IDEAS PROPIAS

Genocidio sí, genocidio no… Nada nuevo

Cuando alguien quiere ocultar la realidad tiene tres formas sencillas de hacerlo. La primera es ignorarla, la segunda es negarla y la tercera cambiarle el nombre, y aunque puedan parecer tácticas en apariencia poco eficaces, en la práctica se comprueba que tienen éxito y que por eso se utilizan con frecuencia.

La clave de ese resultado ‘positivo’ no está en los argumentos utilizados ni en las razones dadas, sino en que quienes tienen que aceptarlos son quienes ya parten de una predisposición a admitir cualquier argumento que venga de las posiciones con las que se identifica y representan sus ideas.

Lo que ahora está sucediendo sobre el genocidio que está cometiendo Israel en Gaza no es nuevo. El PP, por las razones que él sabrá, entre ellas posicionarse en contra del Gobierno sea cual sea el tema, no reconoce el genocidio de Israel y utiliza el argumento de que se trata de un concepto legal que debe declarar la Corte Penal Internacional. Pero olvida que, además de la respuesta técnica sobre los hechos de la realidad, está la percepción y el lenguaje coloquial propio de las relaciones sociales.

Es justo el mismo argumento de quienes niegan la violencia de género y no quieren reconocer sus graves consecuencias. Cuando matan a una mujer y se habla de asesinato, recurren al manual de los tecnicismos y dicen que “asesinato” es una figura jurídica que deben establecer los tribunales, y que, por tanto, no se puede hablar de asesinato. Con ello quieren minimizar la violencia contra las mujeres para que sea más fácil su negación, e incluso hacer creer que quien las asesina es un hombre con problemas con el alcohol, las drogas o por trastornos mentales. Pero se equivocan como quienes quieren postponer el genocidio a una sentencia.

Y se equivocan porque la sociedad expresa la realidad tal y como la vive para darle significado y responder ante ella de manera proporcional a la gravedad de los hechos que la caracterizan. Cuando matan a una mujer de forma cruel y con un gran componente violento, la sociedad habla de asesinato para expresar que no se trata de un homicidio más, sino que está cargado de elementos que luego alcanzarán también un significado jurídico, pero este no es el que define la realidad vivida, sino el que establece la respuesta penal. Una realidad jurídica que no es tan diferente a la social cuando el 85,7% de las sentencias sobre homicidios por violencia de género califican los hechos como asesinato, según la media recogida en los informes del CGPJ de los últimos cinco años publicados.

Esa misma gente que niega el genocidio es la que pide hablar de “presunto asesino”, aunque haya confesado el asesinato de su mujer, y que vuelven a jugar con los tecnicismos jurídicos para distorsionar la realidad social que de manera interesada manipulan

Con la negación del genocidio ocurre lo mismo. Las más de 65.000 muertes que ha cometido Israel en Gaza en un contexto de invasión, sin frentes de batalla, aplastando personas y ciudades, matándolas con armas, hambre y desplazamientos forzosos, quitándoles la vida, la esperanza y los hospitales para abordar todo el daño que generan con sus armas… son un genocidio. Y cuando se comprueba que su estrategia es actuar de forma progresiva para que el daño psíquico tarde generaciones en desaparecer, la percepción de la mayoría de la sociedad es que se trata de un genocidio planificado, tal y como recoge la encuesta del Real Instituto Elcano, en la que un 82% de la población comparte esa idea. Por lo tanto, desde el punto de vista social es un genocidio, que luego podrá serlo también desde el punto de vista jurídico según estimen los tribunales internacionales, algo que podrá influir en las sentencias, pero no en el significado que la sociedad ya le ha dado.

Esa misma gente que niega el genocidio es la que pide hablar de “presunto asesino”, aunque haya confesado el asesinato de su mujer, y que vuelven a jugar con los tecnicismos jurídicos para distorsionar la realidad social que de manera interesada manipulan, como si llamar asesino en estos casos al autor del crimen significara que se le niega la presunción de inocencia y un proceso judicial con todas sus garantías. Y aunque repiten sin cesar este tipo de argumentos, no dudan en calificar de la forma más grave y directa, sin presunciones ni nada, los homicidios y acciones delictivas cometidos por aquellas personas o grupos a los que pretenden demonizar, como por ejemplo cuando es una persona extranjera la que realiza el delito. En esos casos, el lenguaje que utilizan sí expresa el odio que guardan para determinadas personas, incluso –si lo ven oportuno– se inventan los hechos, como cuando desde Vox atribuyeron a un magrebí el asesinato de una mujer en Tirso de Molina que fue cometido por un español (julio de 2023). Al final de lo que se trata es de reforzar sus ideas y posición a través del lenguaje, por eso mientras que un homicida español es “presunto”, un extranjero que no ha delinquido es “asesino”.

El genocidio de Israel en Gaza ya se ha cometido ante los ojos de la sociedad mundial. Si un día los tribunales internacionales juzgan y condenan a sus autores, lo más probable es que lo hagan como genocidas. Pero si quienes hoy tienen la capacidad de actuar para detener el genocidio, y no lo hacen, son los mismos que deben actuar ante la Corte Penal Internacional, puede que nunca se celebre ese juicio, y que si lo hace el fallo de la sentencia sea otro.

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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue Delegado del Gobierno para la Violencia de Género.

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