Torrejón, un modelo mortal Pilar Velasco
Hemos llegado al verano en llamas y el Gobierno de coalición no ha caído, que era el plan de esa poderosa secta ejecutora del lema aznariano de “el que pueda hacer que haga”. Ese objetivo declarado sin complejos por el flamante secretario general del PP, Miguel Tellado –“nuestra obligación es acabar con este Gobierno lo antes posible, y lo vamos a hacer con todos los medios a nuestro alcance” (ver aquí)–, no caduca, de modo que conviene asumir que en otoño volverá la matraca, a nada que un Peinado cualquiera –un Marchena incluso– se levante creativo. No digo yo que no haya reproches cargados de enjundia que lanzar contra el Gobierno y contra el mismísimo Sánchez, pero cualquier demócrata debería agradecer que un Ejecutivo elegido democráticamente no caiga por culpa de un informe de la Guardia Civil, sino a través de los instrumentos que la propia democracia ofrece. Lo cierto es que entramos en la canícula –disparada por la crisis climática a récords insoportables– hablando tanto o más del caso Montoro que del caso Cerdán-Ábalos-Koldo. Se pueden poner todo lo estupendos que quieran, pero a Feijóo se le ha quedado de nuevo esa cara de “¡quién me mandó a mí salir de Galicia!”.
Andan estos días los voceros mediáticos de la derecha tirando del rechazo al “y tú más” como argumento para que nadie haga comparaciones pertinentes. Claro que es legítimo explicar que quienes llevan meses lanzados a dar lecciones de honestidad política frente a “la mafia” tienen motivos sobrados para callarse, o para abrir cada mensaje en torno a “la corrupción” pidiendo primero disculpas a la ciudadanía. Quien lleva a sus espaldas la mochila de los casos Gürtel, Kitchen, Púnica, Lezo, Ciudad de la Justicia, Operación Catalunya, Policía Patriótica, visita del Papa a Valencia, etc, etc, ganaría cierta credibilidad si se dedicara a hacer propuestas concretas para evitar latrocinios de los recursos públicos, o si al menos apoyara las iniciativas del resto de grupos parlamentarios en esa dirección. Pero no: la soberbia de quien está acostumbrado a mandar –quien considera que España es un cortijo de propiedad limitada en el que obviamente no puede gobernar nadie salvo los designados por acuerdo de esos poderes que vienen empalmando privilegios desde, al menos, la Restauración de principios del siglo pasado– asoma en la atronadora movilización antisanchista, en la reacción corporativa de jueces conservadores que no admiten una broma a la hora de limitar la endogamia que practican y, por supuesto, en la chulería que acostumbra José María Aznar o en el desapego y encogimiento de hombros permanente de Mariano Rajoy.
Lleva mucha razón Gabriel Rufián cuando distingue entre la “corrupción cutre” que afecta al PSOE y la “corrupción Premium” que se practica desde el PP. Eran pocos y resucitó Montoro. Con la soberbia endógena de la estirpe aznarista. No es cualquiera. Fue Secretario de Estado de Economía del primer Gobierno de Aznar; ministro de Hacienda en la siguiente legislatura, y volvió a serlo de 2011 a 2018, durante toda la era Rajoy. Fue maestro de espadas del autor del presunto “milagro español”, Rodrigo Rato, tan milagrero que ya desde la vicepresidencia económica abrió sociedades en paraísos fiscales, dibujó el mapa de las privatizaciones –cuyos primeros trazos ya venían de Felipe González y Solchaga– para regalar grandes empresas de sectores públicos estratégicos a amiguetes, compañeros de pupitre o incluso de copas o de yoga. De esa estela milagrosa vienen escándalos como el de las “tarjetas black” de Cajamadrid o las peligrosas aventuras de Francisco González en el BBVA de la mano del comisario Villarejo.
Montoro es de esos tipos que van por la vida sin que se les caiga de la boca el “usted no sabe con quién está hablando”. Que se lo pregunten a un montón de artistas, periodistas, tertulianos, competidores por el poder en el PP, etc. Llegó a amenazar desde el Congreso a la “gente de la cultura” con el garrote de Hacienda. Ahora sabemos, gracias a un juez de Tarragona que se toma en serio su compromiso profesional y cívico, que no se trataba de una baladronada asustaviejas. Los correos incautados que figuran en el sumario trabajado en secreto (de verdad) durante siete años demuestran con asombrosa precisión el desparpajo con el que Montoro utilizaba la información de la Agencia Tributaria para seleccionar “víctimas” de su ira, del mismo modo que la red en la que presuntamente participaba gran parte de la cúpula ministerial se dedicaba a vender favores a empresas energéticas, gasísticas, mediáticas… Hasta el punto de que redactados que enviaban esas empresas aparecían literalmente en decretos leyes o proyectos de ley que regulaban la fiscalidad de las mismas. Y el cogollo del negocio pasaba inevitablemente por el despacho privado de los hermanos Montoro, llamado al estilo neoliberal más neutro e inofensivo, Equipo Económico: “La vía más directa es pagar a EE” (ver aquí).
