Transición democrática

Las urnas que abrieron paso a la Transición vistas 40 años después

Santiago Carrillo, Felipe González y Adolfo Suárez.

"De las nuevas Cortes dependerá el futuro de España. De ti depende el futuro de las nuevas Cortes. Nunca has tenido mayor responsabilidad". Con ese mensaje en mente, recogido en uno de los anuncios emitidos en televisión, más de 18 millones de españoles –el 78,8% del censo electoral– acudieron el 15 de junio de 1977 a las urnas en las primeras elecciones democráticas desde 1936. Aquel miércoles, España daba un importante paso al frente, poniendo punto y final a más de cuatro décadas de sangrienta dictadura franquista y despejando el enmarañado camino que conducía hacia una democracia homologable a la de cualquier país europeo.

Los comicios, de los que este jueves se cumplen cuarenta años, y la campaña que los precedió eran de una novedad absoluta para los españoles, a los que se tuvo que instruir a través de programas televisivos como Aprenda usted a votar, presentado por el actor Antonio Ferrandis . La cita con las urnas se cerró con la victoria de la Unión de Centro Democrático (UCD) de Adolfo Suárez, que se impuso con el 34,4% de las papeletas y 165 diputados en el Congreso –a once asientos de la mayoría absoluta–, seguida por el PSOE de Felipe González –118 escaños–, el PCE de Santiago Carrillo –20 diputados–, la Alianza Popular del exministro franquista Manuel Fraga –16 parlamentarios– y Unidad Socialista –6 escaños–.

Las elecciones de 1977 supusieron un punto de inflexión en la Transición, marcando la línea democrática que seguiría España en el futuro y eliminando cualquier posibilidad de continuar manteniendo, aunque sin Franco al mando, un sistema represivo al sur de Europa. Ahora, cuatro décadas después, aquella época está siendo cuestionada. En noviembre de 2014, el recién elegido secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, señaló que era necesario "un proceso constituyente para abrir el candado del 78" y afirmó que su partido era una "alternativa frente a un régimen" que se derrumbaba. Algo que ha matizado posteriormente: "Aquella Transición, a pesar de sus límites, fue un éxito político".

Camino a la democracia

"Las elecciones de 1977 supusieron un hito divisorio", explica Enrique Moradiellos, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Extremadura. La convocatoria electoral –el 15 de abril– y posterior cita con las urnas dejaron claro, añade, que la Transición no se encaminaba hacia una simple "reforma cosmética", sino que España se dirigía hacia una democracia plena. "Supuso la apertura de las puertas de la libertad tras cuarenta años de dictadura", asevera Juan Sisinio, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Castilla-La Mancha.

El camino hasta las papeletas y los colegios electorales no fue sencillo. En noviembre de 1976 se da el primer paso, con la aprobación en las Cortes franquistas de la Ley para la Reforma Política, que sería ratificada un mes después en referéndum –el 94% dio su visto bueno–. Pero, todavía quedaba una incógnita por resolver: ¿Qué pasaría con el PCE? Las dudas se despejaron el 9 de abril de 1977, cuando se conoció la legalización de los comunistas, algo que el Ejército había rechazado por activa y por pasiva. A cambio, el PCE rechazó la tricolor y aceptó la monarquía parlamentaria como sistema político de España.

"Ese fue otro de los momentos decisivos que dejaban claro el camino que tomábamos. Era el principal nudo gordiano en discusión", señala Moradiellos, que añade que el Partido "jugó bien sus cartas". Desde su punto de vista, Suárez no tenía más opción que legalizar el PCE si quería que los comicios "fuesen legítimos tanto para los españoles como de cara al exterior". "Además, le venía bien que le 'robase' votos a los socialistas", añade. Con los comunistas inscritos en el Registro de Asociaciones Políticas, el 15 de abril el Consejo de Ministros convocó las primeras elecciones generales democráticas. "Unos comicios en los que la inmensa masa de españoles vota libertad. El franquismo se quedó arrinconado", sentencia Sisinio. 

