Queremos condenar y condenamos Pilar Velasco
La excusa de una sublevación siempre será el restablecimiento del orden frente al caos. Los narradores oficiales de la Dictadura franquista inocularon en las conciencias de la ciudadanía, durante 40 años y sin relatos alternativos a los que recurrir, la idea de que la Segunda República había traído la anarquía y la destrucción. Aún hoy se afirma, contra toda evidencia histórica, que la Guerra Civil comenzó en realidad en 1934 con la llamada Revolución de Asturias y que gracias al “levantamiento” militar de 1936, Franco salvó a España de ser una dictadura comunista. Esto no lo creen solo cuatro cretinos desinformados, no: esta es la idea que proclama Vox y también la que sostiene buena parte de la dirección del PP (los halcones como Aguirre o Ayuso, por ejemplo). Por increíble que parezca, esa ofensa a cualquier estudiante de primero de Historia Contemporánea es hegemónica en las redes sociales de la ultraderecha y en el acerbo memético de los numerosísimos cachorros que adoran a Vito Quiles, a Alvise y sus envalentonados amigos.
En esa tarea –salvar a España del caos– estaba también Antonio Tejero, el golpista más castizo de cuantos han existido en España, y el más cómico. El hombre de panza y bigote franquistas que con sus hombres trató de derribar, sin conseguirlo, al anciano general vicepresidente del Gobierno Gutiérrez Mellado y que, por no saber, ni siquiera supo apagar los motores de las cámaras de televisión aquel infame 23 de febrero de 1981. Ese guardia civil que se está despidiendo el jueves cumplió solo la mitad de los treinta años de prisión que le cayeron y vivió el resto, sin arrepentimiento alguno, plácidamente acomodado entre Madrid y la Costa del Sol, dando muestras de su patriotismo inveterado a propósito del Estatut de Catalunya, del procés y de la reinhumación de los restos de Franco en Mingorrubio. Por si alguien quiere poner en duda la generosidad, o las tragaderas, de los españoles con sus bandidos, casi nadie le prestó atención alguna.
Recordemos: cuando Tejero organiza en falso el primer golpe en la Operación Galaxia y cuando da el segundo, para las derechas España estaba en peligro por la aprobación de leyes contrarias a la tradición católica del país, como el divorcio, la laicidad del Estado o la legalización del Partido Comunista y por la desintegración de la unidad nacional generada por el régimen de las Comunidades Autónomas, con su tolerancia por las culturas periféricas disgregadoras. Añádase a eso la violencia terrorista y el ansia de poder de los legitimistas franquistas (Alianza Popular, luego reconvertida en PP) y de los socialistas y los nacionalistas, y el caldo de cultivo estaba preparado para que hasta el rey Juan Carlos pudiera pensar que quizá no era mala idea posibilitar un gobierno de concentración que sucediera al del recién dimitido Adolfo Suárez. Sus dudas tuvo, como ya sabemos.
Tienen todos estos relatos, sostenidos cada día, la intención de llamar a un cambio imprescindible, si es necesario por vías heterodoxas
¿Ha exorcizado España la posibilidad de otro tejero? En absoluto. El clima que las derechas tratan de imponer es, salvando las diferencias, muy similar. Esta idea de que estamos en un país dominado por el relativismo moral, en el que unos pocos enemigos de España imponen su voluntad maligna sobre una ciudadanía virtuosa y sufriente… Esta idea de que nos gobierna un hijo de puta (sic), corrupto y sin escrúpulos ni principios (también es literal), en una falsa democracia dominada por los boomers, las charos y los burócratas de estómagos agradecidos, paguitas y mamandurrias… Estas trompetas del Apocalipsis advirtiendo cada día del advenimiento del conflicto civil… Esta identificación de España con el caos… Tienen todos estos relatos, sostenidos cada día, la intención de llamar a un cambio imprescindible, si es necesario por vías heterodoxas.
No es de temer, por fortuna, que el cambio vaya a venir por intervención del Ejército ni de la Policía ni de la Guardia Civil (en este último cuerpo no habría problema en encontrar a una minoría dispuesta…), porque en nuestro tiempo ya no se llevan las asonadas, ni los golpes armados como los de otras épocas. Pero sí asistimos en el mundo entero, y España no es diferente, a una efervescencia de otro tipo de levantamientos mucho más sutiles, que promueven supuestamente el orden ante la falta de normas, la anomia, el caos. Ahí están las derechas patrias. El que pueda hacer, que haga. Los tejeros de hoy son más sutiles que el pistolero del “se sienten, coño”. Pero están aquí cerca, bajo algunas togas, en algunos consejos de administración, generando vídeos cachondos con la IA, en algunos templos religiosos y tras las siglas de algunos partidos políticos. En el fondo, el agonizante no es más que una sátira burlesca de la agónica lucha ancestral: el cambio frente a la parálisis, la evolución frente a la involución, la esperanza frente a la angustia. Lo llaman honor, pero quieren decir miedo.
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