Sacar músculo en tiempos de debilidad: la OTAN trata de responder a Putin pese al doble juego de Trump

El secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Mark Rutte.

“Las Partes se consultarán cuando, a juicio de cualquiera de ellas, la integridad territorial, la independencia política o la seguridad de cualquiera de las Partes fuese amenazada”. Es la frase que ha estado en boca de todos durante la pasada semana. El artículo 4 de la Alianza Atlántica (OTAN) fue activado por Polonia después de que una veintena de drones rusos invadieran su espacio aéreo el pasado miércoles, en un nuevo capítulo del enfrentamiento que mantiene el presidente ruso, Vladimir Putin, con Ucrania y sus apoyos europeos.

No hubo víctimas mortales, tampoco grandes daños materiales, pero la entrada de estos drones a territorio OTAN ha vuelto a disparar las alarmas ante una posible escalada de un conflicto que lleva enquistado mucho tiempo en el campo de batalla. Polonia, por lo pronto, además de activar el artículo 4, ha cerrado parcialmente su espacio aéreo en su frontera este y su presidente, Donald Tusk, ha mentado de nuevo al fantasma de una gran guerra: “Estamos más cerca de un conflicto que en ningún momento desde la Segunda Guerra Mundial”. Solo 3 días después, en la madrugada de este domingo, otro dron ruso entraba en el espacio aéreo de Rumanía, aunque en esta ocasión sin consecuencias.

Las cartas están sobre la mesa, pero como en otras ocasiones durante esta guerra, la calma tensa es lo que domina después de la tormenta. Sin embargo, y pese a ser la de mayor gravedad, no es la primera vez que Europa se ha encontrado con incursiones de maquinaria de guerra rusa en su territorio. “No lo llamaría un ataque, sino más bien una violación del espacio aéreo. Y a partir de ahí, si tenemos en cuenta que ya ha habido antecedentes similares, aunque no de la entidad de este, si las veces anteriores no ocurrió mucho, tampoco cabe imaginar que esta vez pase algo diferente”, recuerda Jesús Núñez Villaverde, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).

Entonces ¿por qué esta vez se ha disparado la tensión? En primer lugar porque –explican los expertos consultados– todo indica que la incursión en el espacio aéreo ha sido algo premeditado por Rusia. “En anteriores ocasiones, hemos visto cómo tan solo eran dos o tres drones los que llegaban a territorio OTAN, ahora ese número ha subido hasta la veintena. Y, además, han salido directamente desde Bielorrusia, no han atravesado Ucrania, por lo que todo hace indicar que es un ataque directo y deliberado, aunque Rusia lo haya negado”, señala Álvaro de Argüelles, analista de El Orden Mundial.

En segundo lugar, por el contexto tan tenso en el que se encuadra la acción. El pasado viernes, Rusia comenzó unas maniobras militares conjuntas con Bielorrusia sin precedentes en los últimos años. De hecho, la última vez que se hicieron unos ejercicios de este tipo fue en 2021, cuando Putin movilizó a más de 200.000 militares en una prueba que, en su momento, se vio como el preludio de la invasión a Ucrania que comenzaría solo unos meses después. 

Ahora, Tusk teme que las de este viernes sean unas prácticas para una futura toma del estratégico corredor de Suwalki, el único nexo terrestre entre los países bálticos y Polonia. “La OTAN siempre ha temido un ataque de esas características, porque supondría dejar aislados a los Aliados del norte. Por eso, no creo que lo que ha pasado en Polonia sea anecdótico, aunque tampoco se puede interpretar como el comienzo de la Tercera Guerra Mundial”, comenta Mercedes Guinea, profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid y experta en defensa de la Unión Europea.

Y por si fuera poco con todo esto, Rusia quiere hacer algo más: mandar un mensaje claro a Europa en medio de las negociaciones de paz. Actualmente, los principales escollos para un acuerdo son las concesiones territoriales que Putin pide a Ucrania para terminar la guerra y la fuerza de paz –las llamadas “garantías de seguridad”– que se proveería a Kiev para que una invasión como la del 2022 no vuelva a suceder. Precisamente, uno de los puntos de debate es que Europa es quien asumiría esas garantías y, por tanto, quien tendría que enviar a sus fuerzas militares para actuar de disuasión. “Lo que hace Putin con el ataque es decirle a los europeos, y particularmente a Polonia: ¿estáis seguros de que queréis involucraros en el conflicto? Demuestra a los europeos los costes de aceptar ser la garantía de seguridad y que tiene formas de hacerles daño pese a que aumenten el gasto militar”, asegura De Argüelles.

Pero este tipo de mensajes de Putin a la OTAN no son ni mucho menos nuevos, sino que se han ido repitiendo cada cierto tiempo. “Es un juego más que conocido. El presidente ruso lleva años chequeando cuál es el nivel de operatividad de la alianza y cuál es la voluntad política de actuar ante estas violaciones”, recuerda Núñez Villaverde. Una dinámica que también se repite en el otro sentido: “Desde el principio, igualmente la OTAN testó los límites de la respuesta de Rusia. ¿Si mandamos tanques responderán? ¿Y con envíos de aviones? Luego ya se pasó a los ataques a refinerías en territorio ruso e incluso a la invasión del Kursk”, señala el analista de El Orden Mundial.

Una reacción sin cruzar los límites

La OTAN, sin embargo, esta vez sí ha reaccionado con más contundencia, y no solo con el artículo 4, sino anunciando un nuevo programa especial militar en su flanco este. Este nuevo despliegue, llamado ‘Centinela del este’, incluirá nuevos cazas y otros elementos especializados en la intercepción de drones. Un plan en el que también se involucrará España. “Europa está usando este momento para poner pie en pared y mandar un mensaje de unidad y de fuerza a Rusia después de unos meses muy complicados”, asegura Guinea.

