Congreso. 9/7/25

Juan M. Molina Raspal

No se habla de otra cosa, al menos en los medios. Se suponía que se iba a parlamentar de corrupción. No nos equivoquemos se habló de Pedro Sánchez. De la imagen que la derecha lleva creando desde que Sánchez llegó a la presidencia del país. 

Allá por los noventa el enemigo a batir era Felipe González. Entonces también se impuso “el que pueda hacer que haga”. ¿Verdad señor Anson, señor Fungairiño, señor Pedro J, señores fiscales indomables,….? Para los poderosos de entonces (¿o son los mismos de los de ahora?¿o son los de siempre?) el ciclo del PSOE ya estaba acabado, ya no daba más de sí. Tenía que dar un paso más allá. Un joven Aznar, que se había pasado estudiando toda la transición, excepto para escribir algún articulo en la revista Fuerza Nueva, era la apuesta. La estrategia del “váyase señor González” se sustentaba en el terrorismo de Estado. El GAL, un grupo que se enraizaba en las cloacas del Ministerio de Interior en la guerra sucia contra ETA, era la patente de corso de los años ochenta. A la derecha de Manuel Fraga, paradójicamente, le indignaba el terrorismo anti-ETA. 

Don Manuel, como gustaba que le llamaran, fue ministro de Interior con Arias Navarro cuando actuaba el BVE (Batallón Vasco Español) ligado a alguno de los muchos servicios de información que dejó el franquismo. Él no pudo desconocer y, como mínimo alentar (ver fallida/chapucera Operación Pancorbo), estas relaciones Estado-Guerra sucia. Nombres como Jean Pierre Cherid, ultraderechista que participó en los tiroteos de Montejurra, policías como Amedo y Domínguez, siglas como ATE, GAE, TRIPLE A,… se repetirían y serían el hilo conductor del terrorismo de Estado hasta la época de los GAL de Vera y Barrionuevo. 

Ahora al PP le toca, paradójicamente, indignarse con la corrupción. En un ambiente –europeo y mundial– con vientos soplando a favor de una ultraderecha que con el trasfondo de las batallas culturales contra lo que llaman ideología de género, el gran remplazo marcado por la inmigración, el timo climático… sirve a sus amos, que la ven como una inversión para sus verdaderos objetivos: la desregulación económicaliquidación de impuestosraquitización del Estado del bienestar…. y para ello en España hay que acabar con el primer gobierno de coalición PSOE-izquierda. 

Por desgracia la izquierda se pinta sola para autodestruirse. Basta recordar la llegada exitosa a la política parlamentaria/municipal de las Mareas gallegas, los Comunes catalanes, Compromís, Podemos,… y su hundimiento por batallas ideológicas de ridícula importancia, luchas de egos, mala gestión del poder o cualquiera de las razones que acaban tradicionalmente jodiendo la cosa

Ahora al PP le toca, paradójicamente, indignarse con la corrupción

El pegamento para el Gobierno de coalición quedó sólo en manos de Sánchez, un tipo que, con sus claroscuros, nadie duda en calificar de superviviente nato. Por eso había que ir a por él y sin hacer prisioneros. Ignorando y negando su propio pasado y presente de chanchullos y corrupción. Repetir el “quien pueda hacer que haga” que tan bien aprendió Aznar. Por eso Feijóo, una versión nada buena del perennemente ofendidito Aznar, sólo ha podido seguir con el mantra del usurpador Sánchez y de sus traidorzuelos compañeros de viaje, que en el Parlamento son todos menos los cada vez más gemelos PP y Vox, gemelos univitelinos con el mismo ADN, corto y con casi un único mensaje: consigue el poder como sea y obedece a tus amos, quien paga manda

A los votantes reflexivos y cabales se nos va estrechando cada vez más el camino. Sólo nos queda elegir entre la ultraderecha y cualquier otra cosa menos mala. Y, démonos un toque de optimismo, seguir esperando, como escribió Méndez Ferrín, creo que en Con pólvora y magnolias, que entre una chinita en los engranajes del Sistema y podamos aprovechar nuestra oportunidad.

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Juan M. Molina Raspal es socio de infoLibre.

Juan M. Molina Raspal

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