En Transición

Malas feministas

En la última semana he podido disfrutar de un intenso debate en un grupo de Whatsapp que comparto con mujeres de diversas edades, profesiones, procedencias geográficas y ubicaciones ideológicas, que tenemos en común dos cosas: nuestra pasión por el debate político y nuestro arraigo feminista.

La discusión, más intensa de lo habitual, llegó cuando una de ellas trajo a colación el artículo que Ana Botín publicó en su perfil de Linkedin, difundido después entre otros por El País, bajo el título Por qué me considero feminista y tú también deberíasPor qué me considero feminista y tú también deberías. Aunque el debate tiene matices que requerirían más extensión que esta columna, se puede simplificar diciendo que las posturas se dividieron en dos: por un lado, aquellas mujeres que valoraron de forma positiva el relato de Ana Botín sobre su paso del "feminismo autosuficiente" al reconocimiento de la importancia de mostrar su opción públicamente, dada su dimensión política. El artículo termina así: "Hoy soy consciente de que decir las cosas públicamente, de forma solidaria con otras mujeres, tiene el poder de cambiar. Soy consciente de estar en una posición privilegiada para hacerlo. Así que, cuando hablo, no lo hago solo por mí misma. Lo hago, junto con la gran mayoría de los hombres que nos apoyan, por todas las mujeres. Por eso mi feminismo es ahora público. Y quizá el tuyo también debería serlo". Las partidarias de esta posición defendían un feminismo inclusivo, "bienvenidas sean todas". Partían de la base de que el patriarcado es transversal a las ideologías, destacaban la importancia de esta postura en un mundo tan masculino y tan machista como es el financiero, y  echándole algo de ironía, no faltaba quien sentenciaba: "Fijaos cómo hemos avanzado que hasta Ana Botín quiere ser feminista".

En una posición diferente se encontraba otra parte del grupo que tomaron como referencia el artículo de la periodista Ana Bernal-Triviño, El feminismo de Ana Botín, en el que considera que el relato de la financiera es una estrategia de marketing y que es imposible conciliar el capitalismo con el feminismo. Entre otros puntos, critica: "El artículo desvela todo el neoliberalismo laboral, escondido bajo la palabra mágica de asertividad (como si no lo demostremos) o flexibilidad, que a tantas mujeres condena a la pobreza. También da frío leer en todo el texto cómo se justifica la introducción de la mujer en las empresas porque resultan, según estudios, rentables y aportan talento. ¿Si esos resultados no fueran así, si no nos evaluara con lupa y nos calificara el capital de 'rentables', quiere decir que nos seguirían dejando con la pata quebrada y en casa?". Las compañeras que se alinearon con esta visión coincidían en subrayar que el capitalismo es patriarcal por definición y que el feminismo sólo es coherente y sólo será posible en un marco socialista y anticapitalista. Otra parte de las opiniones críticas se dirigían al cuestionamiento de la coherencia del discurso de Botín y reclamaban más firmeza para llevarlo a la práctica en su banco, con mayor presencia de mujeres directivas, mayores cotas de transparencia e igualdad salarial, políticas de conciliación, etc.

Lo cierto es que el debate es apasionante. Si este último 8 de marzo ha sido lo que ha sido es porque, al trabajo incansable de mujeres que, desde opciones políticas de izquierda llevan décadas articulando el discurso y el movimiento feminista, se han unido otras mujeres de estratos sociales, orientaciones ideológicas y roles públicos y privados totalmente diferentes: las jóvenes de las universidades movilizadas desde meses atrás levantando un movimiento estudiantil que hacía años que no se veía, las periodistas tomando el protagonismo desde las primeras filas hasta las que están detrás de las cámaras y los micros, mujeres científicas, mujeres ganaderas, y un largo etcétera que hicieron posible un 8 de marzo histórico. También es cierto que la lógica neoliberal de la desregulación y el sálvese quien pueda casa mal con el discurso feministasálvese quien pueda, pero... ¿es posible un feminismo transformador si no es capaz de acoger opciones políticas e ideológicas distintas? ¿Y hasta dónde podría llegar ese pluralismo? ¿Sería capaz de colarse en la próxima convención del PP que va a debatir la "ideología de género"?

La vida boca abajo

La vida boca abajo

Durante muchos años he usado como ejemplo para explicar la capacidad política de transformación de algunos movimientos sociales al movimiento feminista de los años 60 y 70: mientras su discurso era asumible, servía para fortalecer el sistema, que sin duda lo acogía con agrado. Sin embargo, cuando pasaba a cuestionar los cimientos del capitalismo, era marginalizado. Este 8 de marzo algo cambió. No sé si esto, pero el feminismo ha entrado en una nueva fase en la que hay que profundizar.

Me quedo con dos cosas: la primera, el mensaje de la compañera que provocó todo el debate, y que sirvió para cerrarlo –de momento-: "Llamadme flipada pero yo creo que uno de los grandes avances del feminismo este año es haber sumado a Botín y haber tenido a Amaia de Operación Triunfo entrando en todas las casas en prime time. Yo admiro y agradezco enormemente a las feministas de este país, que tanto han luchado, todo lo que hemos avanzado. Pero sin los comentarios de Amaia, sin Lo malo, sin Leticia Dolera o sin Botín no hubiésemos conseguido que el 8M se cubriese Madrid de morado como una alfombra. Las Amaias de hoy tienen mucho que ver con que las madres de la generación de Botín se hayan dado cuenta de que no pueden no ser feministas. Y las madres de nuestra generación, que hemos dado muchas batallas en casa y fuera, tenemos mucho que ver en que haya Amaias, de menos de 20 años, que saben cuáles son sus derechos y no están dispuestas a renunciar a ninguno".

Y la segunda, este vídeo de Madonna con el discurso que pronunció en 2016 al ser distinguida como Mujer del año de Billboard, y que vuelve a correr por las redes. No comparto todo lo que dice, pero me emociono cuando le escucho eso de "busquen a mujeres fuertes para ser amigas, para aliarse, para aprender, para inspirarse, para colaborar, para apoyarse, para iluminarse", y no puedo evitar esbozar una sonrisa cómplice cuando, tras reivindicar su actitud sensual y provocadora, afirma rotunda: "Vaya. Soy una mala feminista".

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