Orbán aumenta su control sobre los medios húngaros a meses de las elecciones más reñidas de los últimos años
“La propaganda es a una democracia lo que la cachiporra a un Estado totalitario”, escribía el filósofo Noam Chomsky en Cómo nos venden la moto. Es bien conocido el interés que tienen distintos gobiernos en influir en los medios de comunicación y, desde el regreso al poder de Viktor Orbán en 2010, Hungría se ha vuelto un caso representativo de esta estrategia. La noticia de la compra del tabloide Blikk por parte de un grupo empresarial cercano al primer ministro ha generado un intenso debate en la opinión pública. La operación se produce a solo cinco meses de las elecciones parlamentarias, en las que los sondeos auguran unos resultados reñidos entre Orbán y su principal rival, Péter Magyar.
El líder húngaro fue primer ministro entre 1998 y 2002, pero no ha sido hasta su segundo mandato –que cumplirá 16 años este 2026–, cuando Orbán y su partido Fidesz han ido construyendo un ecosistema de medios afines a través de la actividad legislativa. En 2010, el Országház (Parlamento húngaro) aprobó la controvertida ley de medios de comunicación que permite al Gobierno sancionar económicamente a los medios por contenidos “contrarios al interés público”. Este año, la Comisión Europea exigió al país que no aprobase la nueva ley de transparencia, que sigue en trámite y que limitaría la financiación extranjera a medios y ONG. Es más, Reporteros Sin Fronteras (RSF) estima que el 80% de la prensa húngara se encuentra bajo la órbita gubernamental y considera a Orbán un “depredador de la libertad de expresión”.
El pasado 31 de octubre, se conocía que el grupo de comunicación suizo Ringier había vendido su filial húngara a Indamedia Network. Esta operación afectaba a 18 medios online, uno de ellos era Blikk, el tabloide más leído en Hungría con tres millones de lectores mensuales en un país que no alcanza los 10 millones de habitantes. La compra se vio envuelta en polémica porque el 50% del capital de Indamedia pertenece a Miklos Vaszily, un empresario vinculado a Orbán y director ejecutivo del canal privado TV2, también favorable al primer ministro. De hecho, ya cuando Vaszily se incorporó como accionista del grupo en 2020 provocó la dimisión en bloque de la plantilla del portal de noticias Index, cuya línea editorial ha virado hacia una postura progubernamental.
Algo parecido ha ocurrido en Blikk: su redactor jefe, Ivan Nagy, dimitió la semana pasada. En su salida también comunicó la de Peter Szigeti, responsable del desarrollo de contenidos del diario. "Si un medio de comunicación en Hungría está cerca del Gobierno hoy en día, se convierte en parte de la comunicación gubernamental de alguna forma", afirmó Nagy en una entrevista para el periódico HVG. “Estamos a solo cinco meses de las elecciones, por lo que resulta difícil suponer que la intención política esté completamente ausente”, explicó el periodista sobre las razones detrás de la venta.
“Creo que [Ringier] recibió una oferta buenísima y simplemente quiso maximizar sus ganancias. No le importó las consecuencias”, comenta a infoLibre Ágnes Urbán, directora del observatorio Mérték Media Monitor. La experta describe al lector objetivo de Blikk como uno que no está “especialmente interesado en noticias políticas” ni uno que “busca activamente información sobre asuntos públicos”. Sin embargo, destaca que este sector demográfico es “muy importante” de cara a las elecciones parlamentarias del próximo abril.
El resultado de estos comicios podría producir un cambio de gobierno. A día de hoy, las encuestas electorales dan una ventaja de casi 10 puntos –con el 45% del voto– a la formación Tisza sobre el partido gobernante. Tisza empezó a ganar popularidad cuando en 2024 se unió a sus filas el político y eurodiputado Péter Magyar, exmiembro de Fidesz. En las redes sociales de Magyar es frecuente encontrar menciones a los medios afines al primer ministro húngaro. De hecho, ha llegado a describir a Index –propiedad del nuevo dueño de Blikk– como “el medio de propaganda personal de Viktor Orbán”.
La intervención gubernamental en el mercado húngaro de noticias
En 2010, el mercado de la prensa escrita húngara estaba dominado por tres empresas extranjeras: la alemana Axel Springer, la finlandesa Sanoma y el grupo suizo Ringier. Sin embargo, las dos primeras terminaron vendiendo sus propiedades a inversores locales, “principalmente empresarios vinculados al Gobierno”, señala Urbán. “Solo Central Media, la antigua cartera de Sanoma, tiene un propietario independiente”, añade la experta. Ringier, la última compañía extranjera que quedaba en este mercado mediático, también se ha marchado del país.
Con la progresiva salida de estas corporaciones extranjeras, el ecosistema mediático en Hungría se ha ido concentrando alrededor de la fundación KESMA (Fundación de Prensa y Medios de Europa Central, por sus siglas en húngaro), que aglutina cerca de 500 medios del país, según RSF. Su creación por parte del Gobierno nacional en 2018 no estuvo exenta de crítica por parte de organizaciones como la Federación Europea de Periodistas, que calificó la operación como una “amenaza al pluralismo”. La capacidad de KESMA se extiende a otros espacios como el control de las grandes imprentas. Mientras, el semanario Magyar Hang, que mantiene una posición crítica con el Gobierno, tiene que imprimir en Eslovaquia porque no ha encontrado ninguna imprenta húngara dispuesta a hacerlo.
“Hoy en día, [la esfera pública húngara] se caracteriza por la intervención en el mercado”, explica Urbán en un artículo publicado por la Universidad Corvinus. Según la analista, la institución del Consejo de Medios, encargada de autorizar las fusiones empresariales del sector, ha permitido operaciones de grupos progubernamentales, pero ha sido más “selectiva” con otras fusiones. Es el caso de la de Axel Springer y Ringier en 2011, que fue rechazada.
La publicidad estatal, que creció durante el segundo mandato de Orbán, también se ha convertido en una herramienta para influir en el mercado de la comunicación. El observatorio Mérték Media Monitor hizo una comparación con medios de audiencia y tamaño similares, pero con líneas editoriales distintas; concluyendo que se le suele conceder la publicidad al medio más próximo al Gobierno. Existen dos reclamaciones interpuestas ante la Comisión Europea por este tema, aún sin resolver.
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En cuanto a la seguridad de los periodistas, en 2021 se supo que el Gobierno húngaro había espiado a 300 personas, entre ellas periodistas y opositores, a través del programa Pegasus. Además, RSF señala “campañas de descrédito y denigración” hacia los medios, especialmente en internet. El propio Orbán suele vincular a los periodistas críticos con el filántropo húngaro-estadounidense George Soros.
Preguntada por la situación de los medios independientes en el país, Urbán afirma que “se mantienen activos, innovadores y resilientes. Sus modelos de negocio se basan en gran medida en donaciones, suscripciones y, en parte, en subvenciones internacionales”. El semanario HVG, la cadena de televisión RTL Club o el digital 24.hu son algunos de estos medios.
No obstante, la situación mediática es un espejo del ambiente polarizado que divide a la ciudadanía húngara. “Los votantes de Fidesz consumen principalmente medios afines al Gobierno y confían en ellos, mientras que los votantes de la oposición consumen, sobre todo, medios independientes”, explica Urbán. Esta experta concluye afirmando que la problemática del periodismo húngaro será uno de los temas centrales de la próxima campaña electoral.