Buzón de Voz

Sánchez en el laberinto del 10N

“Esta vez, sí o sí, vamos a conseguir un gobierno progresista”, lanzaba al filo de las doce de la noche Pedro Sánchez en la sede de Ferraz. Pero cuesta mucho imaginar cómo piensa hacerlo, cuando la victoria del PSOE se produce con tres escaños menos de los que obtuvo en abril. La complejidad del laberinto que dibujan los resultados electorales queda eclipsada por la confirmación de un crecimiento alarmante de la extrema derecha nacionalpopulista, por el naufragio total de Ciudadanos y por la fortaleza demostrada por el independentismo. Si Cataluña ha condicionado el terremoto en el bloque conservador español, por Cataluña siguen pasando las (pocas) opciones de Sánchez para salir del bloqueo y evitar un regreso a las urnas de consecuencias quizás letales en términos democráticos.

1.- Pedro Sánchez lo arriesgó todo a una repetición de elecciones con el objetivo de ampliar su mayoría, por la izquierda ganando terreno a Unidas Podemos o por la derecha captando al electorado más centrista de Ciudadanos. O por ambos flancos en distinto grado. Esa estrategia, la que confiaba en lo que desde Moncloa denominaban “mayoría cautelosa” frente a opciones muy polarizadas, ha fracasado. Sánchez prefirió dar un portazo definitivo tras la investidura fallida de julio a cualquier posibilidad de coalición con Iglesias creyendo que las urnas le permitirían superar los 123 escaños de abril y una mayor legitimidad para exigir apoyos que desbloquearan la situación. El cálculo se ha demostrado erróneo. La tensión previsible tras conocerse la sentencia del procés no se ha traducido en un cierre de filas en torno al Gobierno sino que ha disparado la pulsión más extrema del nacionalismo español y ha mantenido la fortaleza de los partidos independentistas. Ha ganado el PSOE, sí, con tanta claridad como oscuridad deja en un nuevo Parlamento de gobernabilidad improbable.

2.- Pablo Casado sale más favorecido con el traje de la moderación que con el de insultador impertinente. Lo supo, se lo dijeron sus propios barones tras el testarazo de abril, y no puso mayores objeciones a suavizar discurso y dejarse barba. Aparentar madurez y moderación le ha permitido recuperar una veintena de escaños de los que Ciudadanos le había birlado con su estrategia (fallida) del sorpaso. Pero Casado y el PP cometerían un grave error si contemplan su crecimiento (desde el desastre de abril) como un éxito sin valorar la noticia más grave de este 10N: el hecho de que se haya disparado una ultraderecha nacionalpopulista que nació en el vientre del PP y cuyo siguiente objetivo será ese sorpaso que Rivera no logró. La amenaza que Vox supone para la democracia incluye al propio Casado, aunque parezca no darse por enterado, si atendemos al mensaje triunfante que en la noche del domingo ha lanzado desde la sede de Génova: “Somos incompatibles con Sánchez y ejerceremos nuestro liderazgo como alternativa”.

3.- Santiago Abascal y su formación nacionalpopulista ocupan ya los titulares de toda la prensa extranjera. Definitivamente España no estaba vacunada contra ese extremismo xenófobo, sexista, que propone medidas anticonstitucionales y antidemocráticas, que bebe de las mismas fuentes que el resto del nacionalpopulismo emergente desde hace muchos años en Europa con el plus de ese franquismo residual y, muy especialmente, con el motor electoralista de un nacionalismo español retroalimentado por la fuerza de los nacionalismos periféricos. Aunque Abascal no hubiera logrado más de cincuenta escaños, su macabro éxito ya se había producido, al contaminar todo el debate público a lomos de falsedades y al desplazar hacia la derecha todo el espectro político desde el centro. Incluso al propio PSOE, cuya apuesta por demostrar la mayor “firmeza” ante el separatismo le ha llevado a cohibirse en la defensa de un federalismo plurinacional que le diferencia de esas otras opciones ruidosas y emocionales, pero demostradamente inútiles para garantizar un modelo de Estado que priorice la convivencia en paz y en libertad.

