La crónica continúa: la turba vuelve a arder en el Guadiana
Apenas unas semanas después del incendio que arrasó un tramo del cauce seco del Guadiana a mediados de octubre, vecinos de la zona han confirmado lo que muchos temíamos: la turba está ardiendo bajo tierra, muy cerca de la Zona Periférica de Protección del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel.
La crónica no solo estaba anunciada. Estaba escrita desde 2009. Y vuelve a cumplirse.
Lo que comenzó como un incendio superficial —aparentemente controlado— ha terminado activando el peligro más silencioso y devastador del Guadiana desecado: la combustión de la turba subterránea, ese material orgánico acumulado durante siglos que, cuando se seca, se convierte en un combustible lento, profundo y casi imposible de extinguir.
El humo ya es visible en la superficie, señal de que la zona sigue caliente y ardiendo de manera interna. Y trae consigo un olor inconfundible: el olor de la memoria quemada del humedal. Quienes vivieron lo ocurrido en 2009 no han dudado en avisar. Saben lo que significa.
Ese humo no es un residuo sin importancia: es el síntoma de un incendio vivo, oculto, que avanza por el subsuelo y puede permanecer activo semanas, incluso meses.
Este nuevo incendio subterráneo no es solo una consecuencia. Es un aviso. Y el Guadiana, una vez más, habla con humo
Este episodio confirma lo que llevamos años denunciando: el abandono del cauce seco del Guadiana es un riesgo ambiental y un riesgo para la seguridad, tanto del Parque Nacional como de los habitantes del entorno. Mientras el cauce siga actuando como un corredor de biomasa seca —en superficie y bajo ella— y no se humecte adecuadamente, cualquier incendio superficial puede transformarse en un incendio de turba.
Lo ocurrido tras el incendio de octubre —alertado desde estas mismas páginas— demuestra que el problema no terminó con la extinción visible. Era solo el inicio. Y refuerza la urgencia de actuar en esta zona antes de que sea demasiado tarde.
Hoy, la turba arde bajo nuestros pies. Mañana, si no actuamos, puede volver a amenazar al Parque Nacional, como ya ocurrió en 2009. Y no podemos decir que no lo vimos venir.
Cuando el Guadiana dejó de aportar agua, muchos pensaron que había dejado de importar. Pero la naturaleza no desaparece porque dejemos de mirarla: se transforma. Y la transformación del cauce en un corredor de fuego es su advertencia más firme.
Este nuevo incendio subterráneo no es solo una consecuencia. Es un aviso. Y el Guadiana, una vez más, habla con humo.
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Alberto Celis Pozuelo es geógrafo e historiador daimieleño.