IDEAS PROPIAS

El votante de izquierdas

Tras las elecciones de Andalucía del 19J y las de Madrid del 4M, con frecuencia se ha acudido a la expresión “el votante de izquierdas” para explicar los resultados

En las dos citas ganó el PP de forma clara, tanto que en las andaluzas lo ha hecho con mayoría absoluta, y en las dos los análisis han demostrado que se han producido dos tipos de situaciones respecto a los “votantes de izquierdas”. 

En las andaluzas se ha habido un trasvase de votos desde el PSOE al PP cuantificado en el 13% según la encuesta de 40dB, pero el factor principal ha sido la abstención de la izquierda. Al comparar el resultado en los barrios históricamente votantes de izquierdas la participación ha pasado del 62% al 47%, es decir, 15 puntos menos, mientras que en los barrios que votan a los partidos de derechas ha subido ligeramente y se ha quedado por encima del 76%.

En las elecciones madrileñas el factor ha sido distinto, y tras una participación muy alta a pesar de la pandemia y sus olas y adioses, esta llegó hasta el 76%. Pero en este caso la victoria de la derecha se debió a un trasvase importante de votos desde la izquierda al PP de Díaz Ayuso, que ganó en 177 de los 179 municipios y arrasó en el “cinturón rojo”, como dijeron las crónicas. 

Ante este escenario no es de extrañar que los análisis concluyan que los partidos de izquierdas “no han sabido movilizar” al “votante de izquierdas”.

¿Quién se ha creído que es el votante de izquierdas para que tengan que movilizarlo o animarlo a acudir a las urnas a cambio de los cromos o estampas que le vengan bien para su álbum personal? ¿Significa eso que el PP y los partidos de derechas sí han sabido movilizarlo con sus promesas y políticas?

Por supuesto que una persona de izquierdas puede hacer lo que considere y, por tanto, acudir a votar o no, y si vota dar su voto a un partido de izquierdas o derechas. Esa no es la cuestión, el problema es su falta de conciencia y coherencia respecto a lo que significa su decisión, y su falta de responsabilidad con un proyecto transformador de la sociedad que lleva siglos en marcha y al que, probablemente, le queden siglos para ser culminado, sobre todo si los votantes de izquierdas se siguen comportando como hoy.

El compromiso de una persona que vota izquierdas no es sólo con un partido y unas propuestas puntuales para cuatro años, sino con una transformación social que ha costado muchas vidas para que la cultura deje de ser machista y de levantarse sobre la desigualdad y la libertad vigilada, que hace de la sociedad una estructura jerarquizada de poder dirigida a acumular más poder, lo cual ha llevado a la explotación de las personas y de la naturaleza, y a la instrumentalización de todos sus medios: educación, cultura, economía, sanidad, trabajo, relaciones internacionales, creencias…

El compromiso de una persona que vota izquierdas no es sólo con un partido y unas propuestas puntuales para cuatro años, sino con una transformación social que ha costado muchas vidas.

Y ese compromiso hará, como muy bien explicaba nuestra querida y recordada Almudena Grandes en su columna “Vieja” (10-5-21), que en alguna ocasión se vote a personas y proyectos puntuales que no son del mayor agrado, pero nunca dar el voto a un proyecto de sociedad contrario y asentado, porque al hacerlo, con independencia de otras consideraciones, se consolida más y hace más difícil la transformación. 

La situación es tan terrible que luego muchos de los que no votan o han cambiado su voto se muestran indignados ante los problemas sociales y la falta de soluciones, y llaman a una revolución en la que, casi con toda seguridad, tampoco participaran porque esa tarde no les vendrá bien

Los votantes de izquierdas no pueden ser unos señoritos acomodados en sus debates y reflexiones esperando que lleguen unas elecciones para votar o no votar. Su compromiso está en la transformación social y esta se hace a diario, entre otras cosas para hacerle ver a los partidos de izquierdas cuál es la situación de la sociedad y marcarle las políticas que sean necesarias para que no haya sorpresas por ninguna de las dos partes.

En ese sentido también hay una diferencia importante entre los partidos de izquierdas y los de derechas, y mientras que estos últimos tienen claro que están en lo que denominan “guerra cultural” y, en consecuencia, utilizan todo tipo de artillería política, mediática, educativa, económica… para vencer y que su modelo de sociedad no se vea modificado; las políticas de izquierdas con frecuencia se centran en medidas puntuales y aisladas sin ese acompañamiento transformador de la sociedad, como si todo el mundo entendiera de la misma forma muchas de esas políticas, y si como algunas de ellas no levantaran resistencias y reacciones contrarias. Es lo mismo que ocurre con las ayudas cuando estas no se acompañan de toda una serie de políticas transformadoras, que cualquiera puede jugar esa partida, como de hecho ocurre, para convertir la política en una subasta en lugar de un proyecto transformador.

Todo eso debe cambiar. El votante de izquierdas hoy es el que los partidos de izquierdas han hecho que sea, un votante que con frecuencia se convierte en una niña o un niño mimado y caprichoso.

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