Buzón de Voz

Verdades y mentiras sobre Podemos y la APM

En estos tiempos de ruido y de furia, uno procura no entrar a discutir con quienes retan, insultan, etiquetan o amenazan incluso antes de conocer tu punto de vista. Es lo que ha ocurrido desde el lunes pasado, a las nueve de la mañana, cuando se hizo público un comunicado de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) en el que se denunciaba “el acoso de Podemos a periodistas”. Han pasado casi tres días, en los que infoLibre ha venido recogiendo ese comunicado, la reacción de Podemos y de otros partidos, las opiniones de nuestros articulistas y también los comentarios de todo aquel que ha querido libremente expresarlos. Es hora de dejar claro, especialmente ante socias, socios y lectores de infoLibre, lo que uno sabe y piensa del asunto. Incluyendo alguno de los errores propios cometidos.

  LOS HECHOS

 

  • El pasado 24 de febrero, la Junta Directiva de la APM fue informada por su presidenta, Victoria Prego, de que la Asociación de Periodistas Parlamentarios se había dirigido a ella para trasladar que un grupo de periodistas que habitualmente cubren la información sobre Podemos para distintos medios querían trasladar una serie de quejas, denuncias o protestas porque se sentían “acosados” en su trabajo. Las deliberaciones de ese órgano, como en cualquier otra asociación, están sometidas a confidencialidad, pero tampoco se desvela el secreto de Fátima (y menos sobre una reunión de casi veinte periodistas, entre ellos yo mismo) si digo que lo que se acordó fue que la Ejecutiva de la APM recibiría a esos periodistas para conocer exactamente el contenido y las pruebas de sus denuncias y decidir si merecían apoyo y amparo.

 

  • La Ejecutiva de la APM se reunió en la semana siguiente con los periodistas denunciantes, que asistieron además acompañados por representantes de la Asociación de Periodistas Parlamentarios, ante la que varios de ellos ya habían solicitado ayuda en distintas ocasiones sobre el mismo asunto. Durante la reunión aportaron “testimonios y pruebas documentales” en las que basan la existencia de esa “campaña sistematizada de acoso personal y en redes” que afirman sufrir por parte del “equipo directivo de Podemos, encabezado por Pablo Iglesias, así como por personas próximas a ese círculo”. Pidieron el amparo de la APM pero exigieron permanecer en el anonimato y no hacer públicos los mensajes personales mostrados. 

 

  • La noche del pasado domingo, 5 de marzo, los 23 miembros de la Junta Directiva de la APM (incluido yo mismo) recibimos por correo electrónico el texto titulado Comunicado de APM ante el acoso de Podemos a periodistas, con el mensaje de que se haría público a las nueve de la mañana siguiente. Quienes lo leímos de madrugada pudimos haber cuestionado la redacción del texto, su contenido o incluso su publicación al día siguiente. Si no lo hicimos y posteriormente discrepamos es un error nuestro, cuyas derivaciones deben contemplarse en la propia Junta de la APM, por una cuestión de simple coherencia y lealtad personal.

  LAS INTERPRETACIONES

Como suele ocurrir con cualquier asunto referido a Podemos (muy especialmente si contiene aspectos negativos), la tormenta se desató a las nueve en punto, y es obvio que algunos medios tenían incluso preparada la batería para arropar con el máximo despliegue el ya de por sí grave contenido de la denuncia. Más allá de la (obviamente) libre opinión que cada cual se forme sobre los hechos, me parece imprescindible poner el foco en algunos puntos.

 

  • El comunicado es duro, prolijo y contundente en una denuncia cuyos autores no quedan identificados ni permiten hacer públicos los elementos más graves, que son mensajes individualizados por vía telefónica o testimonios de advertencias y conversaciones con nombres y apellidos de dirigentes o asesores concretos de Podemos. A mi juicio no se puede ni se debe meter en el mismo saco el aluvión de tuits ofensivos, difamantes o intimidantes (al que estamos todos sometidos), sea de forma organizada o espontánea, y lo que es una labor de presión directa sobre el ejercicio periodístico.

 

  • El ruido desatado ha dejado fuera de los focos lo que a uno le parece el rasgo más grave de la denuncia: son redactores y redactoras de base, que trabajan en la mayoría de los casos en situación precaria e incierta. Expresan que sienten miedo y solicitan el amparo de una asociación profesional. Más allá de la forma de concedérselo o del uso que algunos hagan de ese amparo, ¿por qué sus propios jefes, sus medios, sus directores no han denunciado de forma articulada y común lo que los periodistas trasladan? Lo ha hecho el director de El Periódico de Catalunya, pero sorprende que otros hayan esperado al comunicado de la APM para dedicar a la denuncia espacios estelares en portada o indignados editoriales.

