La solución de los dos Estados en Palestina borra la dominación colonial de Israel
En las áridas colinas de Masafer Yatta, en el extremo sur de la Cisjordania ocupada, hay 1.200 palestinos que están amenazados de expulsión por Israel. En julio, un colono mató, disparándole a quemarropa, a un activista pacífico, Odeh Hathalin, que defendía su pueblo. Aquí, como en el resto de Cisjordania, los palestinos están solos. El ocupante, el Estado israelí, protege a sus propios ciudadanos que los atacan. La Autoridad Palestina no tiene ningún poder de intervención. En esas condiciones, el reconocimiento de un Estado palestino alimenta una fábula ajena a su realidad cotidiana.
“¿Reconocen al Estado de Palestina en medio de un genocidio? ¿Por qué su prioridad no es detener el genocidio?”, reaccionó con indignación el director de cine palestino Basel Adra, que había documentado el destino de su región y sus habitantes en la película No Other Land, codirigida con el periodista israelí Yuval Abraham y galardonada con un Óscar en 2025.
“Está bien reconocer un Estado de Palestina, pero deberían ustedes haberlo hecho en la década de 1990, cuando presionaron a los palestinos para que firmaran y aceptaran los acuerdos de Oslo. No una vez que Israel acabó con la solución de dos Estados”, añade en una entrevista en vídeo con el periodista británico Owen Jones, publicada tras el anuncio de Gran Bretaña el 21 de septiembre.
Consagrada en particular por los Acuerdos de Oslo de 1993, que se suponía iban a allanar el camino para la creación de un Estado palestino independiente junto al Estado israelí, la solución de dos Estados sigue siendo, a los ojos del mundo, la “única salida política viable al conflicto israelo-palestino”, como recordó la ONU en abril, advirtiendo de su “lenta agonía”. Ahora ha experimentado un renovado interés después de que Francia reconociera al Estado de Palestina el 22 de septiembre en la sede de la ONU, en Nueva York, lo que ha llevado a otros nueve países a seguir su ejemplo.
“Lo que falta en todos estos reconocimientos es una estrategia internacional para poner fin a la ocupación israelí”, opina el analista palestino Khalil Shaheen, del centro de investigación Masarat, en Ramala. “Si no se detiene la ocupación, la colonización y la guerra de exterminio, no puede haber un Estado palestino.” Los ciudadanos israelíes deberían pagar un precio exorbitante por los crímenes de su gobierno, para que se vean obligados a pedir que esto cese, afirma el experto palestino, que evoca sanciones económicas contra Israel o campañas de boicot.
Reconocimiento bajo condiciones
Francia, por el contrario, ha condicionado su reconocimiento a una serie de exigencias impuestas a Palestina. “El problema es que el presidente palestino ha aceptado todas las concesiones a cambio del reconocimiento de un Estado virtual”, lamenta Khalil Shaheen. Los responsables de la Autoridad Palestina han sido los más efusivos a la hora de celebrar esta ola de reconocimientos, ya que les reporta un poder simbólico, mientras que su popularidad lleva años en declive.
“Mucha gente pone en duda la solución de dos Estados”, constata Omar Shaban, fundador y director del think tank PalThink for Strategic Studies. El analista gazatí es consciente de que, por el momento, nadie quiere pensar en el futuro, mientras haya un genocidio destruyendo a su pueblo. Se necesitará tiempo, insiste, y un cambio en la clase política. Aboga por “un modelo más creativo”, inspirado en la experiencia europea, para construir una confederación, “dos sistemas políticos en una misma tierra”. “Este lugar es demasiado pequeño para estar dividido”, constata.
El modelo denominado “de dos Estados” ha puesto en el mismo plano al ocupante y al ocupado, borrando la relación de dominación colonial. Es “uno de los mayores errores de los esfuerzos realizados en el pasado para lograr la paz”, afirma Mustafa Barghouti, fundador y líder de la Iniciativa Nacional Palestina, en un artículo de opinión publicado el 22 de septiembre en el New York Times. “Debe reconocerse la desigualdad de poder entre israelíes y palestinos”. “Ninguna de las dos partes conocerá la seguridad si no se abordan las causas profundas de la injusticia”, advierte, abogando por un nuevo paradigma.
Sobre el terreno, Israel ya ha presentado su propio modelo: un Estado con mayoría judía, desde el mar Mediterráneo hasta el Jordán. Los ministros israelíes hablan abiertamente de trasladar a la población de Gaza fuera de la pequeña franja costera, mientras que la campaña genocida de su ejército ha dejado el enclave prácticamente inhabitable. En Cisjordania, la violencia de los colonos y las ofensivas militares israelíes contra los campos de refugiados del norte del territorio también han cambiado profundamente la dinámica demográfica de parte de estas tierras.
¿Cómo convivir?
Desde Haifa, en el norte de Israel, Awad Abdelfattah también defiende un único Estado, pero que sea democrático y conceda los mismos derechos a los palestinos, como él, que a los judíos israelíes. Este coordinador de la organización One Democratic State Campaign (Campaña por un único Estado democrático) es el exsecretario general del partido nacionalista palestino Balad en Israel. Un Estado palestino que excluye de facto de su derecho a la autodeterminación a los ciudadanos palestinos de Israel como él.
Abdelfattah no descarta de plano esta ola de reconocimientos: es, según él, el regreso de “la causa palestina a la escena mundial”. Se opone a una separación, que considera peligrosa: “Esto creará nuevas raíces para un conflicto.” Y, tal y como están las cosas, esta solución sirve sobre todo como “tapadera para perpetuar el genocidio” en Gaza, denuncia. “Sobre todo porque en ningún momento se define qué es ese Estado. ¿Dónde se establece? ¿Goza de plena soberanía?”.
Ante la aniquilación de Gaza, el exlíder político ha visto surgir una nueva generación, “muy enfadada”, que ya no quiere ver a los israelíes: sueña con una solución al estilo argelino, es decir, la expulsión de los considerados colonos de todo el territorio entre el mar y el Jordán. Él, por el contrario, cree que hay que construir un futuro en común.
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Su punto de vista sigue siendo minoritario, admite, invocando también el modelo de Sudáfrica. El camino aún es largo, los odios persistentes. “Como palestinos dentro de Israel, es cierto que los israelíes no nos soportan y nosotros tampoco a ellos. Nos cuesta entendernos”, dice Abdelfattah. “La sociedad israelí se ha vuelto bárbara. Pero no vemos otra solución, necesitamos un Estado democrático, una solución al conflicto que también libere a los judíos del racismo y el fascismo, además de liberar a los palestinos”.
Traducción de Miguel López