Sanna Marin y la presunción de mujer

El machismo y el sector conservador de la sociedad ya han ganado una nueva batalla en su “guerra cultural”. La realización del test de drogas por parte de la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, por aparecer bailando en un vídeo grabado en una fiesta privada, con el objeto de responder a las acusaciones de la derecha y ultraderecha de que no estaba bajo los efectos de sustancias tóxicas, ya les ha dado la razón en su argumento. Porque su argumento no era que la primera ministra bailaba, sino que hacía algo impropio, tanto que, como ha quedado en evidencia, ha tenido que someterse a un test de drogas.

Sanna Marin ha caído en la trampa del “hagas lo que hagas” tan habitual en la creación de bulos. Primero se hace la acusación, en este caso que estaba bajo los efectos de las drogas, y después se pide que demuestre que no es así para producir la encerrona, porque si se niega a hacer el test como planteamiento absurdo y evitar seguirle el juego a las acusaciones falsas, se dice que es que tiene “algo que ocultar”, y si se lo hace para evitar esa crítica dicen que “es falso”, que desde su posición lo ha manipulado y que algo habría cuando ha respondido a las acusaciones.

Ahora es muy probable que pidan que se lo haga todo el grupo, algo difícil de que pueda llevarse a cabo por afectar a la intimidad y privacidad de dichas personas, lo cual se utilizará para reforzar la idea de que la primera ministra estaba bajo los efectos de las drogas. Tampoco es de extrañar que saquen algún episodio de alguna de las personas que estaban en la fiesta relacionado con el consumo de sustancias tóxicas, para extrapolarlo y mantener la acusación sobre Sanna Marin. La estrategia ya está en marcha y, con más o menos recorrido y publicidad, no se va a detener.

En definitiva, para un sector de la sociedad finlandesa ya ha quedado que su primera ministra es una mujer joven e irresponsable que se droga, y para el machismo global queda el ejemplo de que las mujeres no son de fiar y que interponen su diversión personal a cualquier compromiso, sea en la pareja, en la familia, en la empresa o en la política.

Al final, es el mito de la mujer perversa el que de nuevo se reactualiza bajo el episodio de la fiesta, pero el mensaje de fondo no es nuevo, sino un refuerzo de la construcción sobre las mujeres que el machismo ha hecho a lo largo de la historia. Y el encargado de difundirlo y hacerlo llegar a cada hogar o dispositivo electrónico es el bulo extendido por determinados medios de comunicación.

Es lo que ocurrió con Barak Obama cuando el entonces empresario Donald Trump ya empezó su campaña de bulos y “verdades alternativas” al afirmar que el presidente de los EEUU no era norteamericano. Durante meses insistió en que era extranjero y que había nacido en Kenia, y dijo que si no era así y no tenía nada que ocultar que enseñara su partida de nacimiento. Cuando finalmente Barak Obama mostró toda la documentación que ponía en evidencia que era estadounidense, la polémica creada por Trump no se detuvo, sino que se confirmó al decir que “se trataba de una documentación falsa que había manipulado”. Es cierto que para un sector de la prensa y de la sociedad americana el tema se cerró, pero para otro continúa activo y será utilizado de forma directa cada vez que lo necesiten.

Con Sanna Marin va a suceder lo mismo, y cuando haya una polémica en el Parlamento finlandés o tome una decisión complicada, habrá políticos, periodistas y personas que digan que habrá tomado dicha decisión “bajo los efectos de una droga” o “tras una noche de juerga y baile junto al alcohol”. Porque ese era el objetivo de toda esta reacción conservadora-machista, cuestionar a la joven mujer que es Sanna Marin como “incapaz” de asumir las responsabilidades de primera ministra de Finlandia por no cumplir con los criterios que debe tener el buen gobernante según el modelo androcéntrico, que vienen definidos por elementos como ser hombre, tener una cierta edad para que haya adquirido experiencia, ser una persona seria, dejar al margen la frivolidad y no perder el tiempo en temas de ocio, menos aún si es a través de la diversión.

El caso de Sanna Marin demuestra las presunciones que el machismo ha situado sobre las mujeres para perpetuar su modelo y cuestionarlas, y de esa manera salir reforzado en sus posiciones

Todo ello revela que el sistema androcéntrico busca que la gente de poder, sea en la política, en la banca, en la empresa, en la economía, en los medios… o en cualquier ámbito, pertenezca al grupo cerrado de personas que previamente se ha decidido que tengan acceso al poder, no por casualidad, sino para que lo ejerzan siguiendo las referencias que permiten reforzarlo y perpetuarlo. Las mujeres han estado vetadas históricamente a ese grupo, pero cuando ha resultado imposible mantener ese veto, lo que se les exige es que actúen como hombres. Y eso es justo lo que no ha hecho Sanna Marin al comportarse con la naturalidad y espontaneidad de una mujer de su edad divirtiéndose en una fiesta con amigas y amigos, es decir, al mostrarse con libertad para decidir si bailar o no bailar, cómo hacerlo, con quién realizar los bailes y cómo guardar un recuerdo de ese momento.

Ella con su libertad desmonta toda la argumentación machista y conservadora del “buen gobernante”. Si hubiera sido un hombre joven el que hubiera bailado de ese modo habría dos reacciones, una poniendo en valor lo realizado en su vida privada a través de un titular que vendría a decir: “Fulanito muestra su capacidad para el baile en una fiesta”; y la otra, realizando una crítica sobre elementos contextuales relacionados con la inoportunidad de la fiesta o el exceso de la conducta mostrada en el baile, pero en ningún caso se habría insinuado su incapacidad para gobernar ni se le pediría un test de drogas para demostrar que no estaba bajo sus efectos. El ejemplo más cercano, salvando las distancias, lo tenemos en el caso de Boris Johnson, donde no se han cuestionado las fiestas ni el alcohol, sino su realización bajo una prohibición impuesta por la pandemia. A Johnson se le critica por ir contra la ley, no por divertirse.

El caso de Sanna Marin demuestra las presunciones que el machismo ha situado sobre las mujeres para perpetuar su modelo y cuestionarlas, y de esa manera salir reforzado en sus posiciones, porque la fiesta de la primera ministra finlandesa ya quedará para siempre como argumento crítico en la política y en la sociedad.

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