Cuando queríamos ser indios Aroa Moreno Durán
Me parece tan terrible, tan descarnado, que me cuesta imaginar cómo todas esas personas que pagaron por irse de cacería humana a los Balcanes han podido seguir con sus vidas sin un ápice de remordimiento. Cómo han podido meterse en la cama después, han organizado comidas familiares, han celebrado cumpleaños y bodas sin que esas imágenes les atormenten, sin que su conciencia les martillee.
Safaris humanos. Es a lo que iban. Ricos muy ricos que, en el aburrimiento de sus vidas, decidieron entretenerse yendo a una zona de guerra a matar con sus rifles objetivos humanos. Las tarifas rondaban los 90 mil dólares: se organizaban para irse en grupos de 5 ó 6 personas en cada viaje. Los colocaban en edificios altos para que tuvieran mejores vistas de sus objetivos, civiles, personas como usted y como yo que vivían atemorizados ya por una guerra en su país y por unos francotiradores que los veían como ganado humano. Pero su crueldad era aún más inhumana: aceptaban pagar tarifas extras de esos 90 mil dólares si mataban a niños. Como lo están leyendo.
Iban allí por diversión y por una satisfacción personal. Es lo que cuentan quienes fueron testigos de aquella atrocidad. ¿Satisfacción personal? ¿Dónde está la satisfacción de alguien con un poco de conciencia y de alma tras matar a sangre fría a alguien por pura diversión, de forma aleatoria, porque sí? ¿Cómo puedes seguir viviendo con eso? ¿Cómo vuelves al día siguiente a tu existencia de rico sin que esa imagen te atormente de por vida?
Escuchaba el testimonio de unos padres que vieron cómo su hija caía abatida por la bala de uno de esos desalmados. El desgarro de unos padres que el mismo francotirador tuvo que ver desde la mirilla de su rifle. Y que no hizo nada.
Los testigos cuentan que esto pasó durante meses, en un periodo de casi un año. Y que a esos safaris humanos se apuntaron ricos de todas partes, no sólo italianos. Había ingleses, alemanes, franceses… Gente que volvió a sus vidas a seguir haciendo dinero y a seguir divirtiéndose vete tú a saber con qué. Gente con la que nos hemos podido cruzar por la calle o no, porque no serán los de pisar la acera, ni nada. Si la pisaran, si vivieran en la misma realidad que usted y que yo, se darían cuenta de que son unos monstruos.
Pero hay más desalmados en todo esto. Quienes recibían ese dinero por parte de esos cazadores: los soldados serbobosnios. Tenían cercada la ciudad de Sarajevo y mientras ese cerco se iba alargando en el tiempo, encontraron una forma de hacer caja: cobrar por matar al azar a esos civiles ya de por sí atemorizados.
En estos tiempos deshumanizados, el futuro de la humanidad dependerá de nuestra capacidad de recordar lo que nos hace humanos
Esas mismas personas han seguido haciendo lo que les divierte, matar. Seguramente matar animales, en safaris caros que se organizan en África. Han seguido con sus vidas como si aquello no hubiese pasado. En estos tiempos deshumanizados, el futuro de la humanidad dependerá de nuestra capacidad de recordar lo que nos hace humanos.
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