Librepensadores

Una de cal y otra de Duran

Gonzalo de Miguel Renedo

Unió fue el primer partido en España que reconoció haberse financiado ilegalmente. ¡Aleluya!, por su reconocimiento criminal. En cambio, Josep Antoni Duran Lleida, su líder durante décadas, el que prometiera hace unos lustros que dimitiría si se confirmaba su financiación ilegal, nunca cumplió su palabra. Seguramente el gran político catalán había interiorizado aquella curiosa explicación del gallego Núñez Feijóo para justificar el incumplimiento flagrante de Rajoy de su programa electoral, "que una cosa es cumplir con los compromisos y otra cumplir con su deber", presuponiendo, claro está, que esto último prevalece sobre lo primero. Según tan rebuscada escapatoria, el deber político debe ser hacer lo contrario de lo que se dijo que se haría, ya sea por la herencia de turno, ya sea por el largo tiempo transcurrido desde la promesa. En el caso de Duran, le faltó culpar al juzgador por el retraso en el fallo y no permitir cumplir la palabra en su justo momento, que todo puede ser menos lo que tiene que ser. Lo cierto es que Duran se fue de rositas. Bueno, más bien se quedó.

Duran Lleida siempre fue uno de los líderes políticos más valorados por la sociedad española. Como Rosa Díez, cuyo sucesor, por cierto, Herzog, también ha anunciado su mutis tras su debacle electoral. Queda claro que algunos políticos solo se retiran por el fiasco personal, porque si logran mantener el puesto, ay, qué pocos se van. Pensemos en Garzón. Pero volvamos a nuestro hombre. Tras el 20-D, Duran perdió su escaño, y por ende, su plaza en el Palace. Quien debió dimitir por la financiación confesa de su partido, la ocasión la pintaban calva, ha decidido dejarnos ahora. No debió esperar tanto. De haber sido coherente habría conciliado su gran valoración ciudadana con una dimisión oportuna. No pudo ser y nos quedamos con una de cal y otra de Duran.

¡Cuánto engaña al ciudadano medio la palabra cuando se la sabe adornar! Duran siempre supo hablar. Y ya sabemos cuánto convence, en general, el que solo dice lo que hay que hacer, aunque luego no haga lo que tiene que hacer cuando le toca hacerlo. Quizás esto explica que entre los políticos más valorados por los ciudadanos siempre suelen figurar aquéllos que más hablan de cómo se debe gobernar pero que no gobiernan nunca. Siempre ha sido más fácil predicar que dar trigo, lo que no parece impedir también que resulte más fácil valorar a los primeros que a los segundos. Así somos de ilusos. En fin, que las clasificaciones sobre la valía de nuestros políticos deberían hacerse sobre propuestas consumadas más que sobre proyectos no resueltos. Josep Antoni nos deja pero la pena es que no lo hiciera cuando debió hacerlo.

Gonzalo de Miguel Renedo es socio de infoLibre

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