ENTREVISTA
Ana Valero: "Las cineastas han tomado el mando para hablar de violencia sexual y consentimiento"
¿Puede una película plasmar el sentir de la revolución sexual nacida en los setenta? ¿Es capaz un filme de hora y media explorar los límites del consentimiento sexual? ¿O desentrañar las consecuencias de la violencia sexual? ¿O abrir reflexiones profundas en torno a la sexualidad? A partir de estas preguntas, la doctora en Derecho Constitucional Ana Valero analiza los pormenores del debate en torno al consentimiento, sus vertientes filosóficas, culturales y su aplicación jurídica. Lo hace en el libro Una mirada cinematográfica sobre el consentimiento sexual (Tirant lo Blanch, 2025), prologado por la filósofa Clara Serra.
Valero, colaboradora en el blog de infoLibre Al revés y al derecho, plantea la mirada en torno al consentimiento sexual no sólo como un debate teórico dentro del feminismo, sino como una reflexión global, donde la cultura se presenta como correa de transmisión de distintas corrientes de pensamiento y como un motor capaz de plantear preguntas e introducirlas en la conversación pública.
Mientras el Derecho necesita claridad y seguridad jurídica, el Cine puede y debe representar las complejidades, los matices y las zonas oscuras
Para la también profesora en la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), el cine es el medio idóneo para "representar las complejidades del consentimiento sexual", por múltiples razones, empezando por el lenguaje cinematográfico y su capacidad para capturar "simultáneamente los gestos, las miradas, las palabras o los silencios que concurren en el encuentro sexual".
A su juicio, "ningún otro medio es capaz representar con tanta fidelidad un ecosistema comunicativo tan complejo", asiente en entrevista con este diario. Por otro lado, añade, "los recursos cinematográficos permiten mostrar" cuestiones clave como "las dinámicas de poder que atraviesan el consentimiento o los entornos sociales y culturales que ejercen presiones que no pueden desligarse de la manera subjetiva de entender el sexo".
"Mientras el derecho necesita claridad y seguridad jurídica, el cine puede y debe representar las complejidades, los matices, las zonas oscuras y las disonancias que muchas veces existen entre lo que parece y lo que es", abunda.
El debate del consentimiento
El ensayo plantea lo que en los últimos años se ha convertido en un debate clásico: las fórmulas para expresar el consentimiento y su aplicación práctica. El no es no ha devenido en un sólo sí es sí hecho ley, sin que exista un consenso claro en torno a su efectividad. La autora se introduce y posiciona en el debate: "El no es no reconoció el derecho de las mujeres a negarse a tener sexo sin tener que demostrar su resistencia física, lo que convirtió en un delito sexual todo sexo llevado a cabo sin el consentimiento o, lo que es lo mismo, en contra de nuestra voluntad", afirma.
En cambio, "la fórmula del sólo sí es sí presupone que el sexo no es consentido salvo que se indique de forma afirmativa, explícita e inequívoca lo contrario". El conocido como modelo afirmativo del consentimiento, por tanto, "requiere para su éxito de personas que tengan clarísimo lo que quieren y lo que no", pero que sean además "capaces de expresarlo de manera asertiva, clara y reflexiva".
Si la pregunta parte de cómo expresar el consentimiento –bajo la premisa del sí, o a través del no–, la derivada de explorar cada posibilidad implica necesariamente un análisis mucho más amplio. ¿Qué supone tener que decir que sí? ¿Y qué consecuencias tiene negarse a una determinada práctica sexual? ¿Pueden las mujeres siempre, en todos los contextos, hacerlo? ¿Qué papel juegan los roles, mitos y sesgos de género?
La voluntad y el deseo
No en pocas ocasiones, el cine se ha aproximado a todas estas cuestiones a través de una mirada rigurosa y reflexiva, pero también polémica en ocasiones. La Pianista (Michael Haneke, 2001), expone la complejidad del deseo femenino más allá de convenciones morales, mientras Elle (Paul Verhoeven, 2016) recoge el testigo problematizando la dicotomía entre deseo y voluntad, al presentar la reacción de una mujer ante una violación que más tarde decidirá performar como parte de sus fantasías.
"Asociar los deseos de dominación-sumisión femeninos a la intoxicación patriarcal significa tanto como negar los esfuerzos de las mujeres por constituirnos como sujetos sexuales", analiza la autora en conversación con este diario, limitando por tanto la "autonomía y agencia sexual" de las mujeres. En la película Elle se muestra cómo sus fantasías posteriores a la violación "no desprenden a la agresión inicial de su carácter de tal".
