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El nacimiento de España

Daniel Leguina

Todavía hoy, en pleno siglo XXI, hay quienes se empeñan en sepultar la historia de España. Son muchos los historiadores que han intentado presentar una identidad española desde un enfoque personal –y político– basado en una serie de dogmas e ideales que no corresponden a toda la sociedad, ni a la actual ni a la de hace décadas o siglos. 

Los elementos identitarios han sido buscados –y no sólo por historiadores– con ahínco para crear un contexto excluyente que proyectara una imagen de España con ancestrales raíces cristianas, pretendiendo minimizar el extenso periodo musulmán de al-Andalus (711-1492) o la enriquecedora presencia hebrea desde tiempos muy pretéritos. De esta forma, hay quien opina hoy en día que sus creencias y valores son los mismos que los de Don Pelayo o los Reyes Católicos, y deben incumbir a toda la sociedad actual. 

El periodo musulmán de al-Andalus ha sufrido un hondo rechazo desde hace siglos, pero la sociedad andalusí dejó un profundo legado en España que influye en toda su etapa posterior, hasta la actualidad. La historia de España es muy diversa, con matices e ingredientes muy interesantes y plurales. Sin embargo, ha sido trufada interesadamente de elementos manidos con el objetivo de sepultar un variado mosaico, que se presenta fascinante y único cuando desaparecen esas telarañas que lo tapan y ensombrecen.

El periodo musulmán de al-Andalus ha sufrido un hondo rechazo desde hace siglos, pero la sociedad andalusí dejó un profundo legado en España que influye en toda su etapa posterior, hasta la actualidad

La Reconquista es un elemento que el nacionalismo español utiliza como herramienta de exclusión, con la intención de cimentar en este hecho histórico el origen de España, y apunta como antiespañoles a los que defienden al-Andalus como un periodo fundamental de este país. Pero la Reconquista no busca erradicar el islam de la Península: se limita a expandir el cristianismo a medida que va ganando territorios, sin el objetivo de eliminar a los musulmanes, que son generadores de riqueza económica y buenos conocedores de una serie de disciplinas –matemáticas, botánica, astronomía, medicina, navegación o agricultura, entre otras– que los cristianos no dominaban con la misma destreza. Durante ocho siglos, ambas culturas se complementan y respetan por intereses económicos, y el islam arraiga con firmeza en la Península en el periodo medieval. 

En estos momentos existe una pluralidad lingüística y política que es perseguida por muchos con el ya anticuado discurso de que está en juego la unidad de España. Pero la realidad es que España es una sociedad heterogénea con una historia manipulada por una serie de ideólogos y teóricos, que se empeñan en obstaculizar un proceso de integración que refleja la diversidad peninsular que se vive desde hace siglos.  

La historia nacional ha sido falseada para argumentar el relato presente y marcar el camino por donde algunos quieren que vaya la crónica futura, basándose en el arrebato y la tergiversación de varios de los momentos históricos más relevantes. Pero esto no es exclusivo de España: en muchos lugares de Europa está ocurriendo lo mismo, a lomos de una corriente ultraderechista que promulga un discurso xenófobo que ha crecido mucho y muy rápidamente desde la crisis de 2008.

La ultraderecha proclama que la pluralidad lingüística y política dentro de la nación es un problema, pero, en realidad, es una gran oportunidad para tender puentes y estrechar lazos dentro y fuera de España

La diversidad cultural española, empero, se ha mantenido a flote, y preserva lenguas e instituciones distintas en un sistema autonómico que permanece sólido por más que algunos prefieran volver a la caverna autoritaria. La ultraderecha proclama que la pluralidad lingüística y política dentro de la nación es un problema, pero, en realidad, es una gran oportunidad para tender puentes y estrechar lazos dentro y fuera de España, para crear un marco de convivencia y cohesión que impulse el desarrollo social.

El historiador Eduardo Manzano, en su obra España diversa. Claves de una historia plural, sostiene: “La historia de España contiene acontecimientos, cambios e ideas tan distintas a las que hoy en día prevalecen que más que ser juzgada lo que nos plantea es el reto de conocerla para ayudarnos a salir de nuestro creciente ensimismamiento identitario”. Y continúa: “La herencia judía, por ejemplo, es generalmente considerada como un exotismo recubierto de tópicos, pero rara vez se extraen de ella, fuera del círculo de especialistas, los conocimientos que atesora su legado o las conclusiones que se desprenden del análisis de su cruel rechazo. Es igualmente penoso constatar que los historiadores nacionalistas españoles hayan decidido, por lo general, prescindir de la tradición histórica, cultural y lingüística de territorios como Cataluña, el País Vasco o Galicia, que, lejos de haber sido engorrosos obstáculos para el proyecto de unidad nacional, contienen una rica historia y una valiosa especificidad que han hecho avanzar social y culturalmente a este país, y han contribuido a su empobrecimiento cuando se ha optado por ignorarlas”. 

No obstante, los historiadores de los nacionalismos periféricos funcionan de la misma manera, tratando de justificar su ideología a través de una reafirmación de su identidad cultural. Para ello, utilizan todos los elementos a su alcance –idioma, etnia, religión, fronteras, herencia, valores, aspiraciones– para asegurar su cultura nacional, desechando los que puedan ser perjudiciales para su propósito propagandístico y simbólico. 

Más allá de los conflictos religiosos, la pluralidad cultural no ha sido origen del importantes enfrentamientos entre los pueblos peninsulares. Tras la expulsión de judíos (1492) y moriscos (1609) se establece una homogeneidad religiosa de más de tres siglos, que se ha ido diluyendo desde el fin del franquismo sin ningún tipo de problema.   

Se equivocan los que se obstinan en buscar un momento concreto de la historia para designar el nacimiento de España y reafirmar así su identidad nacional: es más bien un proceso histórico que tiene algunos hitos remarcables –unión de las coronas (1479); caída de Granada (1492); abdicación de Carlos V (1556); Decretos de Nueva Planta (1707); Constitución de Cádiz (1812)–, pero que se ha ido construyendo con una amplia variedad de elementos y de forma gradual, y en el que no puede obviarse la influencia de las distintas culturas que han dejado su marchamo en el proceso de creación de la nación española. 

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Daniel Leguina es periodista e historiador, jefe de prensa de la Fundación Alternativas.

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