¡La banca siempre gana! Helena Resano
Este semana, RTVE lanzaba su primer informativo, YaTdigo, pensado y producido para las redes sociales. Si José Ramón Pérez Ornia o Juan Cueto estuvieran entre nosotros, lo estarían celebrando junto a José Pablo López como uno de los días más felices de sus vidas. Todo su legado, todo su pensamiento y pasión por las pantallas por fin se ha puesto en marcha. RTVE es hoy una televisión radical para una democracia radical que ha levantado un escudo catódico contra los bulos, las verdades alternativas y el fascismo.
Juan Cueto y Ornia conformaron una dupla singular: fueron el pensamiento que produce el futuro. Y, efectivamente, el futuro quizá no es un tiempo, sino tan sólo una fábrica de pensamiento presente contada, mayormente, en frames. Juan Cueto fue la modernidad de los años 80 pensando en el presente. El que fuera fundador de los Cuadernos del Norte y columnista de las páginas de televisión en El País vivía instalado en el siglo XXI. Nada de lo que hoy sucede le fue entonces ajeno. Despeinado y con el puro de la inteligencia encendido las 24 horas del día, analizaba el medio que, como nos dijo McLuhan, siempre es el mensaje.
En la misma línea se movió Pérez Ornia, productor de Godard y fundador de esa misma página pionera que analizaba la televisión y que practicó desde Telemadrid, primero, y desde la Radiotelevisión del Principado de Asturias (RTPA), después, con la visión y la pasión de hacer un producto con firma de autor. Su entusiasmo por la imagen y la vanguardia de la imagen digital nos dejó un hombre de ademanes jesuitas y pensamiento político revolucionario.
Cueto y Ornia. Menuda pareja. Si siguieran vivos, hoy serían gurús de la semiótica en las redes sociales, chamanes de la palabra en Twitter, enganchados a Instagram, como dos magos de la verdad escondida tras la pantalla. Y algo de esto, o bastante de este legado, ha sido recogido por José Pablo López, el manda de RTVE, que se ha jugado el tipo apostando por la retirada del ente público de Eurovisión si continúa participando Israel. La valentía de José Pablo ha logrado que la televisión pública sea más competitiva, más diversa, más inclusiva sin restar al ente público ni un ápice de rigor y dignidad. Somos lo que comemos y también lo que vemos.
Hay quien opina que Ornia o Cueto fueron dos anomalías digitales, como lo está siendo José Pablo ahora, un pequeño archipiélago catódico interior, una especie de Ávalon perdida en una nebulosa compuesta de millones de imágenes emitidas al mismo tiempo. En cambio, yo creo que los tres sí han influido en el periodismo español y en la televisión que se hace en España, otorgándole a la vida cotidiana la dignidad de lo desconocido, entregándonos a la necesidad de aferrarnos a la novedad, depositando en la revolución digital una parte decisiva del devenir de la democracia occidental y, en particular, de la de nuestro país.
Hay quien opina que Ornia o Cueto fueron dos anomalías digitales, como lo está siendo José Pablo ahora. En cambio, yo creo que los tres sí han influido en el periodismo español, otorgándole a la vida cotidiana la dignidad de lo desconocido
La novedad hoy está hiperrevolucionada. Nos desborda. Es más difícil escoger un tema que escribir sobre él. La novedad es una estrella que ha nacido ante nuestros ojos, muerta. Toda novedad desvela nuestra propia estupidez, un cúmulo de contradicciones que nos devuelve a la condición de homínido, de antropoide que se bajó del árbol hace tres días con la sonrisa y la ambición de una bestia que ha reconocido cierta bondad en el mundo.
Retorno a Cueto, a sus artículos recopilados en Exterior Noche o Pasiones Catódicas para ver que sigue ahí, su manera de pensar y ejercer la ironía desde el ludismo, esa mirada despierta que comprendía las tecnologías del mundo y les otorgaba cierta humanidad por la vía de la compasión que regala el conocimiento. De adolescentes, no nos perdíamos una sola conferencia de Cueto en Oviedo o Gijón, auténticas clases de sociología, ensayismo en acto. Fue lo suficientemente inteligente para distanciarse de Gustavo Bueno. Aquello era una fiesta.
Para Cueto era más fascinante una valla publicitaria que un cuadro de Dalí, un anuncio de telefonía móvil que una peli de Pasolini. Su legado era, sobre todo, una manera de pensar y de escribir la modernidad. Periodistas como Víctor García Guerrero, Pedro Vallín o Edu Galán destilan la actitud y la voluntad de Cueto. Varias generaciones somos lo que somos, en una parte, aunque sea minutísima, gracias a la obra de Cueto. Todos ellos han seguido esa actitud política ante el presente y todo lo que vendrá después, desde una ironía desbordante, cómplice, casi fetiche. No hace falta citar a Cueto todos los días en una columna para saber que sigue ahí, activo, con el monitor de sus escritos encendido y vigente, presentísimo y entrañable. Lean a Cueto. Verán que sigue ahí, en un programa pensado para TikTok o en la corajuda decisión de RTVE de retirarse de Eurovisión porque todos sus espectadores están contra los genocidios. Sin lugar a dudas, aquí hay legado.
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