ESCALADA DE PRECIOS

La inflación echa el freno pero se come el ahorro de la pandemia y seguirá apretando en 2023

El precio de los alimentos ha subido un 15,3% a lo largo del año.

La inflación termina el año en el 5,8%, tras una desescalada desde el 10,8% histórico en que se encaramaron los precios en julio. Es el IPC más bajo de la Unión Europea, a falta aún de que publiquen sus respectivos índices de diciembre el resto de los países miembros –sólo Portugal lo ha hecho ya: un 9,6%–. Pero ya lo era en noviembre, cuando estaba en el 6,8%. La media europea se sitúa en el 11,1%, que superan Italia –12,6%– Alemania y Países Bajos –11,3%– y roza Bélgica –10,5%–. Estados Unidos y Francia llegan al 7,1%, mientras que el Reino Unido está en el 10,7%.

Sin embargo, la frenada que ha pegado el índice general viene acompañada de una mala señal, el repunte de la inflación subyacente, la que excluye tanto los alimentos como la energía –los componentes más volátiles–, que sube hasta el 6,9%. Por tanto, supera por primera vez desde febrero de 2021 el IPC general. Sólo que entonces la brecha era de sólo tres décimas y el índice general dormía en el cero.

La bajada de la inflación en la segunda parte del año se explica por los precios de la electricidad, que no han dejado de moderarse en los últimos meses, y por el descenso de los carburantes. En el primer caso, la luz cayó este sábado hasta los 1,82 euros el megavatio hora, el precio más bajo desde enero de 2021. Basta con recordar que el 8 de marzo el precio había escalado hasta los 544,98 euros para valorar la magnitud de la desescalada. La guerra en Ucrania había estallado apenas dos semanas antes. El mecanismo ibérico, que topa el gas usado para generar electricidad, es el principal responsable del desplome del precio de la luz en España. Empezó a aplicarse el 15 de junio. Sin él, el megavatio hora costaría hoy 50,53 euros.

Pero durante estos meses también ha caído la demanda de gas natural, un 3,7% comparada con la de 2021, según los datos de Enagás, el gestor del sistema. En realidad, el descenso es mucho mayor, del 21,4%, que es lo que se ha reducido el consumo de hogares, comercios e industrias este año. La diferencia entre ambas cifras se debe al aumento experimentado por el consumo de gas para generar electricidad, en un año marcado también por la sequía, así como por las mayores exportaciones a Francia y Portugal.

La influencia capital de la energía en los precios ha llevado a Funcas, el gabinete de estudios de las cajas de ahorro, a elegir el IPC energético como “dato del año”. Según sus cálculos, ese índice ha aumentado un 28,7% hasta noviembre. Un alza que no se veía desde la crisis del petróleo de los años 70. En marzo, nada más estallar la guerra en Ucrania, el IPC energético se disparó un 61%, para moderarse a partir del otoño. El tope al gas, acompañado de la caída de la demanda y la entrada en el mix de nuevas fuentes de suministro –renovables– son las causas de la frenada.

Por lo que se refiere a los carburantes, la gasolina encadena ya su sexta semana consecutiva de descenso –1,565 euros el litro– mientras que el diésel suma nueve –1,643 euros–, según el Boletín Petrolero de la UE. Los precios han retrocedido al nivel previo a la invasión rusa de Ucrania y se encuentran lejos de los máximos de este verano: 2,141 euros la gasolina y 2,1 euros el diésel.

Aun así, sólo el IPC energético explica casi el 41% de la inflación total de 2022, subraya Funcas. Y pese al alivio que proporcionan estas bajadas de precios al bolsillo del consumidor, y de las empresas, el Banco de España alerta de que ha crecido el contagio de los precios energéticos al resto de la cesta de consumo y subraya el riesgo para 2023 de ese mayor impacto.

Sin ahorro y sin aumento de sueldo

De hecho, el comportamiento de la inflación el próximo año dependerá no sólo de los precios de la energía, sino también del índice subyacente –los componentes contagiados de los que habla el Banco de España: 100 de los 192 productos que componen el IPC han subido por encima del 6%– y de los alimentos, que hasta noviembre se encarecieron un 15,3%. La carne de pollo, un 14,4%. La cerveza, un 10,2%. El aceite de oliva, un 24,8%. La harina, aún más: un 34,7%. La leche es un 29,6% más cara. Los huevos, un 26,1%.

