El silencio no es neutral: Bezos y la amenaza a la pluralidad informativa

La democracia se sostiene en palabras. En la libertad de pronunciarlas y en la valentía de escribirlas. Pero, cuando un magnate (dueño de uno de los mayores medios de comunicación del mundo) dicta qué ideas son aceptables y cuáles no, cuando un medio abandona el pluralismo para convertirse en un púlpito de dogmas, la democracia se hace irremediablemente más pequeña

Jeff Bezos ha anunciado este miércoles a la plantilla de The Washington Post que en la sección de opinión sólo tendrá cabida la defensa del libre mercado y las libertades individuales. Son tiempos oscuros. Bajo su retórica de la necesidad de voces claras que se alcen para defender los que, según él, son los valores que han hecho de EEUU una referencia, se esconde la imposición de un pensamiento único.

Este giro resulta especialmente doloroso si recordamos la historia del propio Washington Post, un diario que se forjó en la defensa de la verdad frente al poder. Fue este periódico el que destapó el escándalo de Watergate, el que se enfrentó a la Casa Blanca con la publicación de los Papeles del Pentágono y encarnó, durante décadas, el valor de un periodismo que no se doblegaba. La valentía de aquella redacción se aprecia en la decisión del actual responsable del área de opinión, David Shipley, que ha renunciado al puesto tras el giro en la línea editorial impuesta por Bezos.

No podemos permitir que la verdad se privatice, que la opinión se convierta en moneda de cambio ni que el sesgo se haga pasar por objetividad

La concentración de poder mediático en manos de magnates con intereses más o menos ocultos es una amenaza real que puede derivar en la manipulación de la opinión pública y en la erosión del debate plural. Este fenómeno no es exclusivo de Estados Unidos; en Europa, hemos sido testigos de situaciones similares (de forma especialmente sangrante en Hungría, pero también con el intento de Elon Musk de influir en las elecciones alemanas). 

Si bien la Unión Europea ha tomado cartas en el asunto y ha establecido un marco común para salvaguardar la independencia editorial y el Gobierno elabora su propia legislación al respecto, las iniciativas legislativas no son suficientes si la sociedad civil no se moviliza en defensa de una prensa verdaderamente libre. Ayer mismo, en España, alrededor de 80 periodistas se concentraron frente al Congreso para protestar contra el acoso y las interrupciones por parte de agitadores ultras acreditados en el parlamento como medios de comunicación.

La libertad de prensa no se protege sola. Hace falta sostenerla con la perseverancia de quienes aún creemos en el oficio y con la dignidad (y el esfuerzo económico) de los lectores que exigen rigor en tiempos de ruido. No podemos permitir que la verdad se privatice, que la opinión se convierta en moneda de cambio ni que el sesgo se haga pasar por objetividad.

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