Grandes prodigios científicos

El lunes, unos genetistas lograron "resucitar" al lobo gigante. El martes, ya no tanto. La confusión es ejemplar. Verán: hay una empresa llamada Colossal (ellos, humildes) que se dedica al negociado de la "desextinción", neologismo curiosísimo. El modus operandi es calcadito al de Parque Jurásico (¿qué podría salir mal?): cogen los despojos de algún bicho que palmó hace diez mil años, lo meten en una probeta y le dan ungüentos y centrifugados hasta meterlo en el óvulo de una especie compatible. Y ale, al paritorio.

Nuestros intrépidos doctores (según parece, gente listísima) ya hicieron sus pinitos con el ratón lanudo, un roedor con una densidad capilar que ya quisiéramos algunos. Tras semejante éxito, alguien del departamento de márquetin debió decirles que por qué no lo intentaban con una alimaña más imponente. Dicho, hecho y pregonado en los diarios de medio mundo. "Resucitan al lobo huargo, el de Juego de Tronos". ¡Recórcholis! Lo del publicista va en serio, miren que en la compañía han invertido sus maravedíes el productor de Jurassic World (una secuela malísima de la trilogía original), Peter Jackson, Thor de Los Vengadores y Paris Hilton. En fin, que tras tantísimo titular estupendísimo (nadie quiere llegar tarde a la fiesta del clic), los medios han empezado a hilar fino. "Si parece un pato, nada como un pato y grazna como un pato, puede no ser un pato, sino otro animal modificado genéticamente para asemejarse a un pato", escribía Javier Salas en El País.

La gente que esperaba acariciar bestias ferocísimas y atávicas tendrá que conformarse con perros disfrazados

El asunto de Rómulo, Remo y Khaleesi, nombre discretísimo de los tres trampantojos de bicho mitológico, me ha recordado otros grandes momentos de las secciones de Ciencia, reducidas a medio redactor y un apuntador que cotiza días alternos. En tiempos menos oscuros, había en Twitter una cuenta que reposteaba todos esos artículos que pregonan la cura del cáncer y el alzhéimer cada quince días al grito de "en ratones". Es de entender: da más gusto anunciar al mundo que acaba de erradicarse el melanoma que especificar que, en unas cobayas, se ha conseguido una reducción tumoral de un 10% tras inyectarlas con un brebaje que tiene un nombre más confuso que el de los chiquillos de Musk.

Y no crean que el sensacionalismo se queda en lo bioquímico. Se acordarán ustedes del simpático Stephen Hawking, el físico más bocachancla de la historia del conocimiento. Todavía hoy, cuando el pobre lleva siete años criando malvas, metes su santo y seña en el buscador de noticias y te devuelve impactantes declaraciones. En el primer vistazo, "La NASA confirma la fecha del fin del mundo que predijo Stephen Hawking", disquisiciones teológicas de poco fuste ("Dios no creó el universo", "El astrofísico que renegó de Dios") y media docena indicaciones (esclarecedoras, ¡chiripitiflaúticas!) sobre cómo lidiar —en caso de contacto— con civilizaciones alienígenas. Cómo será la cosa que hasta los "verificadores" de Newtral tienen un articulito sobre todo lo que el buen señor nunca dijo. La lista incluye dinosaurios extraterrestres, ahí es nada.

Las noticias envejecen fatal, también estas. Seguimos muriéndonos de cáncer, el calentamiento global no ha anegado París (mecachis), el Altísimo sigue atrincherado en el séptimo cielo y la gente que esperaba acariciar bestias ferocísimas y atávicas tendrá que conformarse con perros disfrazados. Dicen que ahora van a por el Dodo. Me juego el jornal a que no pasa de gallina con esteroides. Qué chasco todo, carajo.

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