Maduro en el espejo de Noriega

Un dictador caribeño a unos 3.000 kilómetros de Miami se rebela contra el presidente de Estados Unidos. El país tiene recursos cruciales para los americanos y una defensa fácil de batir, con soldados poco motivados, armamento caduco y una población resignada y agotada.

Puesto que el país está en la ruta inevitable del transporte de drogas que parte del Sur de América hacia el Norte, a la administración estadounidense no le cuesta mucho hacerle el traje al sátrapa latino como jefe corrupto de una red de narcotráfico internacional.

Se da la circunstancia de que el revoltoso gobernante se quiere atornillar a la poltrona usando feas artimañas golpistas, mientras quien gana las elecciones legítimamente no tiene más remedio que refugiarse en una embajada o en la clandestinidad.

La población nacional e internacional está harta del dictador, pero nadie actúa. Estados Unidos, que no suele pedir permiso a nadie, decide invadir el país, aplasta la débil resistencia, permite acceder al poder al que fuera legítimamente elegido y restaura el orden democrático. La comunidad internacional condena de boquilla la injerencia, pero en el fondo se alegra de que el dictador haya sido derrocado. Estados Unidos recupera su influencia y sus negocios en la zona, y a otra cosa.

Hablo de Panamá en 1989 pero podría estar hablando de la Venezuela de hoy y de lo que podría estar sucediendo allí estos días.

Venezuela tiene petróleo y Panamá un canal crucial. Noriega era un militar autoritario de derechas y Maduro es un civil de izquierdas. Una diferencia que quizá tuviera relevancia en la época de Bush padre y Gorbachov, pero hoy no. Yo imagino –por supuesto es solo imaginación– que Putin o China dejarían sin apoyo a Maduro, si Trump se inhibe en Ucrania o Taiwán. En este mundo de gobernantes autoritarios, sin principios ni escrúpulos, las ideologías –o lo que queda de ellas– se orillan si se trata de proteger zonas de influencia geoestratégica.

Si Trump sacara esposado de Venezuela a Maduro y jurara Edmundo como presidente de la República, el mundo solo protestaría un poco y bajito. Ese es el lamentable mundo que habitamos

Hay un gobernante con legitimidad reconocida por la mayoría en Venezuela (Edmundo González, es decir María Corina Machado), como lo había en Panamá: Guillermo Endara. Si Trump sacara esposado de Venezuela a Maduro y lo encerrara en una prisión, como Bush hizo con Noriega, y jurara Edmundo como presidente de la República, el mundo solo protestaría un poco y bajito. Ese es el lamentable mundo que habitamos.

Puede que Maduro tema que Trump le eche por la fuerza, que no va de farol. Por eso, tras las bravuconadas de la semana pasada, anunciando un reclutamiento masivo de ciudadanos para la defensa armada de la patria, que no ha levantado la más mínima pasión entre la población, esta semana ha preferido moderarse y pedirle ayuda a la inteligencia artificial para saber si esas imágenes de la narcolancha derribada son reales o no. La IA, que es muy lista, le ha dicho que no, que son falsas. Quizá lo que le quiera decir es que es mejor no responder a las provocaciones del lunático de la cara naranja. Porque en este caso podría apuntarse un tanto como un promotor universal de la democracia y puntuar para el Nobel de la Paz Tiene guasa la cosa.

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