Esa gente (que Ayuso no conoce) que cree que la sanidad de Madrid es mala

Fue hace solo tres meses. Era domingo y cientos de miles de personas salieron a la calle en Madrid para defender esa sanidad pública que en su día fue orgullo y bandera —la verdadera patria— y a la que, desde hace años, están dejando morir lentamente. Una gigantesca marea humana que denunciaba su desmantelamiento y que exigía más personal, mejores condiciones laborales y mayor inversión. Parece lo mínimo exigible teniendo en cuenta que hablamos de la piedra angular del Estado de bienestar. Tuve la suerte de ir acompañada a la protesta, la segunda gran movilización social en pocas semanas, de una amiga médica. Antes de comenzar la marcha, abrió la mochila, sacó su bata blanca y se la puso. Qué orgullo, pensé yo. Y sé que ella, a pesar del cansancio y la incertidumbre de los últimos tiempos, también. Desde noviembre, los médicos, médicas y pediatras de atención primaria estaban en pie de guerra y habían empezado una huelga indefinida en la Comunidad de Madrid, pero las negociaciones con el gobierno regional estaban estancadas, en punto muerto. Hasta ese momento, ni el consejero de Sanidad ni la presidenta regional habían tenido la consideración de sentarse con ellos para escuchar sus reivindicaciones. Algo que, por cierto, la presidenta no llegó a hacer en ningún momento. 

Todo esto ocurrió hace solo tres meses, por eso resulta aún más chocante leer a Ayuso en El País afirmando que nunca había escuchado que los madrileños y madrileñas pensasen que su sanidad es mala. ¿Tan desconectada de la realidad está la presidenta para no entender el mensaje de aquellas protestas? Sorprendente también su respuesta cuando en el propio Portal de Transparencia de la Comunidad de Madrid está publicada esta encuesta que refleja que la sanidad es, con mucha diferencia, la primera preocupación que tiene la ciudadanía en la región en la que ella gobierna. Por si no era suficiente, hace solo unos días el Consejo de Europa hacía público un informe en el que ponía en entredicho su política sanitaria advirtiendo de que Madrid es la región que menos gasta per cápita en atención primaria a pesar de ser la región que mayor renta tiene. Es un buen dato para entender el modelo neoliberal por el que el PP lleva apostando casi tres décadas —desde que gobierna— en la Comunidad de Madrid y con el que ya intentó privatizar hospitales en la época de Esperanza Aguirre. A eso, se unió tiempo después la pandemia que profundizó las heridas que sufrían los centros de salud: al borde del colapso, sin medios, con las urgencias cerradas y los profesionales completamente desbordados. Las consecuencias ya las conocemos: el recorte de presupuesto aumentó la sobrecarga de trabajo y las listas de espera. Y ojo, porque eso ha provocado que el tiempo de espera en los seguros privados también se haya alargado.

Lo que nos jugamos en estas elecciones autonómicas y municipales va de sanidad, igualdad, educación, de políticas sociales, de empleo y de vivienda

Por eso, estos días es importante focalizar en lo importante. Que no nos despisten ni el PP ni Vox con su empeño de resucitar, en plena campaña, el terrorismo de ETA —doce años desde que anunció su disolución—, porque lo que nos jugamos en estas elecciones autonómicas y municipales no va de eso. Va de sanidad, educación, igualdad, de políticas sociales, de empleo y de vivienda. Mi amiga, de momento, ha colgado esa bata blanca que con orgullo lució en la manifestación de febrero. Está de baja por ansiedad, incapaz de enfrentarse cada día a un centro de salud sin recursos. Es una de esas ciudadanas, a las que Ayuso dice no conocer, que piensan que la sanidad madrileña es mala. Mala sí, pero por las decisiones políticas que la han llevado a esta situación agónica.

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