La tasa de basuras, cuando la indignación nos hace perder el norte

A Pablo le llegó la notificación un martes, justo antes de bajar la basura. “Lo que nos faltaba, otro impuesto”, murmuró. En su portal ya corría el mantra: “Madrid está hecho un asco y encima nos ponen una tasa; pues yo dejo de separar”. Su hija, que aprende en el cole a distinguir marrón, azul, amarillo y verde, le miró con extrañeza: “¿Entonces lo que me dice la profe no vale?”. Esa escena —tan cotidiana como incómoda— resume el giro peligroso que estamos viviendo: la frustración se está convirtiendo en boicot a la separación. Y así, sin darnos cuenta, dinamitamos el camino hacia una ciudad más limpia, más sana y más barata de gestionar.

Una tasa puede ser impulso o freno. Si está mal diseñada, es opaca y plana, cabrea con razón. Bien diseñada, en cambio, es una herramienta justa, progresiva y finalista que cambia hábitos, garantiza la financiación estable del servicio, protege a quien menos tiene y premia a quien hace las cosas bien. No se trata de “recaudar por recaudar”: se trata de cumplir las reglas y, sobre todo, de cuidar nuestra salud y el medio ambiente.

España arrastra años de incumplimientos. Tras varias condenas en 2016 y 2017, la UE endureció el listón: la Directiva (UE) 2018/850 exige tratamiento previo adecuado de los residuos antes del vertedero para no poner en riesgo la salud ni el entorno. Y, además, recomienda usar instrumentos económicos —positivos y negativos— para impulsar la prevención, la reutilización y el reciclaje. En una lista de quince herramientas, la tasa aparece la primera y, siendo honestos, es la única que puede asegurar mínimamente que esas medidas se implanten. No es un capricho tecnocrático: es lo que ha funcionado de forma sostenida en Europa.

Una tasa bien diseñada es una herramienta justa, progresiva y finalista que cambia hábitos, garantiza la financiación estable del servicio, protege a quien menos tiene y premia a quien hace las cosas bien.

Conviene recordar por qué llegamos hasta aquí. Antes de la Ley 7/2022 de Residuos y Suelos Contaminados para una Economía Circular encadenamos sustos y desastres: Seseña, Valdemingómez, Zaldibar, Alcalá de Henares… Cuando los residuos se gestionan tarde, mal o nunca, lo acabamos pagando en calidad del aire, en olores, en riesgos evitables y, a la larga, en dinero público.

Pero vayamos a los números, que a veces aterrizan la conversación. En Francia, tratar y eliminar una tonelada de residuos urbanos cuesta en torno a 250 euros (unos 50 en impuestos). En España, la media ronda los 50 euros con impuestos incluidos. Con ese nivel de gasto, es fácil caer en tratamientos de peor calidad que luego se traducen en peores resultados ambientales y sanitarios. Lo sabemos por experiencia en otros servicios: si queremos un servicio digno, hay que financiarlo de forma suficiente y estable. De ahí la lógica del “quien contamina, paga”.

Otro dato muy madrileño: según la memoria 2023 del Parque Tecnológico de Valdemingómez, la ciudad recibió 10,6 millones de turistas con 2,1 pernoctaciones de media; eso equivale a 60.986 habitantes permanentes. Súmense 1,41 millones de población flotante diaria, equivalentes a 491.382 habitantes más. Total: 552.368 “habitantes” no empadronados que habrían generado 171.223 toneladas de residuos, el 14,19% de las 1.206.573 tratadas en 2023. Casi el triple de lo que produce cualquiera de los 21 distritos de la capital. Y es que la pregunta cae por su propio peso: los turistas, ¿de verdad no deben contribuir de forma específica a sostener el sistema que usan?

Entonces, ¿cómo debe ser una buena tasa? No tiene misterio: finalista, progresiva y con incentivos claros.

  • Finalista y separada del IBI: cada euro debe ser destinado a prevención, recogida, preparación para la reutilización, reciclaje y tratamiento. Transparencia real y adiós a los vaivenes presupuestarios.
  • Progresiva: quien más tiene, más aporta; quien menos tiene, recibe bonificaciones y, si hace falta, exenciones.
  • Pago por generación (PAYT) de verdad: con premios a quien reduce y separa bien; recargos a quien genera más y mezcla. La regla de oro es sencilla y justa: quien más residuos genera y peor separa, paga más. Hoy, en demasiados sitios, pasa justo lo contrario.

La posición de la FRAVM es nítida: una tasa justa puede ser la palanca para pasar de un modelo que depende en exceso de vertederos e incineradoras a una gestión alineada con la jerarquía de residuos: prevenir primero, reutilizar, reciclar y, solo al final, tratar lo mínimo.

¿Qué pedimos, de forma concreta, a los ayuntamientos?

  1. Revisar el diseño de la tasa para introducir criterios de renta, de generación por persona/hogar y mediciones exactas y públicas.
  2. Corregir anomalías: depurar datos extraños por barrios, identificar impropios y reasignarlos a actividades no residenciales.
  3. Mesas de seguimiento vecinal con datos abiertos por barrio/municipio, auditables y comprensibles.
  4. Bonificaciones a colectivos vulnerables y a comunidades que acrediten reducción y buena separación.
  5. Una tasa turística finalista que ayude a cubrir el coste extra generado por visitantes y población flotante.
  6. Ajuste del IBI a la baja por la misma cantidad que la tasa, con criterios progresivos, y transparentes.

Si la tasa te parece injusta, no dejes de separar. Al revés: organízate, pide los datos de tu barrio, exige una tasa finalista, progresiva y con incentivos claros. Traslada tu descontento al ayuntamiento con propuestas sobre la mesa: PAYT real, protección a quien menos tiene, transparencia total y tasa turística que pague su parte.

Indignarse es lógico, rendirse no. Si la tasa te parece injusta, no dejes de separar. Al revés: organízate, pide los datos de tu barrio, exige una tasa finalista, progresiva y con incentivos claros. Traslada tu descontento al ayuntamiento con propuestas sobre la mesa: PAYT real, protección a quien menos tiene, transparencia total y tasa turística que pague su parte. La Ley 7/2022 y la Directiva (UE) 2018/850 marcan el rumbo; ahora toca recorrerlo con cabeza. Porque cuando dejamos de separar, quien gana es el vertedero. Y ya sabemos —por experiencia— que ese camino solo trae más problemas.

Quique Villalobos es responsable de Urbanismo, Vivienda y Medio Ambiente de la FRAVM

Sobre este blog

El barrio es nuestro es un blog colectivo alimentado por la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM). El nombre alude al viejo grito de guerra del movimiento vecinal que sirve para reivindicar el protagonismo de la vecindad en los asuntos que la afectan, a menudo frente a aquellos que solo ven en el territorio un lugar de negocio y amenazan su expulsión.

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Publicado el
7 de noviembre de 2025 - 06:01 h
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