4.- Pablo Iglesias y las alianzas de Unidas Podemos pierden siete escaños, aunque en ningún caso han sufrido esa derrota contundente que buscaba Pedro Sánchez con la repetición electoral, y que en una primera fase se sustentaba también en la aparición de Íñigo Errejón como opción que señalaba tanto al PSOE como a sus excompañeros morados como responsables del bloqueo político y de una decepción generalizada en la izquierda. Unidas Podemos resiste, no sólo porque este “suelo” es mucho más alto de lo que sus adversarios pensaban sino sobre todo porque sigue siendo imprescindible para cualquier opción que Sánchez se plantee para intentar un gobierno de progreso.

5.- Albert Rivera es sin la menor duda el gran derrotado de estas elecciones, y no sólo por el resultado absolutamente catastrófico de Ciudadanos sino también porque su frívola derechización y su antinacionalismo (tan excluyente como el que se proponía combatir) han servido de magma para alimentar al monstruo de la extrema derecha y para consolidar el bloqueo político del sistema. En la noche de este domingo anunció que convocaría a los órganos de dirección de Ciudadanos y un congreso extraordinario. [A mediodía de este lunes ha confirmado su dimisión como líder del partido, su renuncia al acta de diputado -le sucederá el abogado del Estado Edmungo Bal, cuarto en la lista por Madrid- y el abandono de la política. Ha hecho lo único que podía hacer dada la magnitud del desplome, aunque a estas alturas del descrédito político asumir responsabilidades claras aún parezca un gesto de honradez y generosidad].

6.- Íñigo Errejón no ha logrado el objetivo con el que dio el salto desde Madrid a la disputa estatal, pero tendrá voz en el Congreso, y en un tablero tan fraccionado podría ser decisivo en el espacio de la izquierda. El análisis detallado de la votación demostrará si su mayor error fue presentarse en demasiadas circunscripciones y si su presencia ha servido incluso para que Vox arañara algunos escaños a costa de la izquierda. Las urnas parecen confirmar que Madrid y Valencia habrían bastado para acoger una opción que pretendía representar a ese espacio irritado tanto con el PSOE como con Podemos.

7.- Las formaciones independentistas mantienen su fortaleza, tanto en Cataluña como en Euskadi, incluso la incrementan. Entra en el Congreso la CUP y ganan escaños el partido de Puigdemont y EH-Bildu. Las urnas vienen a confirmar lo que debería ser una evidencia en términos políticos: encarcelar a dirigentes no hace desaparecer a sus votantes. Castigar ilegalidades es obligado en un Estado de Derecho, pero atender reivindicaciones defendidas por amplias mayorías es imprescindible para la solvencia y solidez de la propia democracia.

Si alejamos un poco la vista de los resultados de cada partido para atender al dibujo político general, el laberinto de la gobernabilidad es aún más complejo que el de abril. Es posible de nuevo un acuerdo progresista (si se superan las líneas rojas que no se levantaron antes), pero no bastará para investir a Pedro Sánchez si no se abstiene al menos parte del independentismo, lo cual no parece sencillo cuando está pendiente la convocatoria de elecciones autonómicas en Cataluña. La otra opción con la que Sánchez ha coqueteado en el último tramo de la campaña, una posible abstención del PP, se aleja tras comprobar Casado que Abascal y sus huestes eufóricas han llegado no sólo para quedarse, sino para intentar seguir creciendo a costa del PP después de haber fagocitado a Ciudadanos. En la noche del domingo, ante la sede de Vox, volvió a escucharse ese alarmante “¡a por ellos!” que primero dirigían contra los nacionalistas catalanes, pero que ya incluye a progres, migrantes, feministas, medios de comunicación críticos… y no es descartable que acabe incluyendo al propio Casado.

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P.D. Sostiene el historiador Paul Preston en su último ensayo que "la violencia, la corrupción y la incompetencia de la clase política han traicionado al pueblo español al menos desde 1833". Corren tiempos acelerados, en los que se precisan dirigentes políticos con estatura suficiente para gestionar un multipartidismo complejo. No sería descartable que surgieran propuestas "creativas" para abordar este tozudo bloqueo, pero sería simplista culpar de todo a esa llamada 'clase política'. Las responsabilidades de que en pleno siglo XXI más de 3.600.000 españoles voten a un partido antidemocrático están mucho más repartidas.

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Este artículo ha sido actualizado a las 12:30 del lunes, 11 de noviembre, para incluir la dimisión de Albert Rivera y su decisión de abandonar la política.

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