 

  • Es ciertamente hipócrita la actitud de grandes cabeceras que se dan golpes de pecho ante esta denuncia contra Podemos pero siguen enviando a sus redactores de base a cubrir falsas ruedas de prensa sin preguntas o destinan a hacer la cartelera o la última hora a una periodista que resulta incómoda porque se niega a firmar intoxicaciones del Gobierno o del PP. O directores (del papel o digitales) que juzgan intolerable que un dirigente de Podemos le diga a un periodista que su información le parece “una sinvergonzada” pero callan sumisos sobre los acuerdos opacos de financiación que sus medios mantienen con grandes corporaciones o sobre la publicidad institucional que condiciona sus líneas editoriales. Esa realidad (como otras muchas) no justifica en cualquier caso que unos periodistas concretos se vean presionados por unos políticos concretos.

 

  • Se equivoca Podemos cuando reacciona negándolo todo y considerando “casta” o “trama” a todo aquel que en cualquier momento discute sus decisiones o sus formas de actuar. Las actitudes de desprecio expresadas en público hacia periodistas concretos están ahí, y se resolverían pidiendo disculpas y no volviendo a repetirlas. Tienen todo el derecho a denunciar las muchas barbaridades infundadas que se han publicado sobre la formación morada y sus dirigentes. De hecho hay unas cuantas sentencias en los tribunales que les dan la razón. Pero despachar acusaciones tan graves de “intimidación personal” diciendo que “vayan a los tribunales” no es de recibo, porque condicionar o coartar la libertad de expresión no equivale siempre a cometer delitos. Hay métodos más sutiles, como saben perfectamente los dirigentes de Podemos y también quienes los satanizan.

  ¿APRENDEMOS ALGO… TODOS?

Resulta impresionante la capacidad existente en la profesión periodística en España para disparar contra sus propios intereses, que son o deberían ser los de defender la dignidad de un oficio cuya esencia es el servicio público. Aquí ya no me refiero a la propiedad de los medios ni a esos ejecutivos con bonus millonarios y pensiones doradas. Hablo de los que no somos otra cosa que periodistas desde que amanece hasta que uno cae rendido, cualquier día del año, sin más épica que cualquier otro oficio pero con el añadido de que ninguno está más obligado que el nuestro a evitar el abrazo a la difamación o a cualquier tipo de sectarismo.

La Asociación de la Prensa de Madrid debe estar tan sometida a la crítica como todo organismo asociativo profesional. Tiene sombras en su historia del tamaño de la luna, pero calificar de “franquistas” a los 23 miembros de su actual Junta Directiva es un verdadero disparate. Por si a alguien le interesa, esa Junta es la suma de representantes elegidos directamente por los asociados, procedentes de distintas listas, con historial profesional muy variado, de medios totalmente diversos y con posiciones ideológicas muy diferentes. Los reproches que cada uno de sus miembros puede asumir habrán de sujetarse en todo caso al periodo que llevamos representando a los periodistas asociados (poco más de un año). Una etapa, por cierto, en la que ha concluido cualquier asomo de “privilegio” en forma de ayudas públicas para un servicio médico privado.

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El argumento de que la APM no ha reaccionado del mismo modo a otros muchos casos de presunto atropello del libre ejercicio del periodismo es lícito, aunque conviene respetar los datos. En los últimos 18 meses la APM ha denunciado la manipulación en RTVE y ha dado apoyo a sus Consejos de Informativos; ha reprobado a Juan Luis Cebrián por su campaña contra La Sexta, eldiario.es o elconfidencial o ha denunciado las críticas del PP al tratamiento informativo sobre Rita Barberá, entre otros muchos comunicados e iniciativas que pueden consultarse aquí. ¿Habrían sido convenientes muchísimas denuncias más? Seguro, y más graves. Conviene saber que para que una asociación profesional ampare a un periodista pisoteado en primer lugar se precisa que lo pida. Si se me pregunta si hubiera dado mi apoyo a otros colegas que denunciasen con pruebas el acoso de dirigentes del PP, del PSOE o Ciudadanos, la respuesta es un SÍ rotundo. Y lo mismo habrían hecho los 23 miembros de esa Junta. ¿Cómo es que no hay una larga fila de colegas dispuestos a denunciarlo? La pregunta también es lícita. Y muy pertinente.

Tengo muy claro que un asunto tan grave y delicado como el que ha incendiado los medios y las redes estos días habría merecido un debate más profundo y reposado. Mea culpa por no haberlo exigido. Sería muy conveniente analizar la influencia que en todo esto tiene simplemente la realidad digital, el hecho de que hoy ningún periodista (ni ningún político) puede trabajar aislándose de la existencia de las redes sociales. Si hace falta una piel muy gruesa para soportar la presión de un ministro, un empresario o un banquero, tampoco se debe tener muy fina cuando se expone al criterio de la comunidad tuitera. Antes, los reproches de un político se escuchaban en la barra de la cafetería del Congreso o de Casa Manolo. Ahora circulan instantáneamente por las pantallas de los móviles.

Lo cierto es que, ante una duda razonable sobre el respeto a la libertad de expresión, desde Podemos se reacciona etiquetando como “máquina del fango” a cualquiera, haga lo que haga y actúe como actúe. Craso error. Por esa vía, ni “la trama” pierde poder, ni la “nueva política” gana credibilidad.

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