El daño por duplicado de las balas israelíes Pilar Velasco

La semana es para guardarla en un cajón. Escribo esto mientras occidente mide sus fuerzas con Rusia en el peor enfrentamiento bélico de este siglo. Sí, la guerra en Ucrania ha empezado. Y para varias generaciones, las de nuestros hijos, es su primera guerra con fuego real. Al menos la primera que les toca vivirla más de cerca…Ya he contado varias veces por aquí que, en casa, inevitablemente, se ven muchos informativos. Mis hijos saben lo que pasa ahí fuera y lo viven, a veces, con cierto desasosiego. Sí, ayer, en el desayuno, mientras veíamos atónitos las primeras imágenes que llegaban desde Ucrania, mi hijo soltó, sin quitar la vista de la tele, “pues ya ha empezado la tercera guerra mundial”. Eran las 7 y media de la mañana y me parecía demasiado duro que su día empezara así, pensando que esto ya no tiene remedio y que los adultos resolvemos las diferencias de esta forma tan idiota. Ejemplos esta semana no le han faltado, desde luego, y si realmente piensa eso, no le quito parte de razón.
Es descorazonador ver que quienes tienen que tomar decisiones para hacernos la vida más fácil, más justa, más igualitaria, más libre, se dedican a meterse en guerras de poder, da igual que el poder sea liderar un partido o el poder sea controlar una zona estratégica de Europa.
Intenté que al menos se fuera al colegio con una sonrisa, con un poco de esperanza en este mundo. Le enseñé la carta que un hombre envió a El País hace unos días y que se ha convertido en viral. La tituló “La vida ha sido muy bella” y en pocos párrafos explicaba por qué él tenía la autoridad para decir, en estos tiempos, y en esta semana, que, efectivamente y a pesar de todo, la vida es bella.
Vivir es acumular recuerdos maravillosos y, lo más importante, saber detectarlos, saber identificarlos
Ese hombre, Pablo Osés Azcona, está a cinco meses de cumplir 90 años, ahí es nada. “Un disparate”, dice, refiriéndose al privilegio de haber podido llegar hasta aquí, haber podido llegar a esa edad. Sabe que está ya en los últimos minutos de esta vida apasionante: “En cualquier momento va a volcar mi carromato”. Y por eso, antes de que ese último bache de la vida se lo lleve, quiere decir, en voz alta y a quien le quiera leer, que la vida merece la pena, que la vida es maravillosa. Cuenta que ha cogido el hábito de dormirse recuperando un recuerdo de su vida, uno de esos recuerdos que le hacen sonreír y que le dan argumentos para afirmar que esta vida es bella. “Casi no sé cuál escoger de tantos que tengo” y quizás, sin saberlo, ahí ha dado la clave de qué es vivir y de en qué consiste la vida, esta vida que a veces odiamos, que a veces despreciamos y de la que nos lamentamos demasiadas veces. Vivir es acumular recuerdos maravillosos y, lo más importante, saber detectarlos, saber identificarlos. No hace falta que haya siempre fuegos artificiales para que nos paremos a mirar y a etiquetar ese momento como maravilloso. Una sonrisa, una tarde tranquila, un paseo por el campo, una canción, un libro, la compañía de alguien querido, una sobremesa con risas, un desayuno sin prisas, una tarde de sofá abrazados a esa persona que te hace sonreír cada día, una clase de yoga, un café a primera hora de la mañana… Hay tantooooooosssssss!!!!!!!!
Pablo Osés cuenta en su carta que con ese recuerdo casi logra revivirlo, “regocijarse con él”. Y me parece apasionante que, en la oscuridad de la noche, en la ansiedad con la que muchos vivimos ese momento de dormirnos, de no coger el sueño, de llenarnos la cabeza de preocupaciones, con 90 años hayas aprendido a, simplemente, repasar tu vida, repasar esos momentos y sonreír. Sin nostalgia, sin pena, sin anhelo por volver a ese recuerdo, a esa edad.
Este señor ha logrado alegrarme la semana y reconciliarme en parte con todas las miserias que hemos visto estos días y que, me temo, vamos a seguir viendo. Así que gracias, Pablo, por tu confesión y por contarnos cuál es el secreto de esta vida.
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