Masculinidad, edad, fama y poder Daniel Valero 'Tigrillo'

Lo ha dicho Narciso Michavila, el oráculo del PP: el PSOE tiene un suelo indestructible del 27%. Sánchez resiste y Feijóo no despega. El próximo ciclo electoral comenzará en febrero o marzo de 2026. En el horizonte se atisban elecciones en Castilla y León y Andalucía. Sus sondeos en GAD3 constatan que el PSOE mejorará en escaños. Sánchez crece en resultados pero eso no es incompatible con los mínimos históricos de la izquierda.
Acudo a consultar a la Marquesa de Braganza. En Madrid, las estatuas hablan. La Marquesa lo ha visto todo y, como Michavila, afirma que el problema de Feijóo es, mayormente, él mismo, mientras que el problema de Sánchez sigue siendo la Vogue, o sea, eso que Jaime Miquel, que estás en los cielos, llamaba “lo que sea a la izquierda del PSOE”. Cree la Marquesa que Sánchez tendrá más complicado poder gobernar y que es muy probable que tenga que pedir que le echen una caña en la barra del bar Garibaldi, sentarse a parlamentar con Pablo Iglesias y negociar un futuro Gobierno, si es que le dan las cifras. Diego Rubio, mientras tanto, sueña con el 35%.
Feijóo no puede volver a vender la misma moto del congreso de Sevilla, porque sabe que esa vespa está trucada. Vox no es Ciudadanos
No está claro si habrá un superdomingo en 2027, dice Michavila. Una coincidencia de las generales con las autonómicas y municipales de 2027 forma parte de esta misión imposible que se juega como una sentencia final cada día y que viene siendo la última gran apuesta de la izquierda. El oráculo de la derecha española sabe que Sánchez caerá antes por sus actuales apoyos del PNV y Junts que por los mensajes con José Luis Ábalos.
Los congresos acelerados no sirven mucho en Madrid, que ya piensa en el Congreso del PP. El matrimonio Ayuso/Feijóo ha quedado más impostado desde la última convocatoria de cónclave. Todo ha resultado falso e improvisado tras las últimas declaraciones de Feijóo a la vista de sus afiliados, que son la cultura del partido siempre. A las élites del PP les ha faltado siempre eso: una cultura. Los partidos y su militancia siguen siendo más que nunca un misterio y lo que se requiere para explicarlos está cada vez más dentro de las bases que fuera de ellos. Porque es concentrándonos en lo trivial, en las pequeñeces de la existencia cotidiana, como surgen las revelaciones más claras acerca de cosas como la polarización, la identidad, la legitimidad política o el triunfo electoral. Lo sabe Ayuso, que reclama primarias –un afiliado, un voto– y se ha puesto de perfil para dejar a Feijóo con su lengua viperina y sus tres años de legislatura perdida. Ser presidente del PP, que no es lo mismo que ser candidato. “Desde 2022, el PP sólo ha insistido en perder la legislatura”—me dice la Marquesa de Braganza desde su peana—. “Si todo está tan jodido, que dé el salto y proponga una moción de censura”.
Así de rotunda se expresa la Marquesa de Braganza, elevada a los altares de los jardines de la Villa de París, atenta a todo lo que se mueve en el Tribunal Supremo y en la Calle Génova. “Los indios del Poder Judicial ya no asoman la cabeza por el Palacio. Caballo Loco, desde Plaza Castilla, y Flecha Rota Hurtado desde los fríos y oscuros ventanales del Supremo, han hecho su trabajo. Ahora sólo queda la política, ahora sólo queda Feijóo”.
-Pero, Marquesa, Peinado acaba de desimputar a Güemes y de Rosauro Varo no sabemos nada.
-José María Aznar manda. Que nadie toque a sus niños.
Efectivamente, el asedio judicial se desinfla y los mensajes de Ábalos nos hablan más de una UCO patriótica que de una organización de mercheros dispuesta a llevárselo crudo, como el petróleo de Aldama y Rivas en Algeciras. Sin asedio judicial y con los bulos cotizando a la baja en El Mundo, al PP sólo le queda convocar un congreso sin primarias. Pero, con Feijóo, hacer política es muy difícil y pedir una moción de censura, imposible.
-Víctor, una cosa es sacar a Sánchez de Moncloa y otra muy distinta, meter a Vox en el Gobierno. Si no propone una moción de censura es porque la economía española va como una moto.
Ese es el gran dilema de Alberto Núñez Feijóo. La Marquesa comprende que no conviene perder de vista a un PP que sigue sin Presupuestos en las comunidades autónomas que gobierna, salvo en Valencia, donde Mazón es un cadáver político apuntalado por Vox. “Aunque lo disimule, Feijóo es el presidente del PP más proclive a los pactos con Vox. Alberto no es Casado y Vox tampoco es Ciudadanos”.
Sacar a Sánchez de Moncloa es meter a Vox en el Gobierno. Feijóo no puede volver a vender la misma moto del Congreso de Sevilla, porque sabe que esa vespa está trucada. Vox no es Ciudadanos. El integrismo no estaba en la cuota del primer Ciudadanos, ni tampoco el resentimiento. Los pactos de Vox en las autonomías han tenido un sólo beneficiario: Alberto Núñez Feijóo, que ante las bases no tiene carisma ni liderazgo ni cultura. En Madrid quieren sacar a la tropa gallega de la planta séptima de Génova. A De la Mata, Sánchez Sierra y Tellado se les queda grande Madrid. El PP tiene un esguince en la capital del reino. No lo entienden ni lo quieren entender. “Alberto, cuando gobernaba Galicia, siempre fue el que más atizaba a Casado con bloquear los acuerdos con Santiago Abascal —dice la Marquesa—. Feijóo siempre dice una cosa y hace la contraria. Alberto ha sido siempre un chisgarabís”.
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