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Buzón de voz

Desconfianza vitalicia

Al mediodía de este viernes corría por 'la Corte' un intensísimo rumor: la Casa del Rey ultimaba el anuncio de que el monarca sería trasladado a Estados Unidos para someterse a una nueva y compleja operación de cadera, y que su delicado estado de salud le obligaba a abdicar en el príncipe Felipe o al menos a cederle temporalmente las funciones en la jefatura del Estado. Zarzuela ha reaccionado con un gesto inédito ante lo excepcional de las circunstancias, convocando una rueda de prensa oficial en 'palacio' por primera vez en 38 años. Se trataba fundamentalmente de cortar el rumor sobre la inminente abdicación.

Entre los republicanos no hay debate. Resulta tan anacrónico hablar de abdicación como de la propia monarquía, de 'la Corte' o de 'palacio'. (Tan anacrónico, por cierto, como ir a operarse a Estados Unidos).

Este debate surge más bien entre monárquicos y juancarlistas. Los primeros, incluidos ilustres defensores de la eterna transición, desearían que el portador de la corona le echara a la situación más cintura que cadera, por hacer el chiste fácil. Pasará por el quirófano por quinta vez en menos de año y medio, pero no se trata exclusivamente de la cadera, ni de la probabilidad de que Juan Carlos tenga por delante hasta seis meses de "inhabilitación física". Quienes apuestan por la continuidad de la monarquía consideran que el peor favor que Juan Carlos puede hacerle al régimen que heredó de Franco es aferrarse al cargo vitalicio. Y apunta además una especie de desconfianza paterna en las capacidades del príncipe Felipe, que lleva 45 años dedicado a "prepararse" para ser rey. Tendría delito que aún no lo estuviera. 

Sufrir achaques de salud a los 75 años es algo natural. Tan natural como la certeza de que la caída en los índices de popularidad de la monarquía no obedece a esos achaques sino al escándalo protagonizado por Urdangarin y la infanta Cristina y al intento "real" de taparlo por la vía de sufragados exilios en Washington o en Suiza. Es tan evidente el clamor por una absoluta transparencia institucional que la resistencia a la misma sólo contribuye a disparar las sospechas.

"No ha lugar"

No pocos monárquicos recuerdan al juancarlismo su propia historia. Se sabe que en la fase final de la dictadura, el entonces príncipe Juan Carlos se resistió a asumir una vez más "temporalmente" las funciones de jefe del Estado cuando Franco estaba en las últimas. Ya había ejercido en 1974 como sustituto provisional del dictador aquejado de una flebitis. En la rueda de prensa de este viernes, el jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno, ha argumentado que las funciones de jefe del Estado "no son delegables" y que por tanto el príncipe Felipe sólo puede "representar" a la corona. Es decir, el rey no se plantea abdicar, y parece tener tan claro como Franco su empeño en morir en la cama y sin ceder el mando. La única alternativa legal sería su inhabilitación por las Cortes si se le considerara incapacitado, y Spottorno ha afirmado que "no ha lugar".

"El rey abdica en Felipe", titular manejado este viernes en varias redacciones, fue real, pero en Bélgica, el pasado 3 de julio. "Constato que mi edad y mi salud ya no me permiten ejercer mi función como desearía", anunció Alberto II en un breve discurso televisado, y añadió que había llegado "el momento de pasar el relevo a la siguiente generación". Felipe de Brabante ocupa ya el trono. Felipe de Borbón (y los monárquicos "renovadores") tendrán que esperar.

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