El precio de los fertilizantes, que han subido un 54% por culpa de la guerra en Ucrania, de las semillas –un 30% más caras–, además del gasóleo, se suma a la sequía para explicar buena parte del alza de los alimentos. Factores a los que hay que sumar los márgenes aplicados por la distribución. Según la Asociación Nacional de Grandes Empresas de Distribución (Anged), que engloba a las mayores marcas, como El Corte Inglés, Carrefour o Ikea, el aumento de los precios de la distribución ha subido un 7% este año, por debajo del 12,6% que atribuyen a la industria, por ejemplo. No obstante, el Banco de España destaca el creciente aumento de márgenes sobre ventas en el comercio y la hostelería, que partían en desventaja tras sufrir más las restricciones de la pandemia.

Sea como fuere, la inflación se ha comido ya los ahorros acumulados durante el año largo de coronavirus. Según los más recientes datos del INE, la tasa de ahorro de los hogares españoles es un 3,2% inferior a la de hace un año, cuando aún creció un 6,4% interanual. En el tercer trimestre de este ejercicio, los españoles gastaron 192.034 millones de euros, un 12% más que un año antes, mientras que su renta disponible bruta mejoró sólo un 1,6%. También se redujo su inversión, un 2,9%. En consecuencia, acudieron a financiarse por importe de 19.453 millones, la mayor cuantía desde 2007, lo que multiplica nada menos que por 20 la cifra del año pasado, 954 millones de euros.

Ese dato se explica también por la cicatera subida de los salarios. Los aumentos firmados en convenios se han quedado en una media del 2,69%, menos de la mitad en que ha terminado la inflación, pero a enorme distancia del máximo anual, ese 10,8% de julio. Los sindicatos no cesan de reclamar que se mejoren los sueldos para evitar la ya inevitable pérdida de poder adquisitivo sufrida por los trabajadores, así como el alza del salario mínimo, que se actualizará el próximo enero en una cuantía aún desconocida. La patronal, en cambio, ofrece subida pero siempre por debajo de la inflación. Para el SMI accede hasta el 4%. Para el acuerdo de negociación colectiva general, rechaza la inclusión de cláusulas de revisión salarial que garanticen subidas iguales al IPC.

Previsiones para el próximo año

¿Cómo se comportará la inflación el año próximo: seguirá la misma tendencia que los últimos seis meses o son esperables nuevos sustos –resurge el covid en China, la guerra se alarga…–? “Lo que pase con el IPC dependerá de la persistencia del tirón de los alimentos y, sobre todo, del comportamiento de la inflación subyacente; es decir, de los llamados efectos de segunda ronda”, avanza el director de Coyuntura de Funcas, Raymond Torres, preguntado por Europa Press. Esos temidos efectos, que la subida de precios empuje a subidas de salarios y éstas retroalimenten los precios, no se están produciendo de momento, según reconoce el Banco de España. Pero la escalada de la inflación subyacente no es un buen presagio. Habrá que ver también cómo funciona la bajada del IVA en los alimentos de primera necesidad que entrará en vigor a partir del 1 de enero. Y cuánto suben los carburantes una vez que se haya retirado la subvención general de los 20 céntimos. Aunque ya algunas grandes petroleras –Repsol, Cepsa, BP, Shell, DISA– han anunciado que mantendrán sus descuentos hasta marzo.

Además, el BCE seguirá subiendo los tipos de interés –“a un ritmo de 50 puntos básicos durante un periodo de tiempo", ha advertido su presidenta, Christine Lagarde– y parando las compras de deuda. Lo que agranda el fantasma de la recesión que hasta ahora España ha esquivado: la actividad económica y el empleo siguen con el motor en marcha. Raymond Torres, no obstante, apunta la caída del volumen de nuevos préstamos hipotecarios, un 22% en los últimos dos meses, y de los préstamos a empresas, un 17% como síntoma de un posible enfriamiento de la economía.

El precio de la energía y los alimentos caerá aunque no se note por culpa de la inflación subyacente

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Las previsiones de los analistas e instituciones económicas para 2023 coinciden en pronosticar que la inflación se mantendrá por encima del 4%. Credit Suisse llega al 4,6%, Bankinter al 4,9%. Funcas se queda en el 4,7%. La Comisión Europea habla del 4,8%, al igual que la OCDE. El Banco de España prevé un 4,9%. Pero es que las avances para la eurozona son peores: una media del 6,3%. También están de acuerdo en vaticinar que España no volverá a índices en torno a la cifra mágica del 2% hasta acabar 2024.

De momento, en enero van a subir un 4% los peajes en 11 autopistas, mientras que quedan congelados los de las ocho rescatadas por el Estado en 2017. También se encarecerá la Tarifa de Último Recurso (TUR) del gas, un 8,67%. Los sellos, un 4%. Movistar aumentará sus cotas un 6,8%, mientras que Vodafone lo hará un 6,5%. Sin olvidar que el euríbor ya está en el 3%, el nivel que no tenía desde 2008, cuando estalló la burbuja inmobiliaria.

 

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