El expolio económico de África en el engranaje capitalista

Daniel Leguina

La Conferencia de Berlín reunió en 1885 a las potencias occidentales para repartirse África. Los europeos llevaban ya largo tiempo esquilmando el continente, pero el congreso en la ciudad alemana le dio al saqueo un carácter legal. España estuvo presente, pero con el imperio español en pleno declive –apenas le quedaban trece años para perder sus últimas posesiones ultramarinas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas– su peso internacional ya no era el de antaño y su intervención quedó limitada a actuar como testigo.

En Berlín no hubo representación de ningún país africano, pero tras el simposio se inició una carrera colonialista –liderada por británicos, franceses, belgas y alemanes– de expediciones científicas y militares para analizar sobre el terreno los rendimientos económicos y acantonar tropas que protegiesen y controlasen los nuevos territorios conquistados frente a otros competidores.   

Desde entonces, la depredación económica ha sido constante en África, dejando un continente asfixiado, sin pulso y sin margen para desarrollarse internamente, y con los niveles de corrupción, inseguridad y pobreza más elevados del planeta. Algo muy parecido ha ocurrido en América Latina. 

Con este escenario, no puede sorprender que en la actualidad lleguen a Europa cientos de miles de migrantes cada año huyendo de la miseria. Estos desheredados de la tierra ponen sus vidas en juego porque no tienen nada que perder: nadie se sube a una patera si no es por total desesperación. 

La globalización ultraliberal ha provocado un aumento generalizado de la desigualdad, con un enorme crecimiento de grandes fortunas y unas clases trabajadoras depauperadas que están viendo mermados sus niveles de renta. Esto no sólo ocurre en el Tercer Mundo, donde las oligarquías locales controlan los dividendos mientras la inmensa mayoría de la población vive en la pobreza: es una dinámica extendida a las sociedades occidentales, donde tanto migrantes como la mayor parte de los nacionales cada vez lo tiene más difícil para sobrevivir.   

Según el informe de Oxfam La ley del más rico, “desde 2020, el 1% más rico ha acaparado casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada en el mundo, casi el doble que el 99 % restante; la fortuna de los milmillonarios aumenta en 2.700 millones de dólares cada día, mientras que los salarios de al menos 1.700 millones de trabajadores, más que la población de India, crecen por debajo de lo que sube la inflación; en 2022, las empresas energéticas y de alimentación duplicaron con creces sus beneficios, distribuyendo 257.000 millones de dólares en dividendos a sus ricos accionistas, todo ello mientras más de 800 millones de personas se iban a la cama con hambre cada noche”.

Mientras la desigualdad y la pobreza aumentan, la necesidad de mano de obra extranjera crece en sociedades como la española

Mientras la desigualdad y la pobreza aumentan, la necesidad de mano de obra extranjera crece en sociedades como la española. Aunque muchos no quieran reconocerlo, España precisa inmigrantes para mantener su tasa de beneficios: se han convertido en un componente fundamental en el engranaje capitalista y en el funcionamiento del Estado de bienestar. La migración, sobre todo la africana, con bajos índices de cualificación, ha desembarcado en el sector servicios (hostelería, transportes, comercio, mensajería), así como en la agricultura y la construcción. Además de económicas, las motivaciones para emigrar son, en su mayoría, políticas, medioambientales o por causa de las guerras. 

Según el Instituto Nacional de Estadística, los españoles delinquen más que los extranjeros en términos absolutos: en 2023 el 72,3% de los condenados por delitos penales era de nacionalidad española. Asimismo, el Anuario Estadístico del Ministerio del Interior aclara que el número de encarcelados extranjeros en prisiones españolas ha descendido un 35% en los últimos 15 años, al pasar de 27.162 en 2009, el máximo histórico, a 17.793 a finales de 2023, mientras que los reclusos españoles han caído un 20%. El ministerio cifra en 56.698 el total de internos en las prisiones, de los que 39.005 son españoles.

Los partidos de derecha y ultraderecha juegan al embuste con el ‘efecto llamada’ y la relación entre migración y delincuencia, con el objetivo de sembrar miedo en la sociedad. El miedo a la inmigración está en la agenda política y las redes sociales son la plataforma perfecta para propagarlo. En este contexto el rey es Trump, que azuza el rechazo al inmigrante siempre que tiene ocasión; y en España le secunda Vox, que rompió sus cinco coaliciones autonómicas con el PP porque los de Feijóo aceptaron repartir por la Península 400 menores migrantes llegados a Canarias. Los populares, empero, están asimilando el discurso de la ultraderecha por temor a la fuga de votos, y Feijóo llegó a pedir el apoyo a su partido en las pasadas elecciones catalanas para que los inmigrantes “no ocupen nuestros domicilios”. Por su parte, Jorge Buxadé, portavoz de Vox en continua campaña de bulos, declaró en abril de 2023: “La inmigración ilegal, por su propia denominación, es delincuencia”. 

El asesinato de un menor de once años en Mocejón (Toledo) fue utilizado por el ultra Alvise Pérez para relacionar, una vez más, inmigración con delincuencia, y criminalizar sin pruebas a personas extranjeras. En su campaña de manipulación, el agitador de bulos publicó en su canal de Telegram -más de 700.000 seguidores- que la llegada al pueblo de cincuenta africanos había desatado una ola de robos y violaciones y la muerte del menor. La investigación policial determinó, una vez más, que el asesino es español, vecino de Madrid y con vínculos familiares con el municipio. 

Las migraciones son fenómenos que se producen desde tiempos inmemoriales. Pero cuando los flujos de personas se impiden u obstaculizan, generalmente ocurren tragedias con muertos y heridos. Los desplazamientos son inevitables y a lo largo de la historia han adoptado distintas formas, pero si se llevan a cabo de manera ordenada y reglamentada todos podrían ganando: migrantes y países de origen y destino.  

Según el barómetro del CIS de febrero, los españoles sitúan la inmigración en el sexto puesto en el orden de problemas que tiene el país, por debajo de la vivienda, la economía, el desempleo o la inestabilidad política. Pero cuando la derecha agita el avispero con sermones xenófobos y fines electoralistas, la preocupación social por la inmigración se dispara.

La Conferencia del Berlín sirvió para instaurar un sistema legalizado de violencia sobre el continente africano. La arbitraria red de fronteras que allí se trazó para dividir los territorios mejoró la cooperación entre los europeos, pero espoleó gravemente las luchas tribales y los conflictos territoriales, dificultando el progreso económico y social hasta la actualidad. La explotación extranjera de los recursos africanos ha provocado una relación de dependencia con los colonizadores, que ha trazado la trayectoria de un continente cuyo futuro se vislumbra trágico con la irrupción en el tablero geopolítico de un país como China, que se ha lanzado a la conquista africana con importantes inversiones en infraestructuras y explotación de recursos. 

Rusia extiende también sus tentáculos sobre un territorio que sólo es visto como un gigantesco mercado por estas nuevas potencias, que únicamente buscan garantizarse el control de materias primas y rutas comerciales, mientras los africanos siguen pagando la desigualdad y la pobreza, y poniendo en riesgo sus vidas en el mar en busca de un futuro que, lamentablemente, nunca está garantizado. 

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Daniel Leguina es periodista, historiador y jefe de prensa de la Fundación Alternativas.

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