Torrejón, un modelo mortal Pilar Velasco
Resulta triste que el supuesto patriotismo español acabe siempre por socavar los intereses de España en el extranjero. Quizá sea el síntoma más claro de que sus ideales no responden a un compromiso general con el país, sino al deseo de controlar las instituciones para ponerlas al servicio clasista de sus propios intereses. La crispación política que anima la derecha en España está saltando una y otra vez las fronteras sin considerar que los ataques al Gobierno desde Europa y los EE.UU acaban por dañar el prestigio internacional de España. A la hora de criticar la situación y de valorar algunos acontecimientos, sin asumir las propias responsabilidades, la derecha vende en el exterior una imagen de España corrupta, desequilibrada, que no sabe gestionar los fondos y que no cumple con sus deberes.
Por diferentes motivos, entre los que está su propia entidad como país democrático, España ha ocupado en los últimos años un papel significativo en Europa, con cargos de alta representación y peso en el diseño de las políticas sociales a la hora, por ejemplo, de enfrentar una crisis como la provocada por la pandemia. Es triste que la campaña furiosa contra el Gobierno de coalición promovida por la derecha haya decidido que conviene desprestigiar a España en el exterior. La buena idea de que los problemas de casa hay que solucionarlos en casa vale de poco en este momento. Si España tiene prestigio, España es un problema, por lo que conviene utilizar las instituciones europeas para hacer declaraciones ofensivas o para boicotear medidas pensadas para solucionar situaciones en el interior. Quien dice que ama a España tiene poca justificación a la hora de promover que la Unión Europea no reconozca la oficialidad de las lenguas españolas. Los que estamos orgullosos de una lengua española sin complejos, porque es una de las más importantes del mundo y por su fraternidad y extensión en Latinoamérica, no tenemos por qué sentirnos incómodos al valorar el catalán, el gallego y el euskera. Tampoco es de recibo que se acuse al Gobierno de no saber gestionar el dinero para prevenir los incendios, ocultando que la parte más significativa de responsabilidad es de comunidades autónomas gobernadas por la derecha, poco partidaria de combatir el cambio climático y de invertir en programas de defensa de lo público.
Tal y como está el mundo, con el horizonte bélico y la corrosión de la justicia democrática, es triste que los llamados patriotas españoles dañen los intereses internacionales de España. Pero también es muy preocupante, porque señala los peligros que corre el futuro de nuestro mundo
Sí, es triste comprobar que muchas de las críticas internacionales que disminuyen el papel de España forman parte de la estrategia de la derecha española para criticar al Gobierno. Pero, además de triste, es preocupante. La historia nos enseña que estas dinámicas se producen con éxito cuando la situación internacional está también en crisis. Nos equivocamos al analizar la crispación española como un problema interior, ya que forma parte de una realidad que se extiende por todo el mundo democrático. La deriva de la derecha democrática hacia una extrema derecha dispuesta a saltarse a la torera los derechos humanos y la justicia internacional es un problema que se extiende por EE.UU y Europa. Se comprende que no resulte simpático un país que intente respetar los derechos humanos de los migrantes, se oponga a un genocidio como el de Gaza y no quiera dañar las inversiones sociales para favorecer el negocio de las armas en una política belicista.
El patriotismo decimonónico español contra los liberales vendió a España cuando el absolutismo iba a triunfar en Europa. Y el patriotismo franquista vendió los intereses de España en 1936 para ganar una guerra incivil cuando el fascismo y el nazismo pretendieron dominar la Historia. Tal y como está el mundo, con el horizonte bélico y la corrosión de la justicia democrática, es triste que los llamados patriotas españoles dañen los intereses internacionales de España. Pero también es muy preocupante, porque señala los peligros que corre el futuro de nuestro mundo, el mundo de españoles, franceses, alemanes o norteamericanos.
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