@cibermonfi

Carolina Punset

No tengo el gusto de conocer a Carolina Punset, pero he leído que deja su militancia en Ciudadanos. La eurodiputada ha terminado por descubrir que el partido de Albert Rivera ni es centrista, ni es socialdemócrata, ni es feminista, ni es ecologista, ni tiene demasiado interés en apaciguar los ánimos en Cataluña. Así es, en efecto.

La revista tintaLibre acertó al titular de esta guisa su portada de noviembre de 2015: Albert Rivera, viaje al centro del oportunismo. El caudillo naranjito solo tiene dos principios: la unidad tradicional de España bajo el sistema borbónico y la identificación de los intereses nacionales con los del Ibex 35. El resto es adaptable a los sondeos. Un día está en contra de la cadena perpetúa y otro, tras un crimen espantoso, a favor. En Madrid puede apoyar al PP y en Andalucía al PSOE. Y así todo.Ciudadanos ha respondido a las críticas de Punset acusándola con escándalo de haber charlado con Puigdemont. Sé que para muchos –incluidos tal vez algunos de los que me leen– el mero hecho de charlar con Puigdemont es un pecado imperdonable. A Pablo Iglesias también le han zurrado verbalmente por telefonear al expresidente catalán y visitar en la cárcel a Oriol Junqueras. A mí, en cambio, que Punset e Iglesias hablen con los separatistas me parece sensato y necesario. Apoyo cualquier intento de evitar que la crisis catalana siga envenenándose.Lo llamativo es que los que ponen el grito en el cielo ante cualquier propuesta de diálogo con el independentismo sean los mismos que sacralizan la Transición española. Resulta que en aquel entonces yo ya andaba por mis veintitantos años, por lo que recuerdo perfectamente que el genio y figura de Adolfo Suárez se forjaba con audacias como legalizar al Partido Comunista un Viernes Santo, pactar con Santiago Carrillo, llevar en volandas a Tarradellas al balcón de la Generalitat o negociar que los poli-milis de ETA renunciaran al terrorismo. Añoro que, en largas conversaciones ahumadas por decenas de Ducados, Suarez desdramatizara entuertos. El espíritu de la época animaba a los políticos a alcanzar acuerdos con sus rivales y hasta con sus enemigos.El 15M hizo una propuesta para reformar pacíficamente este país en la dirección de una mayor limpieza, justicia y democracia, pero sobre ese movimiento y sus herederos políticos cayeron tormentas de azufre. El régimen del 78 –Felipe González y Juan Luis Cebrián ya nos autorizan a llamarlo así- se pretende tan intocable como el Corán para los fundamentalistas musulmanes. Y es tan soberbio que no parece importarle que su imagen se enfangue cada vez más.El giro del Tribunal Supremo a favor de la banca es el penúltimo episodio de su desprestigio. Elisa Beni ha escrito al respecto en eldiario.es: “No hay ninguna conspiración para desprestigiar al Tribunal Supremo. No hace ninguna falta. Son perfectamente capaces de desprestigiarse ellos solos”. Incluso Fernando Ónega, un periodista casi siempre áulico, se ha preguntado en La Vanguardia: “¿Quién manda en el Estado de derecho, la justicia o los mercados?”.¿A quién puede extrañarle que el desencanto siga creciendo? Aquí mismo lo ha expresado Cristina Monge al escribir sobre la decisión del Supremo de enmendarse la plana a si mismo, en beneficio, claro, de la banca: “La orquesta sigue tocando como si la famosa desafección no existiera, y si bien es cierto que hoy no hay tiendas de campaña en la Puerta del Sol, esto no quiere decir, ni mucho menos, que se haya recuperado la credibilidad en nuestro sistema democrático. Decisiones como estas son un duro golpe a la línea de flotación de quienes intentan que el barco siga navegando”.No he visto a Albert Rivera criticar el cambio de opinión del Supremo con la fogosidad con la que, por ejemplo, sale en defensa de las muy discutibles decisiones del juez Llarena. Los consumidores le importamos un pepino. Lo de la ley es la ley y toda esa monserga siempre es algo muy relativo para la gente de derechas como él. Algo que solo se aplica a los pobres, los rojos, los separatistas y otros enemigos ancestrales del Altar, el Trono y la Bolsa.Así que bienvenido sea el regreso de Carolina Punset a la cordura.viaje al centro del oportunismo

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