'Ruido de sables' como banda sonora

Horas después de la legalización del PCE, el Consejo Superior del Ejército de Tierra se reunió para analizar el paso dado por Suárez. En la cita, los altos rangos militares consensuaron su "repulsa" ante la legalización, pero también afirmaron que la aceptaban "por patriotismo y como un deber de servicio a la patria". No obstante, dejaron claro al Ejecutivo de Suárez que el Ejército estaba "indisolublemente unido en la defensa de la unidad de la patria, de la bandera nacional y de la permanencia de la corona". "En ese momento –afirma el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Extremadura– estuvo a punto de descarrilar todo".

La Transición se desarrolló con el constante 'ruido de sables' de fondo. "No fue un proceso pacífico ni modélico. El 'ruido de sables' era real. Aunque el Ejército se comportara, no hay que olvidar que en 1981 hubo un intento de golpe de Estado", apostilla en conversación con infoLibre el historiador Pepe Reig. En este sentido, también pone el foco en los grupos terroristas que intentaban "desarticular el proceso". ETA, los GRAPO o el terrorismo ultraderechista cobijado, por ejemplo, bajo el paraguas de Fuerza Nueva, que asesinó el 24 de enero de 1977 a cinco abogados laboralistas en el bufete de Atocha 55. "La respuesta del PCE a ese atentado, manteniendo el orden, fue clave en su legalización", apunta Moradiellos.

Sisinio, sin embargo, considera que "se ha mitificado mucho el peso de los militares". "El Ejército estaba ahí, claro, y era un dato que se tenía presente", sostiene el catedrático de la Universidad de Castilla-La Mancha. Pero, en este sentido, recuerda que tras la legalización del PCE hubo una "cascada de dimisiones" entre los almirantes que, sin embargo, no consiguió sacar al Ejército "de los cauces de cambio". "En definitiva, ejercieron presión e intentaron influir, sí, pero ni marcaron el rumbo hacia la democracia ni consiguieron frenar nada", concluye el historiador.

Transición en tela de juicio

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Ahora, cuarenta años después, la Transición se ha vuelto a poner en entredicho desde algunos sectores de la izquierda española. "Creemos que hay que impugnar determinados aspectos de la transición", dijo hace ahora un año en una entrevista con este diario el coordinador federal de IU, Alberto Garzón. La formación, de hecho, se encuentra sumida en un debate sobre el papel del Partido Comunista en este periodo histórico. Mientras que los oficialistas afirman que el PCE debe seguir una estrategia rupturista porque su papel en la Transición fue el de "izquierda domesticada", los críticos sostienen que esa afirmación es "revisionismo histórico".

Para Sisinio, este cuestionamiento es fruto "de la crisis económica", que ha producido un aumento de las voces críticas "buscando responsables". Sin embargo, Moradiellos asegura que "desde el principio" hubo "dos grandes visiones de la Transición: "Por un lado, 'La Santa Transición', aquellos que defienden que fue una obra de arte, canónica y modélica, que llevaron a cabo los herederos del franquismo y los líderes antifranquistas. Por otro, la que afirma que fue una operación auspiciada por las élites postfranquistas para mantener sus privilegios y acabar con la presión popular. Ambas visiones tienen parte de verdad y mentira".

Para Reig, fue un "proceso pactado para no barrer a las viejas élites" y la izquierda "hizo un ejercicio de responsabilidad" que no hizo la derecha y que facilitó un sistema democrático real, aunque con "algunas lagunas", y no una "reforma falsa" que acabase en una "democracia tutelada". El historiador, a pesar de ello, no cree que esté "justificado" el cuestionamiento "in toto" de aquellos años y considera que contemplar, desde algunos sectores de la izquierda, ese periodo "como una trampa" es "suicida". "Supone no concederse una victoria ganada en las calles. Supone conceder al franquismo una victoria póstuma", sentencia.

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