Y es que el momento para la UE no podría ser más límite. La propia experta hace referencia a cómo el Viejo Continente está perdiendo importancia y peso en este nuevo mundo basado en la fuerza y en el que el derecho internacional está quedando relegado a un segundo plano: “Putin no nos toma en serio, no nos respeta. La forma en la que se negoció el acuerdo comercial con Estados Unidos, aceptando el vasallaje de EEUU, mandó un mensaje al presidente ruso de que somos fáciles de dominar. Él entiende que haremos lo que Trump quiera y que, si consigue acordar algo con el magnate, Europa irá detrás. Pero esto no tiene por qué ser así, la UE debe hacerse valer y no aceptar la paz del presidente estadounidense”.

Otro de los puntos clave en esa debilidad europea, pese a la demostración de fuerza de este viernes, fue la reunión entre Trump y Putin en Alaska. El encuentro, que duró mucho menos de lo previsto y fue un fracaso en cuanto a conclusiones, sirvió para desligar al ruso de su estatus de “paria internacional”, algo que tanto Europa como la Administración Biden habían trabajado mucho en construir. Trump, por contra, sacó del aislamiento a Putin exhibiendo complicidad y acogiéndole en su territorio, haciendo saltar una vez más todas las alarmas. Después llegaría la ya famosa foto del Despacho Oval, donde se veían a todos los líderes europeos alrededor de la mesa de Trump y que, una vez más, se leyó como otro símbolo de sumisión de Europa.

El aliado menos fiable

Eso sí, a partir de ese momento, el presidente estadounidense ha vuelto a guardar un perfil bajo con respecto a Ucrania. Trump tardó 12 horas en pronunciarse sobre el incidente del pasado miércoles, y lo hizo a través de redes sociales con una pregunta: “¿Qué pasa con Rusia violando el espacio aéreo de Polonia con drones?”, y añadiendo un escueto: “here we go” (allá vamos), sin que precisara qué quería decir con esas palabras. Poco después, Karol Nawrocki, el nuevo presidente polaco, al que le une gran afinidad personal e ideológica con Trump, confirmó que el magnate le había prestado su apoyo total y había confirmado su intención de ayudar a Polonia en caso de ataque. 

Pese a eso, las dudas con respecto al verdadero papel del presidente en caso de un ataque ruso siguen siendo grandes. “La fiabilidad de Trump decrece y eso lo está aprovechando Putin para establecer fracturas en los aliados”, confirma Núñez Villaverde. Una idea que igualmente comparte De Argüelles: “Trump tiene un desinterés patente por todo lo que le pase a Europa. Hemos visto como su palabra no vale nada, solo hay que recordar las decenas de ultimatums que teóricamente había puesto a Putin para firmar la paz y como no ha cumplido ninguno. Ahora mismo, no tienen ningún interés en proteger a sus aliados, sus prioridades solo son las de Estados Unidos, y ahora estas están lejos de Europa, porque quiere centrarse en su rivalidad con China e incluso en América Latina”.

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Una tendencia que el propio magnate confirmó el pasado sábado, cuando escribió uno de sus famosos textos interminables en Truth Social. En él, en un tono prácticamente de amenaza, invitaba a sus socios europeos a imponer aranceles a China de entre el 50 y el 100% y dejar de comprarle gas a Rusia para que él impusiera sanciones a Putin y así terminar la guerra. Una amenaza, esta última, que casi carece de sentido, pues la práctica totalidad de los aliados (solo Turquía, Eslovenia y Hungría, estos dos últimos con gobiernos abiertamente prorrusos) continúan con esas compras. Pero, sobre todo, la retórica de Trump vuelve a ser amenazadora: dice a los aliados que no están haciendo todo lo posible para terminar con la guerra, además de condicionar esas sanciones a Rusia al seguidismo de sus socios de su política comercial.

Ese caldo de cultivo construye la impunidad de la que Putin parece hacer gala y que ahora la OTAN quiere atacar con su nueva misión. La tensión es evidente, como también lo es el repliegue aislacionista de EEUU, una dinámica que, recuerda el analista de El Orden Mundial, no comenzó con Trump: “Es algo que viene de la Administración Biden (lo vimos con la salida de Afganistán) e incluso ya bajo Obama. Y ese proceso no lo cambiará la activación del artículo 4”, defiende. Y precisamente ese clima de acciones sin consecuencias es el que favorece a Rusia: “Está claro que la impunidad existe. Putin atacó Ucrania porque antes hizo lo propio con Crimea y Georgia y no pasó nada. La estrategia de apaciguamiento de los europeos no funcionó, aunque es verdad que esta invasión le ha salido mal, porque precisamente pensaba que los europeos no íbamos a ayudar a Kiev, y al no calcular eso, no ha podido conseguir sus objetivos”, asegura Guinea.

Con todo, sea cual sea el futuro, para los expertos consultados hay algo claro: Putin no iniciará, a corto o medio plazo, un conflicto con la OTAN. La apertura de un segundo frente, sobre todo contra una fuerza tan importante como los Aliados, sería un desastre para las aspiraciones del presidente ruso, que ya está teniendo problemas para avanzar en Ucrania, donde la línea del frente apenas ha cambiado, con conquistas mínimas por parte rusa. Por ello, este incidente, el más grave entre Rusia y la OTAN de la historia reciente, no pasará a mayores, pero retrata un mundo basado en la fuerza en el que Europa está en franca desventaja. “Esto es una partida de ajedrez. El problema es que, en esta partida, uno de los jugadores se ha pasado al otro lado del tablero y, por ello, Europa se ha quedado sola jugando a un juego del que aún está aprendiendo las normas”, zanja la experta.

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