¿A qué va Pedro Sánchez a Egipto?

El presidente del gobierno asiste hoy en Egipto, invitado por dicho país, a la firma del plan de paz que pretende poner fin al genocidio en Gaza. Un plan de paz controvertido, negociado solo con una parte en la Casa Blanca y que debe ser concretado en adelante con Hamas tras la entrega de los rehenes.

Desde el punto de vista político, la presencia de Sánchez en Egipto tiene una enorme relevancia. El Gobierno de España fue el primero en Europa en mostrar una postura de condena y rechazo a la ofensiva israelí. Aunque no llegó a romper relaciones diplomáticas con Netanyahu, y le costó unos meses pronunciar la palabra “genocidio”, fue de los pocos Estados europeos en hacerlo. Conforme los meses avanzaban, fue tejiendo alianzas; algunas más débiles, otras más rotundas, con otros Estados que progresivamente hicieron virar, tímidamente, las posiciones de las instituciones europeas. Podrá pensarse que es poca cosa, y, en efecto, ante un genocidio todo lo es, pero la imagen de un Netanyahu prácticamente solo en la Asamblea General de Naciones Unidas no pasó inadvertida y la actitud española primero y la de buena parte de la Unión Europea después fueron decisivas para que eso ocurriera.

Sólo un año antes la situación era muy diferente. Apenas ningún Estado mostraba su repulsa de formas tan variadas, el Israel de Netanyahu participaba en Eurovisión y se reía del mundo con una burda manipulación, y ninguna competición deportiva abría el debate sobre qué hacer con los equipos del país genocida. Israel ejercía de la forma más cruel el “poder duro” y hacía gala de manejar a la perfección el “blando” en eventos culturales, deportivos o de cualquier otra índole. 

Sería incomprensible que Pedro Sánchez acudiera a Egipto a un acto protocolario más. Su presencia allí, para ser coherente con la política defendida, debe ser para denunciar lo obsceno de un plan ideado desde la Casa Blanca sin ningún tipo de legitimidad multilateral

Si todo este giro en el ámbito diplomático ha sido posible es, en buena medida, porque una cada vez mayor parte de la opinión pública se ha movilizado contra el genocidio. Los ciudadanos que protestaron y pararon la Vuelta Ciclista a España, los miles que salimos a las calles en toda Europa, las múltiples iniciativas que se han ido sucediendo… Todo eso ha forzado que los gobiernos tuvieran que ir clarificando sus posiciones ante una opinión pública –incluida la alemana–, que progresivamente ha ido incrementando y mostrando su rechazo. Así que, en la medida en que la sociedad española ha sido partícipe y protagonista de estas movilizaciones, la presencia del presidente del Gobierno español tiene mucho sentido.

Llegados a este punto, la pregunta más interesante desde mi punto de vista no es tanto por qué Sanchez ha sido invitado a Egipto, sino qué va a hacer allí 65.000 muertos después, cientos de miles de víctimas de toda índole, con un país arrasado, el multilateralismo aniquilado y la ley del más fuerte reinando sobre el planeta. Sería incomprensible que Pedro Sánchez acudiera a Egipto a un acto protocolario más. Su presencia allí, para ser coherente con la política defendida, debe ser para denunciar lo obsceno de un plan ideado desde la Casa Blanca sin ningún tipo de legitimidad multilateral, que deja en el aire cuestiones básicas como la garantía del fin de los ataques, que anula la posibilidad de que los palestinos puedan elegir libremente su gobierno y que omite una cuestión relevante que está pasando desapercibida. ¿Qué ocurrirá con Netanyahu?

Dice el que fuera ministro de exteriores israelí Shlomo Ben Ami en este artículo que “aun si el país (Israel) evita una condena por genocidio en el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, el estigma perdurará”. En efecto, la imagen pública de Israel y su reputación han quedado dañadas para quién sabe cuánto tiempo, pero no es lo mismo que la comunidad internacional salde cuentas con el genocida, que lo deje irse de rositas a cambio de amnistiar a los terroristas de Hamas que entreguen las armas. 

El mundo que salió de la II Guerra Mundial no hubiera sido el mismo sin los juicios de Nuremberg. Alcanzado un primer paso que permita detener las bombas, introducir ayuda humanitaria y esperemos que de forma inmediata deje entrar a las cámaras de televisión y periodistas del mundo entero, queda lo más difícil: construir una paz digna de tal nombre que incluya una solución justa para el pueblo palestino y permita reconstruir lo que quede bajo los escombros de Gaza del derecho y la comunidad internacional. Ojalá Sánchez, y el resto de líderes internacionales que acudan a Egipto, lo hagan con este cometido.

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