Asociar los deseos de dominación-sumisión femeninos a la intoxicación patriarcal significa tanto como negar los esfuerzos de las mujeres por constituirnos como sujetos sexuales
Por eso, cualquier ley que "pretenda salir del ámbito de la voluntad y vincular el consentimiento al deseo" convierte a las mujeres en "menores de edad". Así, "el sexo consentido puede ser o no placentero, puede ser o no doloroso, puede ser o no traumático, puede ser o no deseado, y no por ello hay violencia sexual". En la misma línea, "pretender que quede fuera de los parámetros de la legalidad todo sexo que no sea fruto de una relación perfectamente equilibrada, basada en el diálogo, en el respeto, en la responsabilidad emocional y afectiva y en el deseo de todas las partes implicadas, parece una postura más encaminada a proteger una determinada moral sexual que a poner en primer plano la protección de la libertad sexual individual".
Años después de estos estrenos, el filme How to have sex (Molly Manning Walker, 2023) plantearía cómo una relación sexual consentida pero no deseada impacta directamente sobre la vida de una joven adolescente. En esta última película, la dirección consigue poner sobre la mesa "toda la coacción ejercida por los estereotipos de género y cómo estos determinan el sentido del consentimiento sexual". Así, desgrana la autora del ensayo, "la presión social que ejercen los roles adolescentes, trufados de expectativas frustradas", conducen a su protagonista a "expresar clara y reiteradamente un sí, previa interpelación" por parte de su pareja sexual, pero esa relación "sexual consentida no es una relación deseada ni realmente querida por ella, lo cual induce a pensar que la fórmula del consentimiento afirmativo no es la respuesta definitiva".
El impacto de los mitos y sesgos de género
"Los roles de género juegan un papel fundamental en la conformación de expectativas y actitudes tanto en el acercamiento como en la propia interacción sexual", expresa la autora. Por eso defiende la tesis de que "no es adecuado reducir el consentimiento sexual a una fórmula verbal, sea negativa o afirmativa".
Valero expone cómo la industria audiovisual, especialmente en los últimos años, ha puesto el foco con tino y precisión sobre algunos estereotipos enquistados que atraviesan las relaciones sexuales y la violencia contra las mujeres. En la serie Querer (Alauda Ruiz de Azúa, 2024), se muestra con total claridad cómo el vínculo afectivo no puede limitar la libertad sexual de las mujeres, una idea presente hasta hace no tanto. En estos contextos, razona la autora, el consentimiento afirmativo resulta insuficiente para determinar la existencia de violencia sexual: cuando concurren "todos los requisitos del prevalimiento", como el que ejerce el protagonista de la serie sobre su víctima y compañera, "el sí concedido por la persona subyugada es inválido".
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La mirada de la autora transita también por otros mitos de calado, como aquel que sitúa la negativa de las mujeres en una suerte de sí velado. "Uno de los mitos más extendidos que deriva de los estereotipos de género es aquel que atribuye al no de la mujer un valor de resistencia ficticia que, a su vez, contribuye y potencia la excitación del hombre", escribe Valero. La Condanna (Marco Bellocchio, 1990), señalada por hacer apología de la violación, es uno de los ejemplos más polémicos al plantear una suerte de "oscurantismo del inconsciente" como máxima expresión del deseo y frente a la que el consentimiento sería irrelevante.
Un cambio en la mirada
Hasta hace no mucho, asiente la escritora, "la mirada cinematográfica predominante en materia de violencia sexual contra las mujeres ha sido la masculina, y en ella la mayor parte de las veces predominaba el uso de la fuerza física. Además, por regla general, esta mirada no cuestionaba la violencia sexual contra las mujeres, sino que se limitaba a visibilizarla como un hecho material inevitable en la vida de estas".
La mirada masculina no cuestionaba la violencia sexual contra las mujeres, sino que se limitaba a visibilizarla como un hecho material inevitable en la vida de estas
Pero en los últimos años se ha producido un cambio de paradigma que camina en paralelo al cambio social sembrado por el feminismo. "Hoy las mujeres cineastas han tomado el mando en las producciones audiovisuales que hablan sobre la violencia sexual y el consentimiento", celebra Valero. El cine es ahora capaz de mostrar "las aristas del consentimiento en sus creaciones", a través de narrativas que "rompen con la idea del violador como un psicópata o criminal que agrede a la mujer empleando la fuerza". La pedagogía feminista ha tenido impacto también ahí, en una industria capaz no sólo de recoger los debates que ya se están produciendo, sino de ensanchar la mirada para proponer otros nuevos.