sí, lo haría, pero ya no con los 190 escaños de febrero, sino con 178, es decir por los pelos -la mayoría es 176-, y siempre y cuando Sumar y Podemos mantuvieran la fragmentación fratricida del voto. 

Convertir las europeas en una segunda vuelta y estar durante meses anunciando a tu electorado que será una revancha en toda regla ha generado unas expectativas que no se corresponden con el horizonte electoral que se vislumbra en las tablas de este barómetro, que de confirmarse pondrá en aprietos el relato de Feijoo. Un sinsentido cuando la realidad es que el PP logrará un gran resultado en el que crecerá más que nadie. Con la proyección de Logoslab mejoraría hoy 12-13 puntos y estaría cerca de duplicar su número de escaños. Un éxito que podría quedar empañado por las expectativas generadas. 

En frente, el PSOE acepta de buena gana el plebiscito, agarrado al personalismo de Sánchez y su marco ganador. Las elecciones catalanas no han hecho sino alimentar el mito de que guste más o menos, por caminos más o menos ortodoxos, al final logra sus objetivos. Días de reflexión, máquina del fango, efervescencia catalana, reconocimiento del Estado de Palestina, freno a la ultraderecha, retirar el embajador de Argentina… palancas todas ellas de movilización para sacar de la abstención a su electorado.  

¿Puede Alvise Pérez entrar en el Parlamento Europeo? ¿Y Ciudadanos?

Si hacemos un repaso de los movimientos que se producen entre las pasadas elecciones generales y estas europeas podemos sacar una conclusión importante: el PP tiene problemas crecientes para concentrar el voto de la derecha en sus siglas, tiene un saldo ligeramente negativo entre votos ganados y perdidos con Vox, sin que este CIS, realizado en el 8 y 17 de mayo, recoja aun el posible efecto del acto de Vistalegre y la ascendencia de Milei, con lo que el viento viene de cola para los de Abascal. Además ha aparecido una nueva formación, en forma de agrupación de electores, Se Acabó La Fiesta, detrás de la cual está el polémico Alvise, que podría obtener 2 escaños –afectando las expectativas de Vox pero también del PP– y hasta Ciudadanos mantiene un mínimo reducto del 1,5% de los votos, en el filo de salvar la plaza de europarlamentario de Jordi Cañas. 

¿Serán unas buenas o malas elecciones para Sumar? ¿Resucitará Podemos?

En la izquierda el PSOE sí que está logrando concentrar el voto al aumentar a su favor las transferencias de Sumar (hasta un 18% de sus votantes el año pasado optarían hoy por el PSOE) y del espectro nacionalista, repitiendo en europeas lo que ya lograra en las recientes elecciones catalanas, donde captó un número importante de papeletas de exvotantes de Esquerra y hasta de Junts.  El dato de los republicanos es muy elocuente: un 20% de los que optaron por ERC en julio’23 votarían al PSOE en estas elecciones europeas. 

No corren buenos tiempos tampoco para Yolanda Díaz. Hace no mucho partían con las expectativas de alcanzar 6 europarlamentarios que hoy serían 4 y sin mucho margen para confiarse en el cuarto, que podrían llegar a perder. Además, Podemos, en un ejercicio de supervivencia notable, puede dar un salto muy importante para su futuro a corto y medio plazo. Una de las cosas más difíciles que hay en política es romper una inercia de caída sostenida en el tiempo y Podemos podría lograrlo en estas elecciones aprovechando los efectos de la circunscripción única, que podría llevarles hasta los 2 o 3 escaños. Un 23% de los que optaron por Sumar en las pasadas generales cogerían en europeas la papeleta de Irene Montero, que cuenta además con una buena valoración en su espacio electoral. El significado de este resultado va más allá del número de plazas que se logren, por el posible efecto dominó de aquí en adelante. 

¿Qué pasa con el espacio nacionalista?

Pasarían del 13,0% al 7,7%, lo que reafirma la hipótesis que ya explicara en estas páginas Jaime Miquel con meridiana claridad de un retroceso entre las formaciones que no han adaptado su línea estratégica a la demanda social de buscar soluciones dialogadas y políticas y han preferido optar por la ruptura. El gran beneficiado, como ya hemos comentado en este artículo, es el PSOE. 

¿Puede depararnos alguna sorpresa más estas elecciones?

En algunos sondeos se ha situado a Izquierda Española relativamente cerca de competir el escaño, aunque el CIS con una muestra de 6.404 entrevistas –muy fiable en términos estadísticos– no lo desglosa, con lo que es imposible acertar a valorar las opciones reales que tiene. Lo mismo puede decirse de otras formaciones de reciente creación como Cree de Edmundo Bal o Volt, el partido paneuropeo que en España no ha traspasado el umbral de la marginalidad pero en otros lugares como Países Bajos tiene representación. 

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Hay que tener en cuenta que en la legislatura que está a punto de terminar el número de eurodiputados ha sido de 705, pero en las elecciones que se celebrarán del 6 al 9 de junio aumenta a 720 para reflejar los cambios demográficos registrados en la Unión Europea desde 2019. A España le corresponden 61 asientos, 2 más que en las pasadas elecciones, lo que baja el porcentaje de votos necesario para conseguir representación. 

¿Debemos prestar atención a algún otro factor?

Sin duda a la participación. En 2019 votaron un 64% de españoles en elecciones europeas –que coincidieron con autonómicas y municipales–, mientras que en los comicios precedentes fueron muchos menos, un 46% en 2014 y un 45% en 2009. Esto hace que haya que interpretar con mucha prudencia cualquier análisis derivado de encuestas, en las que de manera sistemática un número superior de votantes afirma que iría a urnas y tiene decidido el partido por el cual votaría. El mismo CIS apunta a una participación “imposible”, por lo que si normalmente hay que ser cauto en esta ocasión hay que serlo mucho más. 

Rafael Ruiz es consultor y analista de datos en asuntos públicos en Logoslab.

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