El tiempo dirá hasta dónde llega la corrupción presuntamente instalada durante años en el mismísimo ministerio de Hacienda de España, pero una de las preguntas inmediatas que cabe hacer en su derivada política es: ¿Volverá Feijóo a retratarse escoltado por Aznar y Rajoy, dos presidentes del Gobierno que han tenido bajo su mando verdaderas estructuras dedicadas al robo de recursos públicos, la financiación ilegal, el chantaje, la amenaza, la persecución de adversarios políticos o la difamación de sus críticos? No exagero una mica en todo lo citado, porque hay una línea de puntos que une la gigantesca extracción diseñada en las privatizaciones de Rato a beneficio del capitalismo de amiguetes, el sistema de financiación irregular durante décadas practicado por el PP en perjuicio de sus competidores electorales, el entramado –este sí– mafioso que usaba nada menos que a la cúpula policial (y a medios afines al servicio de esa innoble causa) para liquidar a adversarios políticos, ya fueran independentistas o de Podemos, y la red encabezada por Montoro y acusada no de un desliz sino de siete de los delitos más graves que puede protagonizar un alto cargo en la Administración pública: cohecho, fraude, prevaricación, tráfico de influencias, negociaciones prohibidas, corrupción en los negocios y falsedad documental. El pack completo. Cuando se enchufa el ventilador y se tira del “y tú más” conviene recurrir a los datos para concluir con un “y tú menos”: durante el mandato de Zapatero, con más de 600 altos cargos nombrados, no hubo un solo caso de corrupción.
El tiempo dirá hasta dónde llega la corrupción instalada durante años en el mismísimo ministerio de Hacienda de España, pero una de las preguntas inmediatas que cabe hacer en su derivada política es: ¿Volverá Feijóo a retratarse escoltado por Aznar y Rajoy, dos presidentes del Gobierno que han tenido bajo su mando verdaderas estructuras dedicadas al robo de recursos públicos, la financiación ilegal, el chantaje, la amenaza, la persecución de adversarios políticos o la difamación de sus críticos?
Iba por ahí el poderoso ministro de Hacienda con la flema de un James Bond en calvo y más bien bajito: “Mi nombre es Montoro, Cristóbal Montoro”. Y su poderío se demostró con el archivo de varias causas que pretendían investigar precisamente los negocios de su bufete familiar y su intermediación con lobbys. No vio en su día motivos la cúpula de la Fiscalía Anticorrupción aunque los viera medio Madrid. Tuvo que llegar un humilde juez de Tarragona a tomarse la molestia de analizar de forma concienzuda y discreta documentos, correos y normativa dictada a mayor gloria de esos lobbys para concluir que Montoro no trabajaba al servicio de ‘su majestad’ sino de los otros, los malos, los corruptores de la “corrupción premium”. Pregúntenselo a la mismísima Esperanza Aguirre (ver aquí) o a su ex jefe Rodrigo Rato, que amenazan ahora con llevarlo a los tribunales. Por cierto, delira Aguirre cuando dice que fue Montoro quien filtró a infoLibre los datos que demostraban las mentiras sobre sus ingresos y patrimonio que le costaron la alcaldía frente a Carmena (ver aquí).
Llegados a este punto, Feijóo se ha puesto de perfil, en la actitud de “Montoro, Montoro… me suena ese nombre, pero no caigo…” Quizás le refresquen la memoria algunas noticias publicadas en medios amigos poco después de su aterrizaje en Madrid, que titulaban algo así: “Feijóo ficha al núcleo duro de Montoro para reforzar el área económica del partido” (ver aquí). Nunca lo desmintió. Como ahora no puede desmentir que en el reciente Congreso ha vuelto a fichar como máximo responsable de Economía a Alberto Nadal, mano derecha de Montoro en toda aquella infausta etapa. No está imputado. O no se enteraba de nada o es el más listo de la tribu.
El estallido del ‘caso Montoro’ demuestra, una vez más, que es falso e interesado ese empeño político y mediático en trasladar la sensación –especialmente dentro de la burbuja madrileña– de que todo se va al carajo en la próxima media hora. Disculpen la tabarra, pero necesitamos un poquito de calma, algo de perspectiva para contemplar el alcance exacto del gravísimo caso que afecta a dos ex secretarios de Organización del PSOE (y a un tal Koldo que aún no sabemos si actuaba com infiltrado o era una enorme grabadora con piernas por pura afición y desconfianza), el final de instrucciones psicodélicas como las de los jueces Peinado o Hurtado, el futuro que le espera a la pareja de Ayuso en el banquillo o el pulso que algunos tribunales están librando contra el Tribunal Constitucional al que pretenden deslegitimar en la misma línea estratégica del PP. No se alarmen si, mientras disfrutamos de unas semanas de relax y buenas lecturas, aparecen filtraciones de conversaciones de Cerdán con no sé quién hablando de Puigdemont o de Sánchez o Zapatero. Tranquilidad. Lo importante es que se localice el dinero, la pasta, el patrimonio que se supone generaron las mordidas. Sabremos entonces el alcance real de la “corrupción cutre”. No se encabronen demasiado si leen nuevos correos de Montoro o de sus presuntos secuaces alegrándoles el día a las eléctricas en perjuicio de las arcas públicas. El tiempo coloca a cada cual… Aunque se hace largo, y desesperan estos tiempos en los que todo se confunde, se mete en la misma coctelera y se desata el negocio de la hipérbole para satisfacción de la mercadotecnia neoliberal.
Es, a mi juicio, más trascendente que todo esto el pleno del Congreso de este próximo martes, cuando se votará y se demostrará si, pese a todo el ruido generado, resulta que los socios de investidura siguen sacando adelante legislación que contribuya a mejorar la vida de la gente. Ese es su reto: “el que pueda hacer que haga”. Para el bien. Descansen todo lo que puedan.
Lo más...
Lo más...
LeídoTu cita diaria con el periodismo que importa. Un avance exclusivo de las informaciones y opiniones que marcarán la agenda del día, seleccionado por la dirección de infoLibre.
Quiero recibirlaAna María Shua y su 'Cuerpo roto'
Cartas de Maruja Mallo
Doña María Moliner: 'Hasta que empieza a brillar'
¡Hola, !
Gracias por sumarte. Ahora formas parte de la comunidad de infoLibre que hace posible un periodismo de investigación riguroso y honesto.
En tu perfil puedes elegir qué boletines recibir, modificar tus datos personales y tu cuota.