Torrejón, un modelo mortal Pilar Velasco
Hay que elevar el tono, dice la oposición, que ha debido creerse el mito de esos cantantes de ópera capaces de hacer estallar las copas de champán dando una nota muy aguda –se dice que Caruso rompió con su voz los vidrios del teatro de La Scala– y así lo mismo les gusta la fruta que su portavoz se sube a la parra y suelta que hay que "cavar la fosa donde reposarán los restos de un Gobierno que nunca debió existir.” Vaya, sabíamos que a Queipo de Llano lo exhumaron de la basílica de La Macarena, pero no que lo habían enterrado en Miguel Tellado.
La clave de tanta crispación está en eso, en el champán: en la calle de Génova lo tenían ya abierto en las últimas elecciones y se le fue el gas mientras se daban cuenta de que a Pedro Sánchez no lo echaban de La Moncloa ni con agua caliente, así que lo acusaron de ilegítimo y de brindar con cava catalán marca Puigdemont. Desde entonces, Núñez Feijóo, que ya había repartido ministerios y promesas a derecha y ultraderecha, sólo sale al balcón para echarles migas a las palomas, sin darse cuenta de que el pan también atrae a los cuervos.
La pregunta de estos días, con el inicio del llamado año judicial, es si entre los soldados del acoso y derribo contra el Gobierno, además de policía bueno –el PP– y malo –Vox–, algunos de los asaltantes van vestidos con toga de magistrados. El presidente lo denunció en una entrevista y se armó el Belén, los conservadores –un adjetivo que ya les queda corto de mangas– ponen el grito en el cielo y niegan la mayor, aseguran que la justicia es independiente y pura como la mirada de un cervatillo. Veremos si con el alud de causas penales que empiezan contra ellos en un abrir y cerrar de ojos, todas ellas por sus casos de corrupción, siguen pensando lo mismo y se lo toman con deportividad al recibir las condenas. Si es que llegan, dado el empeño de la formación en teledirigir la sala del Supremo que juzga esas tramas. “La controlaremos desde detrás”, aseguraba su portavoz en el Senado.
Se ve que ya nadie recuerda, y menos que nadie ellos mismos, cuando criticaban por tierra, mar y aire a los jueces De Prada y De la Mata, dudaban de su “idoneidad” para instruir sobre la Gürtel y los papeles de Bárcenas y pedían al CGPJ que “los vigilase”, mientras Rajoy consideraba que aquello no era “una trama del PP sino contra el Partido Popular” y una “maniobra orquestada” por jueces afines al PSOE. O si quieren retrocedemos hasta Aznar y sus sermones admonitorios sobre este asunto: “Los jueces no deben dar lugar a pábulos o escándalos, y mucho menos a conflictos entre ellos. Las pasarelas al estrellato no pasan por los tribunales.” Hay mil ejemplos, las hemerotecas no perdonan.
¿Pero existe o no una conjura de jueces contra el Gobierno y, más en general, contra la izquierda? ¿Existe la imparcialidad necesaria en ese terreno o la balanza está trucada? Podríamos recordar, por ejemplo, a aquel presidente del Tribunal Constitucional, Pérez de los Cobos, que era afiliado del PP, fue nombrado en 2010 y siguió pagando sus cuotas hasta 2011. Podríamos también hablar del juez Peinado y su pesca de arrastre contra Begoña Gómez, recordar que archivó causas contra el PP –entre otras una por malversación que acusaba a un alto cargo del alcalde de Madrid– cuando su hija es concejal de ese partido, lo cual no demuestra nada pero resulta equívoco. Podemos hablar del juez Ruiz de Lara, que llamó al presidente Sánchez “psicópata” y “golpista” y a su esposa “Barbiegoña” o de su colega Eloy Velasco, que describía a la entonces ministra Irene Montero como “una cajera del Mercadona.”
Podemos recordar cómo el juez Hurtado no vio ninguna forma de relacionar a Mariano Rajoy con el M. Rajoy de los papeles de Bárcenas
Podríamos hablar también de Beatriz Biedma, la jueza que instruye el caso contra David Sánchez, el hermano del presidente, que acaba de manifestarse en Badajoz, junto a algunos cargos de Vox… contra el Gobierno de Pedro Sánchez. O podemos recordar cómo el juez Hurtado no vio ninguna forma de relacionar a Mariano Rajoy con el M. Rajoy de los papeles de Bárcenas, y encontró el apoyo del juez García Castellón, que estuvo de acuerdo con él y en otros casos actuó de forma beneficiosa para Cospedal sobre la Kitchen, a Esperanza Aguirre sobre la Púnica y a Ignacio González, al que sacó de la cárcel.
Pero no hace falta, para qué vamos a decir nada, si ya lo dijo todo su alto cargo Enrique López, que pasó del Constitucional y la Audiencia Nacional a consejero de Presidencia, Justicia e Interior de Ayuso en la Comunidad de Madrid y en una entrevista afirmó lo que ahora niegan los suyos, para disimular. “El PP tiene el apoyo de la mayoría de la carrera judicial.” Qué pena, se dirán algunos de sus compañeros en ese barco, que las declaraciones no puedan destruirse a martillazos, como los ordenadores.
La jefa del CGPJ, Isabel Perelló, pidió en su discurso inaugural “que cesen las críticas a los jueces”, por el daño que estas hacen a la democracia al cuestionar el sistema de separación de poderes. Muy bien, aceptemos hasta que Sánchez se equivocara aunque tenga razón, por el peso institucional de su cargo y demás; pero también sería bueno repetir la frase con un “de” en el lugar del “a” y que el respeto vuelva a ser una carretera de dos sentidos: que también se lo tengan los jueces a la Justicia y recuerden su deber de ecuanimidad.
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