Diego Rubio, el académico que organiza desde Moncloa el día a día del país
A su paso por la Universidad de Oxford, Diego Rubio vio cómo integrantes del centro que no eran británicos organizaban actos, charlas y seminarios sobre sus países. Nadie lo hacía en relación a España. Y decidió dar el paso junto a otros compatriotas bajo la iniciativa ‘ciclo Madariaga’. Uno de los invitados a aquella experiencia fue Pedro Sánchez, entonces todavía líder de la oposición. Compartieron horas de conversaciones durante aquel viaje, el académico le organizó encuentros con profesores y estudiosos. Ninguno de los dos sabía lo que les depararía el futuro.
Sánchez es hoy el presidente del Gobierno y Rubio es su mano derecha en el Palacio de La Moncloa como su jefe de gabinete. Un trabajo en la sombra, sin focos, pero en el que se mueve el día a día del país. El cacereño de 39 años está al frente de un equipo de unas setecientas personas integrado por académicos, politólogos, economistas, sociólogos y científicos.
La palabra académico se repetirá constantemente en el texto porque va unida a la vida de Rubio. Él fue el primer universitario de toda su familia y se licenció en Historia por la Universidad Autónoma de Barcelona con el mejor expediente académico del país (cursó casi todas las asignaturas en catalán). Completó su formación con un máster en la École Normale Supérieure de Lettres et Sciences Humaines de Francia y un doctorado en la Universidad de Oxford. También estudió un año de licenciatura en la Sorbona de París y fue visiting fellow de la Universidad Columbia de Nueva York.
Entre 2015 y 2017, fue stipendiary lecturer y junior research fellow de la Universidad de Oxford. Además, fue profesor de la Escuela de Política, Economía y Asuntos Globales del IE, donde creó y dirigió el Center for the Governance of Change. Fue asesor asimismo, antes de llegar a La Moncloa, de organismos internacionales como la ONU, la Comisión Europea y la Secretaría General Iberoamericana, según consta en su currículum.
Un estilo diferente a Redondo y López
Rubio es el tercer jefe de gabinete que tiene Pedro Sánchez desde que llegó a la Moncloa. Cada uno con su estilo: Iván Redondo era un encandilado de la estrategia política y comunicativa, mientras que Óscar López aportaba una visión de ‘pata negra’ del socialismo con una mentalidad enteramente política. La actual mano derecha del presidente, en cambio, evita a toda costa la prensa, no concede entrevistas, no le gusta que hablen de él y se sumerge en análisis, informes y estudios para la viabilidad de cada proyecto que se quiere poner en marcha. Eso no quiere decir un borrado del pasado, ya que tiene buena relación con sus predecesores, con los que suele mantener conversaciones.
El extremeño no tiene carné de partido y apenas ha pisado dos veces Ferraz en su vida. Se considera ideológicamente socialdemócrata. Tiene buena relación con los altos cargos de la formación, como la actual secretaria de Organización, Rebeca Torró, pero no se mete en las cosas del PSOE, como señalan fuentes socialistas. Él estudió toda su vida gracias a becas y su visión es de agradecimiento al sistema público que hace de ascensor social. Los que le conocen indican que tiene ese sentimiento de devolverle al país todo lo que ha hecho por él
El estilo de Rubio no se corresponde con el de otros jefes de gabinete encorbatados que se pasean en coche oficial. Su imagen es más la de un empleado de una tecnológica, siempre en zapatillas y moviéndose en Madrid en moto cuando puede. Desde que llegó ha ido renovando profundamente el equipo de Moncloa fichando a muchos premios fin de carrera. Es un gabinete más joven, que habla idiomas y que tiene en mente temas que marcan a las generaciones más jóvenes como la vivienda.
En este mes de julio se ha vuelto a dar un vuelco a la organización del Palacio de La Moncloa tras la salida de Paco Salazar, que dimitió tras publicarse las acusaciones de varias mujeres por comportamientos inadecuados. En el complejo presidencial no hubo ninguna denuncia, pero se están intensificando las charlas ante este tipo de situaciones y se ha potenciado el canal para dar traslado de estas situaciones. La nueva estructura y el equipo está lleno de perfiles técnicos y con alta preparación cuyo objetivo es la pura gestión, con la idea puesta de que el Gobierno va a llegar hasta 2027.
Un teléfono que nunca para de sonar
La función de Rubio también es llegar a donde no puede llegar el presidente también. Por su despacho pasan constantemente ministros. Y el teléfono no para de sonar. Las jornadas empiezan muy pronto, sobre las seis y media. Hay que aprovechar las horas antes de que arranque la agenda oficial del Gobierno para poder despachar y organizar. El día acaba muy tarde, pasada la medianoche, con la lectura de los medios para el día siguiente.
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Antes de ser jefe de gabinete, entre otras misiones, Rubio fue sherpa del presidente en negociaciones internacionales. Habla inglés y francés. Esta es otra de las facetas que ha hecho que Sánchez confíe en él para el puesto más importante en el Palacio de La Moncloa. Durante estos años se ha ido labrando buena relación con el resto de gobiernos europeos y tiene hilo directo. Una prueba de fuego superada fue la negociación que llevó él con el equipo de Mark Rutte de cara al compromiso de gasto militar en la cumbre de La Haya (Países Bajos). Son habituales sus contactos además con los jefes de gabinete de Ursula Von der Leyen y de António Costa.
Cuando Rubio llegó al poder del gabinete tenía una lección aprendida también: cómo funciona La Moncloa. No era un novato. Había estado los años anteriores como secretario general de Políticas Públicas, Asuntos Europeos y Prospectiva Estratégica y había sido el responsable de la Oficina Nacional de Prospectiva, además de uno de los miembros del comité organizador de la Presidencia española de la UE. En los pasillos del complejo presidencial también suele haber rivalidades y luchas de la esfera de poder, como sucedió, por ejemplo, durante la época de Iván Redondo y Carmen Calvo.
El actual jefe de gabinete no mantiene ninguna batalla numantina con miembros del Gabinete y tiene muy buen trato, por ejemplo, con Félix Bolaños, que tiene el poder sobre la actividad legislativa. Otro de sus objetivos ha sido mantener buena sintonía con Sumar, en un esquema muy presidencialista del Gobierno, donde al final es Moncloa quien tiene que poner orden entre los ministerios. Fuera de las alharacas de luchas de sables entre miembros del Gobierno, Rubio prefiere comer de bandeja en la cafetería de Moncloa fuera de las conspiraciones de restaurantes de la villa y corte. Y, si la agenda se lo permite, desconectar unas horas haciendo escalada.