Los diablos azules

Contra la izquierda

El historiador Jordi Gracia.

Jordi Gracia

El escritor Jordi Gracia plantea una crítica decidida a la izquierda en su libro Contra la izquierda. El breve ensayo, recién publicado dentro de la nueva colección Cuadernos Anagrama, se declara "inmerso en una contradicción insoluble" que se ve desde el subtítulo: Para seguir siendo de izquierdas en el siglo XXI. Escrito "desde el desenfreno de creer todavía" en una izquierda posible, Gracia esboza la que considera una crítica necesaria para mantenerla viva.

Recogemos aquí dos fragmentos del título. 

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  I

En el panorama que han traído los últimos diez años, hay algunos rasgos comunes a toda la izquierda y otros más propios de cada una de ellas, o de las dos centrales, la socialdemocracia sonámbula y la nueva izquierda hiperventilada. La socialdemocracia no ha restituido sus antiguas certidumbres y la nueva izquierda no ha consolidado las nuevas. Ni ideológica ni políticamente han cuajado como discursos de acción y pensamiento pero la demanda social ni cesa ni cesará. La debilidad de sus discursos es diferente e incluso complementaria, pero tiendo a creer que ni una ni otra han interiorizado algunos ingredientes que son el centro de mi análisis: echo de menos en ellas la ironía como instrumento de conocimiento, la lucidez del pesimismo ilustrado, el anclaje en el principio de realidad sobre el capitalismo global, la convicción en el ejercicio fuerte de un poder débil, la emancipación de mitos remotos y a menudo indeseables, la reconexión con los hábitos y convicciones de su electorado potencial. Quizá el resumen drástico de todo confluye en la falta de veracidad de su discurso con respecto a sí misma y el cultivo del autoengaño como consecuencia esterilizadora.

  II

 

Hoy el horizonte político real de la izquierda es modesto y hasta antiquimérico, pero es el único verosímil. No hay programa de máximos alguno en la izquierda porque defenderlo es un fraude ético e intelectual; paradójicamente, su programa de mínimos es su mejor programa de máximos contra la prepotencia del poder económico y global. Al menos parece el único en quien alguien de izquierdas puede confiar para mitigar la desigualdad y conjurar los abusos a través de un Estado fortalecido.

O es el Estado democrático o no es nadie. La globalización ni es pasajera ni ha tenido efectos superfluos o menores. (...)  Lo que puede cambiar todavía es la restitución del privilegio ciudadano de contar con el Estado como aliado moral y socio político, el Estado como estructura de contrapoder económico, el Estado como instrumento de la redistribución y garantía intencional de la igualdad de oportunidades. El avance social en Europa ha sido incalculable desde la Segunda Guerra Mundial, por supuesto, pero el largo espasmo neoliberal vivido en los últimos treinta años pudiera no ser la última palabra: ¿es iluso creer en un movimiento pendular en Europa favorable a la recuperación del control político sobre la economía sin desmontar la soberanía compartida actual?

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