Necesitamos más ayuda

En 9 meses, el servicio de atención del teléfono antisuicidios, el 024, ha recibido 93 mil llamadas. 93 mil peticiones de alguien que estaba en una situación crítica y pedía ayuda a un desconocido. De esas llamadas, un 30% era de personas menores de 30 años. Y este dato es el que nos debe preocupar.

En Mislata, la dirección de un instituto tuvo que dimitir en bloque para que desde la consejería los escucharan, se sentaran y les dieran los medios que estaban reclamando. Más ayuda, más personal especializado para afrontar el problemón que tenían en ese centro: habían detectado que había hasta 15 chavales con actitudes suicidas. 15 chavales a los que no se podía perder de vista, estar encima, vigilarlos, escucharlos, dedicarles un tiempo y un espacio que ellos no tenían pero que era urgente dárselo porque la situación era grave. Tuvieron que dimitir, plantarse para que por fin entendieran quienes tenían que tomar las decisiones lo que estaba pasando en ese centro.

Imaginen ser el padre o la madre de uno de esos chicos o chicas. La impotencia, la desesperación, las noches sin dormir intentando encontrar la manera de ayudar a tu hijo a salir de ese pozo. Ayer una madre relataba su calvario: su hija, con 9 años, ¡con 9 años!, le dijo que ya no podía más, que su cabeza no paraba de trabajar y que ella estaba agotada. Acudió a un especialista, la pusieron en tratamiento, con medicación y aquello la señaló. Era la rara de la clase, la loca. Ahora tiene 15, y sigue en tratamiento, con momentos mejores y con momentos peores.

Todos sentimos en algún momento o en muchos momentos que no podemos más, que estamos a punto de rompernos. Conforme vas creciendo aprendes a pedir ayuda, a encontrar las herramientas que te ayuden con esos baches. Pero los chavales no, y menos en una edad tan complicada como la adolescencia, en la que todo les supera.

Somos una sociedad que lleva mucho tiempo pidiendo a gritos ayuda. Afortunadamente, decir que acudes a un psicólogo o psiquiatra ya no es tan estigmatizante como podía ser hace unos años. Pero hace falta más

Un dato de los que conocíamos ayer: los trastornos mentales se han disparado un 47% desde la pandemia. Es una barbaridad. Pero hay un dato mucho más doloroso, mucho más preocupante y que nos apremia a todos a intentar encontrar soluciones. Sólo en 2020 se suicidaron 314 menores.

Íñigo Errejón, que lleva meses empeñado en situar en el debate público la salud mental, ha logrado que en el Congreso se debata dar un permiso de 2 semanas para personas que cuidan a familiares con trastornos mentales. Personas que, como contaba el propio Errejón en la tribuna, salen de casa cada mañana con la angustia de no saber qué pasará cuando vuelvan, si su madre, pareja o hijo habrá pasado esa línea roja, habrá decidido que ya no puede más.

Somos una sociedad que lleva mucho tiempo pidiendo a gritos ayuda. Afortunadamente, decir que acudes a un psicólogo o psiquiatra ya no es tan estigmatizante como podía ser hace unos años. Pero hace falta más.

El 024 es una herramienta, desde luego. Los datos que daban ayer desde el Ministerio de Sanidad confirmaban que 3.500 de esas llamadas que han recibido han sido derivadas al 112, al teléfono de emergencias. Salvaron vidas, lograron que alguien en un momento muy desesperado de su vida, en el que no veía nada más, ninguna luz al final del túnel, escuchara la voz de alguien al otro lado de teléfono, y le salvara la vida. Necesitamos más herramientas como ésa, todas las que hagan falta para echar un cable a los que están en un momento complicado.

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